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  • La mítica revista Caras y Caretas: de las primeras denuncias de corrupción en la política a la increíble vida de su creador

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 08/10/2025 10:31

    El prospecto lanzado en agosto, anunciando que próximamente aparecerá la revista. Los dibujos de los políticos del momento daban una pista del tenor de la publicación Cuando a ese hombre pequeño, flaco, de nariz curva y cabeza oblonga le preguntaban en qué año había nacido, respondía que no sabía, que él era muy chico entonces. Se lo solía encontrar en el Bar Apolo, sobre Corrientes aún angosta, reducto de la farándula teatral. Allí, recordando viejos tiempos y anécdotas inolvidables brillantemente relatadas, departía Eustaquio Pellicer, escritor, periodista, humorista, padre de una pila de publicaciones que hicieron historia en el periodismo rioplatense. Una de las revistas de su creación fue Caras y Caretas. Pellicer había nacido en Burgos el 3 de septiembre de 1859 y desde joven creó modestas hojas humorísticas. Cuando fracasó la sublevación republicana liderada por Manuel Villacampa, por 1886 creyó oportuno dejar el país y se fue para Montevideo. Junto con un socio instaló una zapatería, y le fue mal. Mientras tanto, despuntó el vicio periodístico con la publicación de versos cómicos y entre febrero y mayo de 1887 editó “La Pellicerina”. Según él, “se inspiró en dos ideas: la primera fue la de hacer dinero. Con esta sólo bastaba”. Cuando se metió de lleno en el mundillo periodístico local, se olvidó de la zapatería para siempre. Eustaquio Pellicer, uno de los artífices del nacimmiento de la revista. Fotografía publicada en su obituario Se asoció con el dibujante y caricaturista alsaciano Charles Schütz, quien en 1860 había llegado a Buenos Aires y que al tiempo se radicó en la capital uruguaya. Ambos editaron Caras y Caretas, cuyo primer número vio la luz el 20 de julio de 1890. Era una publicación de ocho páginas que salía los domingos. En ese ejemplar pedía “dinero y salud, o por lo menos dinero, si no fuesen posibles las dos cosas. Porque ¡no hay que darle vueltas! El dinero es la vida y lo demás una zoncera”. Saldrían 85 números, pero Pellicer fue el director hasta el 71, y Schütz pasó como propietario. Al parecer, Pellicer decidió radicarse en Buenos Aires por cuestiones de persecución gubernamental y la censura al periodismo. Ya conocía la ciudad a la que había ido a cubrir la Revolución de 1890 y enseguida se hizo amigo de Alem, Mansilla, López y de otros más. Tapa del 25 de febrero de 1899, ironizando sobre el viaje del presidente al sur, cuando se encontró con su par chileno en el estrecho de Magallanes. Roca se había transformado en un clásico en el semanario Colaboraba en el diario La Nación y se hizo famosa su columna “A pesca de noticias”. Si bien la columna fue ganando espacio en el diario gracias a la popularidad que tomó, cuando el general Mitre se enteró que su hijo Bartolito tal vez soñaba en convertir a su diario en una hoja humorística, la hizo eliminar. Cuando la guerra contra los moros en Melilla estaba a punto de estallar, fue enviado a cubrirla. El conflicto nunca pasó, vivió un tiempo en Madrid y regresó en enero de 1896 con una novedad: junto con el empresario Francesco Pastor proyectó en el Teatro Odeón las primeras películas filmadas por los hermanos Lumiére, la sensación del momento. Estaba casado con Loreto Menéndez, con quien tuvo tres hijos: Eustaquio, que nació en España, Carlos, en Uruguay y Luis, en Argentina. José S. Álvarez, más conocido como Fray Mocho. El escritor y periodista entrerriano fue el primer director A fin de 1896 fundó en Mar del Plata el diario La Rambla, de poca duración, y el hijo de Mitre le propuso reflotar la revista Caras y Caretas. Pellicer sería su director, pero pronto descubrió que no era buena idea que un español tuviera semejante exposición: España se negaba a reconocer la independencia de Cuba y la hostilidad hacia los españoles era más que notoria. Se decidió que fuera el hijo de Mitre, pero cuando éste se enteró que sería una publicación en la que se ridiculizaría a políticos -muchos amigos suyos y otros adversarios- se opuso. Y así la dirección recayó en José S. Alvarez, popularmente conocido como Fray Mocho. Caras y Caretas apareció el sábado 8 de octubre de 1898, cuatro días antes de que Roca asumiera su segunda presidencia. Costaba 25 centavos, aunque al poco tiempo fue rebajada a 20. Se presentaba como “semanario festivo, literario, artístico y de actualidad”. Era voceado por los canillitas como “el caricareta”. Caras y Caretas, en su tapa del 8 de abril de 1899, asoció al tranvía,novedoso medio de transporte, con la muerte Su director bien merece una columna aparte. Fray Mocho había nacido en Gualeguaychú el 26 de agosto de 1858. No llegó a recibirse de maestro en la Escuela Normal de Paraná porque organizó una revuelta de estudiantes contra un profesor y fue expulsado. En 1879 estaba en Buenos Aires y se dedicó al periodismo y a publicar libros de cuentos picarescos y costumbristas. Pero como con las letras no se comía, entró a la policía como comisario de pesquisas, donde estuvo largos años. De esos años escribió “Galería de ladrones de la Capital 1880 a 1887” y, con el seudónimo de Fabio Carrizo “Memorias de un vigilante”. Luego vendría “Viaje al país de los matreros”. Cuando tomó la dirección de la revista, ya sufría de pleuresía. Murió el 23 de agosto de 1903. Tenía 45 años y lo sucedió Carlos Correa Luna. La columna que escribía Pellicer se titulaba “Sinfonía”, una suerte de editorial que era muy esperada. En su primer número escribió: “A la enemiga más fundación nuestra, no le deseamos la persona de un periódico como Cara y amarguras, pero no son para Caretas los dichos que sufren y los géneros de todo trabajo que se pasan, desde que se concibe el terreno hasta que se lleva al proyecto de la práctica. Firma: Pellicer. Posta Eustaquio: Si no nos encontráis aquí en el número a la otra duda, buscadnos sin semana de ningún género en el hospital de San Loco, porque será que nos hemos completamente Roques”. Luis Agote, que descubrió el método de conservación de la sangre, visto por el dibujante peruano Julio Málaga Grenet, quien fue director de arte de la publicación La revista atravesó gran parte de la historia argentina: había nacido bajo el signo del liberalismo conservador; conoció la apertura democrática y la experiencia inédita de tres gobiernos radicales; después, fue testigo del primer golpe militar y transitó la década infame, antes de apagar sus rotativas a fines de 1939. Su primera redacción fue en San Martín 284, en 1902 se mudó a Bolívar 578 y luego se instaló en Chacabuco 151 hasta su cierre. Aún se conserva el edificio, que tenía taller propio, y servicios anexos, como peluquería. Marcó una revolución tipográfica, publicitaria y literaria en Buenos Aires. Fue la primera publicación que pagó las colaboraciones, introdujo el color, tanto en la tapa como en las publicidades, dio un claro predominio a lo gráfico sobre el texto y realizó una adecuada síntesis entre la realidad política, cultural y social, cubriendo eventos de crónicas sociales, pero sin escatimar la crítica. Los dos dibujantes que se destacaron en un comienzo fueron el español Manuel Mayol, que había estudiado en la Academia de Bellas Artes de Cádiz. Era un dibujante litógrafo que había trabajado en Don Quijote, donde firmaba con el seudónimo de Heráclito. Posteriormente regresó a España donde murió. El otro era José María Cao y Luaces, un gallego que una vez en Buenos Aires, a sus 23 años, se ganaba el pan haciendo caricaturas relámpago a los transeúntes de Paseo Colón. Trabajó en diversas publicaciones y en Caras y Caretas estuvo hasta 1912. Juan Vucetich, quien desarrolló un sistema de identificación de las personas, según José María Cao, en un dibujo de 1903 Por sus notas sobre política nacional, internacional, economía, artes, ciencias, cultura, la convertía en una revista popular y variada. Fue la primera en publicar historietas en el país, la iniciadora del empleo de la fotografía en sentido periodístico, y además las fotos salían con firma. Todos cayeron en la volteada, oficialismo y oposición. Había mucha libertad para ironizar sobre los gobernantes y los políticos del momento, que salían brillantemente dibujados, sin que hubiera una reacción del poder de turno. Había una especial tolerancia hacia el humor político entendido dentro de una concepción de pluralismo democrático. Los primeros números eran de 24 páginas pero con el correr del tiempo llegarían al centenar. Entre los dibujantes se destacaron, por ejemplo, el uruguayo Aurelio Giménez, Hermenegildo Sabat (el abuelo del talentoso dibujante de Clarín); Ramón Columba, quien se hizo conocido por caricaturizar al gobernador Marcelino Ugarte como el Petiso Orejudo, el asesino serial de niños; los españoles Cándido Villalobos y Francisco Redondo -autor de la primera historieta cómica hecha y publicada en el país “Sarrasqueta y Obes”- y Mario Zavataro, famoso por sus caracterizaciones de los gauchos. Antes de descubrir su veta artística, había sido luchador y juez de paz. Casi todos publicaron en sus páginas. Banchs, Cané, Del Valle Inclán, Joaquín González, Lugones, Payró, Rodó, Darío, entre muchísimos más. El jefe de fotografía era Salomón Vargas Machuca y el responsable de los reporteros gráficos Modesto San Juan. Desde el número 7, la revista vendía copias de las fotografías publicadas, y pagaba cinco pesos aquellas de sucesos o de temas curiosos captados por aficionados. Una tapa de sus últimos años. Es del 30 de julio de 1938, donde: el canciller argentino Cantilo invita a los representantes paraguayo y boliviano a suscribir la paz al finalizar la Guerra del Chaco En sus comienzos, a Roca lo tomaron de punto tanto con su política económica, social y exterior. También criticaba la administración municipal e hizo causa común con la gente, como cuando criticó la aparición del tranvía, al que asoció a los peores males. Ya entonces se hablaba de corrupción política: “¡No se achique, dotor… Si 20.000 pesos no son ni esto pa un diputado que solo con hacers’ el sonso de ocasión en ocasión, ¡gana más pata en una semana qu’ el mesmo Anchorena en jna año! ¡P’cha si yo juera del Congreso!...! escribía Correa Luna. Siempre los diputados fueron blanco de críticas. Tampoco se salvó Figueroa Alcorta o los que vinieron después, como Hipólito Yrigoyen, a la par que incluían la novedad de fotografías tomadas en los campos de batalla de la primera guerra mundial. Aplaudió el golpe militar del 6 de septiembre de 1930. Luego, empezaron a mermar las notas políticas para darle más espacio a los textos literarios. A partir de 1904 organizó concursos, tanto para niños como para adultos, donde por lo general los participantes debían enviar sus dibujos sobre diversos motivos. En 1936 en Radio Belgrano, que en ese entonces competía por el primer lugar con Radio El Mundo, tenía su programa los lunes a las 13:45 horas. En 1903 Pellicer se había ido de la revista porque consideraba se había desnaturalizado su idea original. Pretendía una publicación de batalla, lejos de la gran empresa comercial a la que iba en camino. En 1904 fundó “P.B.T. Semanario Infantil para Chicos de 6 a 80 años”, muy similar a Caras y Caretas. Lo curioso fue su tamaño: 23 por 13 centímetros. En 1909 dejó la actividad y se dedicó a la explotación ganadera en Las Flores, y cuando con el campo no le fue bien, volvió a la revista, de la que se fue definitivamente en 1917. Murió el 23 de diciembre de 1937 y su obituario en la publicación que él había fundado solo ocupó un tercio de la página 75 de la edición del 1 de enero de 1938. Caras y Caretas siguió en la calle hasta el 7 de octubre de 1939, luego de editarse 2139 números. Cuando el periodista Juan José de Soiza Reilly -veterano de la revista- lo visitó en 1912 en su quinta de Villa Loreto, en Banfield, le preguntó por qué seguía escribiendo y trabajando, pudiendo quedarse tranquilo en su quinta. “Necesito ganarme la vida. Los ‘quinteros’ únicamente en España pueden vivir de rentas”. Lo decía ese ameno conversador que tenía un profundo conocimiento de los hombres y cuya vida había transitado en esa maravillosa montaña rusa que es el ejercicio del periodismo.

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