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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/10/2025 05:07
Aileen Wuornos Hasta esa noche, Aileen Wuornos había tenido más de un problema con la ley y varias pequeñas temporadas en la cárcel, pero nunca había matado. Ese quiebre en su vida ocurrió tenía cuando 33 años y se ganaba la vida ofreciendo su cuerpo para mantenerse ella y también a su novia, Tyria, con la que creía haber encontrado la felicidad que siempre le fue esquiva. La del 30 de noviembre de 1989 era una noche como cualquier otra, con Aileen en busca de un cliente, y Richard Mallory, de 51 años, detuvo su auto y la invitó a subir para mantener relaciones sexuales. Ese era el acuerdo, pero cuando se detuvieron en un camino solitario y se pasaron al asiento trasero el hombre se puso violento y lo que en un principio era una contratación de servicios se transformó en un intento de violación. Aileen no sabía en ese momento que Mallory era un exconvicto y violador en serie. Hubo forcejeos hasta que la mujer pudo manotear el arma que llevaba en la cartera y le disparó a Mallory tres veces en el pecho. Después de eso, Aileen actuó casi de manera automática: dejó el cuerpo del hombre en el asiento de atrás y manejó unos kilómetros hasta encontrar un lugar adecuado para tirar el cadáver. Antes le vació los bolsillos. Se alejó del lugar en el auto de Mallory y lo abandonó en Palm Harbour, Florida. Fue descuidada, porque varias personas la reconocerían después como la mujer totalmente vestida de negro que había bajado del auto de la víctima. Por eso algunos medios comenzaron a llamarla “la mujer araña”. No fue capturada esa vez, cuando incluso podría haber declarado que había actuado en defensa propia, que se defendió de un intento de violación. Pero ya no pudo dejar de matar: cuando Mallory la atacó no vio su cara sino otra, la del abuelo que había abusado de ella cuando era niña, y luego volvió a verla en otros hombres que requirieron sus servicios sexuales. Y por eso los mató. Demoró más de seis meses en volver a asesinar, pero después la escalada fue incontenible. El 1 de junio de 1990 mató a David Spears, de 43 años; el 6 de junio a Charles Carskaddon, de 40; el 4 de julio a Peter Siems, de 65; el 4 de agosto a Troy Burress, de 50; el 12 de septiembre a Dick Humphreys, de 56; y el 19 de noviembre a Walter Jeno “Gino” Antonio, de 62. A todos los mató con saña, siempre con el mismo sistema: se les ofrecía sexualmente, subía a sus autos, los asesinaba a tiros —no uno sino varios— y les robaba todo lo que llevaban encima. Siete hombres en menos de un año. Todos los cadáveres —menos el de Siems, que nunca apareció— fueron encontrados a los costados de las rutas cercanas a Palm Harbour. La policía buscaba a “la asesina de la carretera”, también señalada como “la mujer araña”, pero no tenía demasiadas pistas para encontrarla: que era joven, que casi siempre vestía de negro y que abandonaba los cadáveres de sus víctimas a la vera de los caminos. Hasta que cometió un error y la capturaron. “Es la primera depredadora femenina de que tengo noticia. Otras mujeres han matado a sus hijos, han matado a familiares o personas que conocen, pero ella es la primera que en realidad era una depredadora que cazaba a víctimas inocentes y les quitaba la vida”, la definió durante el juicio el sargento Bob Kelley, del Departamento del Sheriff del Condado de Volusia, uno de los detectives que investigó sus crímenes. Aileen Wuornos había sido abandonada por sus padres de pequeña y adoptada legalmente por sus abuelos maternos. Con ellos vivió otro infierno: su abuela la golpeaba y su abuelo la violaba constantemente Abusos y más abusos Aileen Wuornos nació el 29 de febrero de 1956 en Rochester, Michigan, y era la segunda hija de Diane Wuornos Melini y Leo Arthur Pittman. Llevaba el apellido de sus abuelos maternos porque la habían adoptado junto con su hermano mayor, Keith, cuando tenía cuatro años. Nunca conoció a su padre porque cuando nació, Dianne ya se había divorciado de él. Pittman la golpeaba y entraba y salía de la cárcel, siempre por acusaciones de abusos de menores. Muchos años después, cuando ella misma estaba en la cárcel, “la mujer araña” se enteraría de que se había suicidado en 1969, ahorcándose en la celda de una prisión de Kansas donde cumplía una condena. Dianne, la madre, decidió iniciar una nueva vida lejos y sin hijos. En 1960 se los dejó a sus padres, Lauri y Britta Wournos, dos inmigrantes finlandeses que los adoptaron legalmente y les dieron su apellido. Para los chicos fue cambiar un infierno por otro. La abuela Britta se pasaba el día alcoholizada y los golpeaba por cualquier motivo, a veces con un cinturón, otras con un palo de escoba. El abuelo Lauri le pegaba nada más que a Keith; en cambio, a Aileen prefería llevársela a la cama —o a cualquier rincón de la casa— para abusar sexualmente de ella. La futura asesina en serie quedó embarazada a los 15 años. Tuvo a su hijo en una maternidad de Detroit, el 23 de marzo de 1971, y lo dio en adopción. No volvió a la casa de sus abuelos, prefirió vivir en un auto abandonado en el bosque. Cuando la encontraron, la internaron en una casa para madres solteras y, como era menor, quedó bajo custodia del Estado, que la obligó a asistir a la escuela. Antes de cometer los asesinatos, Aileen Wuornos había entrado y salido de la cárcel, durante más de una década, por toda clase de delitos Como bola sin manija Aileen Wuornos alcanzó la mayoría de edad en 1974 y, liberada de la tutela estatal, emprendió una existencia de vagabunda. Viajaba a dedo, dormía donde podía y conseguía dinero prostituyéndose en la calle. No se presentaba como Aileen sino con el alias de Sandra Kretsch. Con ese nombre fue detenida por primera vez en mayo de 1974, en Jefferson, Colorado, por conducir alcoholizada, desorden público y disparar al aire desde el vehículo en movimiento con una pistola calibre 22. La liberaron bajo fianza y cuando comenzó el juicio no se presentó. Se había esfumado. Volvió a Michigan, donde siguió con la misma existencia casi errante hasta que fue detenida el 13 de julio de 1976 por arrojarle una bola de billar —y acertar en la cabeza— al mozo de un bar. La policía comprobó que tenía algunas órdenes de detención pendientes por manejar borracha y la multó con 105 dólares. Los pagó un mes después cuando le cayeron diez mil dólares del cielo. Su hermano Keith, a quien no veía, había muerto de cáncer de esófago y ella era la beneficiaria del seguro de vida. Su siguiente destino fue Florida, donde alquiló un departamento y llevó la vida que el dinero fresco le permitía. Se vestía bien y frecuentaba buenos restaurantes. Así conoció a su único marido. Lewis Fell tenía 76 años, era presidente del Club Náutico de Florida, vivía en una casa enorme y era dueño de un yate. Aileen tenía 20 y no le habló en absoluto de su pasado. Tampoco a Felt parecía importarle: le propuso casarse a los dos meses de conocerse. La boda fue todo un acontecimiento, cubierto incluso por los periodistas de Sociales de los diarios de la ciudad. El problema era que Aileen se aburría con Fell y no toleraba sus reuniones sociales ni los días en el Club Náutico. No llevaba tres meses de casada y ya dejaba solo a Fell para frecuentar los bares de la ciudad y divertirse a su manera. Y las maneras de Aileen no eran las mejores, al poco tiempo la detuvieron por agresión cuando estaba borracha en un boliche de mala muerte. Fell pagó la fianza esa misma noche y la llevó a la casa, donde Aileen se derrumbó en la cama. A la mañana siguiente, el hombre intentó reprocharle el hecho, pero no alcanzó a decir mucho. Su joven esposa empuñó una caña de pescar que estaba en el living y lo golpeó como su abuela hacía con ella: con saña y por todo el cuerpo. Menos de seis meses después de la boda, Lewis Fell pidió la anulación del matrimonio y logró una orden de restricción contra Aileen, que no podía acercarse a menos de trescientos metros de la casa. Volvió a las andadas cuando el dinero del seguro de vida del hermano Keith se agotó, y eso fue rápido. Los siguientes diez años entró y salió de la cárcel por toda clase de delitos: robo de automóviles, desorden público, conducir en estado de ebriedad, robo a mano armada, resistencia a la autoridad, atentado contra la propiedad privada —la emprendió a balazos contra el auto de un hombre con el que había discutido— y tenencia ilegal de armas. En 1986 conoció a Tyria Moore, en un bar gay, y se enamoró. Vivieron tres años de romance hasta que el 30 de noviembre de 1989 Richard Mallory se cruzó en el camino de Aileen, quiso violarla y ella lo mató Tyria, el amor y la traición Para 1986 estaba en Daytona Beach donde conoció a Tyria Moore, de 28 años, en un bar gay. Dos días después se fueron a vivir juntas, Tyria dejó su trabajo de empleada de limpieza en un hotel y aceptó que Aileen la mantuviera con el dinero que obtenía ejerciendo la prostitución. Años después Aileen contaría que “fue un flechazo”. La relación iba bien e incluso Tyria acompañaba a Aileen cuando circulaba por la calle o iba a los bares para conseguir clientes. En julio de 1987 las detuvieron por golpear a un hombre con una botella de cerveza durante una discusión, pero la cosa no pasó a mayores. Aileen presentó en la comisaría una licencia de conducir falsa a nombre de Susan Blahovec y con eso consiguió que no le encontraran antecedentes criminales, Tyria nunca había tenido problemas con la ley, de modo que las liberaron enseguida. Fueron tres años de romance continuo, hasta que la noche del 30 de noviembre de 1989 Richard Mallory se cruzó en el camino de Aileen, quiso violarla y ella lo mató de tres disparos, no solo para defenderse sino para descargar todo el rencor que acumulaba contra su abuelo abusador. Menos de un año después acumulaba siete muertes y la policía de Florida no tenía pistas para encontrar a la asesina en serie a la que solo se conocía como “la araña negra” o “la asesina de la carretera”. El 19 de noviembre de 1990 Aileen cometió el error de no deshacerse rápido del auto de su última víctima, Walter Jeno “Gino” Antonio. Por el contrario, invitó a Tyria a dar un paseo que tuvo mal final: se estrellaron contra un poste. Las dos mujeres bajaron del auto —Aileen con una herida sangrante en la cabeza—, rechazaron la ayuda de los transeúntes y se escaparon a pie. Los testigos describieron a la policía a la mujer vestida totalmente de negro y se difundió un retrato robot por televisión. Para entonces ya había aparecido el cadáver de Antonio. No quedaron dudas: la mujer de negro era “la mujer araña”. También describieron a Tyria Moore. Esa misma noche, las dos mujeres se separaron. Moore se escapó a Pensilvania y se refugió en la casa de su hermana. Se comunicaba con Aileen por teléfono, no sabía dónde estaba. La policía localizó a Tyria, la detuvo y le hizo una propuesta que no pudo rechazar: le daría inmunidad si ayudaba a detener a Aileen y declaraba en su contra en el juicio. En la siguiente llamada telefónica, Moore le propuso un encuentro a Aileen y cuando acudió a la cita, la policía estaba esperando. “La mujer araña” no se resistió. Unos días después, los investigadores permitieron que las dos mujeres se reunieran. Aileen le reprochó con dureza a Tyria que la hubiese entregado, pero también le dijo que no había dejado de quererla. Y tomó una decisión: “Hacé lo que tengas que hacer, si vas a declarar en mi contra, hacelo. No voy a dejar que vayas a la cárcel. Si para eso tengo que confesar, confesaré”, le prometió. Aileen Wuornos fue detenida y confesó sus crímenes en 1991, pidiendo con desesperación que hicieran efectiva su condena a muerte lo antes posible, pero la ejecutaron mediante la inyección letal una década más tarde, el 9 de octubre de 2002 “No estoy loca” El 16 de enero de 1991, Aileen Wuornos hizo una confesión completa y desligó a Tyria de los asesinatos. En el juicio declaró que su primer crimen había sido en defensa propia porque Mallory intentó violarla. “Fui violada, fui torturada. Tenían el volante, tenían la imagen del volante con los arañazos, estaba roto. Esa es la prueba de que yo estaba atada al volante. No puedo creer que esto haya sucedido”, dijo. La condenaron a muerte por seis de los asesinatos. En cambio, no fue juzgada por el asesinato de Peter Siems porque si bien había aparecido su auto con restos de sangre, nunca se encontró el cadáver. Wuornos pidió que la condena se ejecutara lo antes posible. No quería seguir viviendo. “Quiero estar con Dios”, dijo. En una entrevista con Nick Broomfield, en la que insistió con que la mataran pronto, el periodista le preguntó: —¿Con Mallory fue en defensa propia? —Sí, y así fueron algunos de los otros, pero no puedo decir nada a nadie porque quiero la pena de muerte —respondió. Después del juicio, “La mujer araña” recibió golpes que le dolieron mucho más que las condenas. Tyria Moore, además de declarar en su contra ante el jurado, vendió los derechos de su historia con Aileen para que se publicara un libro. También cobró miles de dólares a cambio de entrevistas exclusivas. Arlene Pralle, una mujer que la visitaba casi diariamente para brindarle consuelo, le consiguió varias entrevistas con diferentes medios para apoyar su campaña por la ejecución. Aileen se enteró que cobraba 10.000 dólares por concertar los encuentros en la prisión. El gobernador de Florida, Jed Bush, se interesó por esa mujer que pedía a gritos que la ejecutaran y quiso que se le hicieran pericias psicológicas para descartar que estuviera “loca”. Aileen Wuornos seguía rogando que la ejecutaran de una vez por todas. “Maté a esos hombres, les robé tan fría como el hielo. Y también lo haría de nuevo. No hay ninguna oportunidad en mantenerme viva o algo así, porque mataría de nuevo. Tengo odio arrastrándose por mi organismo... Estoy tan harta de escuchar esa cosa de ‘está loca’. He sido evaluada tantas veces. Soy competente, cuerda, y estoy tratando de decir la verdad. Soy alguien que odia en serio la vida humana y mataría de nuevo...”, dice la carta que presentó ante la Corte suprema de Justicia de Florida a fines de 2001. Finalmente la encontraron penalmente responsable y la ejecutaron mediante la inyección letal el 9 de octubre de 2002. Sin embargo, las últimas palabras de Aileen Wuornos, “la araña negra”, dieron toda la impresión de que estaba mentalmente desquiciada: “Yo sólo quiero decir que estoy navegando con el rock y regresaré como en el Día de la Independencia con Jesús, el 6 de junio, al igual que en la película, con grandes naves nodrizas y todo. Regresaré”, dijo.
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