09/10/2025 11:43
09/10/2025 11:43
09/10/2025 11:42
09/10/2025 11:42
09/10/2025 11:42
09/10/2025 11:41
09/10/2025 11:36
09/10/2025 11:35
09/10/2025 11:35
09/10/2025 11:34
Gualeguaychu » FM Maxima
Fecha: 09/10/2025 07:49
Después de una lucha valiente que acompañó con el ejercicio de su pasión hasta el último momento, su delicada situación de salud dijo basta. El mundo de la pelota, en un día tristísimo. Miguel dirigió más de la mitad de su vida. Cuando una lesión en una rodilla lo retiró del fútbol a sus 32 años no tardó mucho en abrazar un nuevo oficio al que, literalmente, le dedicó sus días y sus noches hasta que no pudo más. Pensándolo bien, hubiera sido la única forma de alejarlo de un vestuario, de un banco de suplentes, de un campo de juego, de un pizarrón, de una cancha de entrenamiento, porque si por él fuera no se habría jubilado jamás de una profesión que abrazó por 36 años y que ejerció con seriedad, compromiso, ganando o perdiendo, y que sustuvo hasta el último suspiro de vida. Russo como jugador sólo vistió una camiseta, la de Estudiantes, pero como técnico fue todo lo contrario: un trotamundos que paseó por cuanto club lo tentó, un tipo de sí fácil que con tal de laburar abrazó ciudades, continentes, países, equipos que lo mismo en la A que en la B, porque para Miguelo cualquier lugar estaba bien para elegir a once tipos y ponerlos a competir. Fueron 16 equipos en 36 años de laburo: Lanús (dos veces), Estudiantes (dos veces), Rosario Central (cinco), Boca (tres), Salamanca de España, Colón de Santa Fe, Los Andes, Morelia de México, Vélez (dos veces), Millonarios de Colombia, Alianza Lima, Cerro Porteño de Paraguay, San Lorenzo (dos veces), Racing, Al Nassr de Arabia Saudita. No se dio el gusto de dirigir una selección, quizá porque a Russo le gustaba más el día a día, el estar en contacto permanente con sus jugadores y no le daba mucho eso de andar auditando jugadores por todo el globo terraqueo. Del riñón de Bilardo, pero con libreto propio Del riñón de Bilardo, nacido y criado en Estudiantes, fue un entrenador que no tomó tanto las formas de su maestro, sino que, sin salirse de la corriente madre, armó su propio librito con un poco de esto y otro de aquello. Con perfil propio, era más amigo de la línea de cuatro tradicional y tenía un gusto especial por los equipos ofensivos, sin regalarse atrás y sin descreer de la táctica. Consciente o inconscientemente, buscó replicar el modelo de Estudiantes del 82 (campeón del Metropolitano con el Narigón al mando) cuando él gastaba suela corriendo rivales para que se lucieran los tres número 10 de ese equipo: Alejandro Sabella, José Daniel Ponce y Marcelo Trobbiani. Fue un entrenador de la vieja guardia, forjado en los fuegos de su etapa de jugador en los 70, cuando primero se pegaba y después se decía buen día. De estilo paternalista, era riguroso en las formas porque no le gustaban los dobleces. De hablar claro y una vez, no le gustaba repetir lo que para él había quedado claro. Sin embargo, cuando vencía el plazo de la desconfianza, era capaz de bajar la guardia con el jugador. Apostaba al diálogo, era de escuchar al futbolista y dar más de una chance, pero cuando se violaban ciertos límites ya no había vuelta atrás. De jugador-técnico a entrenador hecho y derecho En 1988 jugó su último partido en el Pincha y un año después, a sus 32 años, agarró Lanús, en ese momento jugando en Primera B. Casi no hizo la transición de jugador a técnico, quizá porque Miguelo siempre fue un entrenador dentro de la cancha, y porque temprano supo que esa osteocondritis que lo tuvo a maltraer desde muy joven terminaría con el futbolista, más temprano que tarde. Con el Granate conseguiría el ascenso a Primera División, todo un logro para arrancar su carrera detrás de la línea de cal. En 1994 volvería a lograr otro ascenso, esta vez ante un llamado de la sangre, cuando Estudiantes, descendido un año antes, armó un gran equipo para un regreso triunfal a Primera en la temporada siguiente. Fue un paseo del Pincha en el Nacional B de esa época, en un plantelazo en el que se destacaba un jovensísimo Juan Sebastián Verón, muy bien acompañado por Rubén Capria, José Luis Calderón, Leo Ramos, Edgardo Prátola, Martín Palermo, Claudio París, Gastón Córdoba, entre otros jugadores que después hicieron grandes carreras. Ese Estudiantes lo dirigió Miguelo en dupla con otro prócer pincha, Eduardo Luján Manera, ex ayudante de Bilardo que quedó al frente del equipo cuando el Doctor se fue a dirigir a la Selección en 1983 y terminaría ganando el Nacional de ese año a manos de Independiente. Central, su hogar adoptivo Central, su segundo amor. Si Estudiantes fue su cuna, el Canalla fue su hogar adoptivo. Allí tuvo cinco etapas, todas exitosas con un título de Primera incluido. La primera fue en 1997, cuando logró clasificar a la Copa Conmebol de 1998. Volvió en 2002 para su segunda etapa: sacó al equipo de los últimos puestos del promedio del descenso y lo ubicó 3º en el Clausura 2003 y 6º en el Apertura de ese mismo año, para clasificar a la Sudamericana 2003 y Libertadores 2004. Volvió para su tercera etapa en 2009, en un momento durísimo del Canalla para salvarlo del descenso en la Promoción ante Belgrano. El equipo mantuvo la categoría pero el presidente del club, Horacio Usandizaga decidió no renovarle el contrato. La cuarta etapa ya fue con Central en la B Nacional (2011). Tomó el equipo en reemplazo de Juan Antonio Pizzi y obtuvo el título al finalizar primero en la tabla general. Pero quizás la última etapa fue la más exitosa. Ya arrastrando problemas de salud, Miguelo fue contratado en 2022 en reemplazo de Carlos Tevez, y en diciembre de 2023, llevó al club al título de campeón de la Copa de la Liga Profesional de aquel año, y además fue premiado como el Mejor Entrenador de dicha competencia. El 2 de agosto de 2024, anunció su salida del club por "motivos personales", cuando en realidad todos sabían, sin decirlo, que había una cuestión de salud en el medio. Además de ese gran logro del campeonato, a Russo quizá se lo valora más porque nunca perdió un clásico rosarino. En su primer partido, ganó el mítico "clásico del abandono" en el famoso 4-0 del Canalla a la Lepra, que entre expulsados y "lesionados" decidió retirarse del partido. En total, dirigió 12 clásicos, de los cuales ganó siete y empató cinco. Boca y la gloria de la Libertadores Su paso glorioso por Boca. Su otro gran impacto en el fútbol fue en Boca, club en el que dirigió en tres oportunidades. Se destaca, claro, su primer paso por el Xeneize, donde obtuvo la Copa Libertadores de 2007, en lo que hasta hoy representa el último título del máximo torneo continental, con un Juan Román Riquelme en modo Dios y un equipo que lo respaldó para ganar de manera incuestionable esa Libertadores, que a Miguelo lo puso en la galería de ilustres, compartiendo vitrina con Juan Carlos Lorenzo y Carlos Bianchi, pavada de privilegio. De Boca se iría de manera controversial, luego de perder, ya sin JR, la Intercontinental a manos del Milan. De todas formas, dejó un gran recuerdo y fue el mismo Román el que lo eligiría como su primer DT en su rol de dirigente, allá por inicios de 2020. En esa etapa, Miguelo lograría tres títulos (Superliga 2019, Copa Maradona 2020 y Copa Argentina 2021) pero su suerte quedaría echada al quedar eliminado dos años seguidos de la Libertadores, la segunda con un escándalo incluido ante Atlético Mineiro. Su despido no estuvo a la altura de su nombre. Fue de manera telefónica, sin mayores delicadezas, para un entrenador que siempre respetó su trabajo y el club que lo cobijó. Como un caballero, se presentó al día siguiente en el Predio de Ezeiza, saludó a todos y dejó el club el silencio. Tendría, seguramente, muchas cosas que reprochar, pero se las guardó para él. Fue una apuesta que, al final, le salió bien, porque sostuvo a rajatabla su discurso amable y conciliador para Riquelme y la dirigencia, y eso terminó siendo fundamental para su regreso en 2025, con un final que, claro, nadie hubiera deseado. Su dolorosa enfermedad. Fue en Colombia, en otro de sus lugares en el mundo, donde a Miguel se le manifestó su enfermedad. Se le diagnosticó cáncer de próstata con ramificaciones en la vejiga, allá por 2017, el cual superó en una primera etapa, pero que le costó mucho tiempo y esfuerzo. De hecho fue operado dos veces, y en una de sus internaciones sufrió una infección intrahospitalaria que le provocó una infección urinaria que casi le cuesta la vida, pero que coronó superando todo ese cuadro y lo celebró con un campeonato con Millonarios. En su regreso a Boca se lo notaba pleno y recuperado totalmente. "La enfermedad no me quitó ni me dio nada, fue algo por lo que tuve que vivir y gracias al apoyo de los médicos pude salir adelante", decía allá por 2020. En su último ciclo, sin embargo, las evidencias del regreso de cáncer fueron evidentes, como lo eran ya en Central y luego en San Lorenzo, de donde se desvinculó para cumplir su último sueño como entrenador, que quedó inconcluso, latente, esperando el próximo partido, que tristemente no se jugará. Fuente: Diario Olé Temas Futbol Argentino Luto
Ver noticia original