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  • Biógrafo de su tiempo

    » Diario Cordoba

    Fecha: 09/10/2025 10:20

    No es un tipo que se deje llevar por la fama ni los oropeles, y entre tomar asiento en el Olimpo de los dioses creativos o compartir una charla amistosa en la barra de una taberna de las de siempre elegirá lo último sin dudarlo. Pero a este hombre grandote y de aire menestral, empeñado en disimular su enorme sensibilidad y sabiduría bajo un aspecto de artesano corriente, le ha llegado la hora del reconocimiento. Madrid, lo que es decir todo el país, se ha rendido ante el arte del cordobés José Manuel Belmonte, que expone en el Centro Cultural Casa de Vacas del Retiro la esencia de más de cuarenta años de dedicación a la escultura con mayúsculas. Lo de mayúsculas no va por el tamaño de la mayoría de sus piezas, que también. Más bien define el despliegue de virtuosismo técnico que derrocha cada una de ellas, grandes o pequeñas, de un hiperrealismo tan conmovedor -aunque muchas veces la intención sea simbolismo puro- que al contemplarlas, sobre todo si no son de encargo sino exhibición del genio creador, te asalta ese estremecimiento que llaman «el síndrome de Stendhal». Algo parecido a un arrebato de cuerpo y mente ante la belleza que va más allá de lo que se ve. No es que estar presente en la galería madrileña suponga el más largo viaje de la obra de Belmonte, al menos no en distancia física, acostumbrado como está a pasearla por el mundo; sin ir más lejos, el año pasado llevó su ‘Bestiario’ -guiños irónicos en bajorrelieve sobre las relaciones entre la especie humana y la animal- a Pekín, Taipei y Shanghai antes de mostrarlo a sus paisanos en la Fundación Botí. Pero la retrospectiva que se ofrece hasta final de octubre en la capital de España tiene mucho de sentimental, y hasta se diría que de definitivo si no fuera porque, a sus 61 años, el artista está aún en el camino de ida y su cabeza bulle de inspiración y proyectos. ‘Forma y fondo’, que así se llama su más ambiciosa muestra antológica hasta la fecha, ofrece sesenta piezas que, entre esculturas y relieves, recorren la evolución artística y vital de quien descubrió su vocación de chiripa en la Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria, donde se refugió huyendo del fracaso escolar, cosas que pasan. La exposición, comisariada por el periodista Félix Ruiz Cardador y apoyada por el Ayuntamiento de Córdoba, es fruto de una selección íntima y personal de José Manuel Belmonte, tallas elaboradas entre encargo y encargo -porque vivir cuesta lo suyo- que le alimentan el alma, como él mismo ha declarado estos días a la prensa. Aborda una selección de series tan conocidas como ‘Los hombres pájaro’, estudio anatómico con el que explora la hermosura de los cuerpos, incluso los imperfectos; o la llamada ‘Custodios’, una revisión de las mitologías griega y escandinava que surgió entre las brumas de la pandemia. Junto a piezas tan representativas como ‘El vuelo de Julia’, ‘Pan’ o esa locura entre el folclore y la transgresión que es ‘Tirititrán’, estatua de un amigo tabernero al que vistió con traje de gitana, aparecen otras de contenido social y crítico, con las que Belmonte da rienda suelta a sus inquietudes, que son muchas. Temas como la violencia de género, el cáncer de mama, el alzhéimer y enfermedades mentales impactan por su fuerza descarnada, que te hace pensar y hasta sufrir. Porque el arte, según la forma que tiene Belmonte de entenderlo y de entenderse, ha de convertir a quien lo ejerce en biógrafo de su tiempo, lo mismo si deja la ciudad sembrada de homenajes a los patios o a la mujer cordobesa que si se decanta por más sofisticados volúmenes y claroscuros con mensaje de fondo. Todo es compromiso y es belleza, hasta lo más feo, y ahora puede comprobarse en esta retrospectiva madrileña que debería venir pronto a Córdoba. *Periodista

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