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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 08/10/2025 04:41
Durante más de un siglo, la familia O’Leary fue señalada injustamente como responsable del incendio más devastador de Chicago (Chicago History Museum) Corría 1997 cuando el Ayuntamiento de Chicago, luego de un largo debate de sus concejales, anunció la medida con total seriedad: había decidido exonerar a la señora Catherine O’Leary y a su vaca de la acusación sostenida durante más de un siglo que las señalaba como responsables de haber iniciado la noche del 8 de octubre de 1871 el incendio más devastador de la historia de la ciudad, cuando el fuego destruyó nueve kilómetros cuadrados de construcciones, mató a trescientas personas y dejó a otras cien mil sin techo. Cuando se produjo el incendio, desde un principio los diarios de la ciudad –una de las más populosas de la época en los Estados Unidos– acusaron a O’Leary y a su bovino de haber provocado el desastre. Según la versión más difundida: el foco inicial del fuego tuvo lugar en el granero de madera de la familia luego de la vaca lechera de Catherine pateó un farol de querosene encendido, las llamas se devoraron toda la construcción y luego se expandieron hacia las casas vecinas, pero dejaron indemne la vivienda de los O’Leary. Catherine y su esposo Patrick pasaron el resto de sus vidas cargando ese estigma, tanto que debieron mudarse a otro barrio y se cambiaron el apellido por el de Walsh. “La familia todavía está enojada por cómo la trataron. Ella no se merecía eso. Tenían que culpar a alguien y por los prejuicios de la época eligieron a unos inmigrantes irlandeses. Las caricaturas de los periódicos la hacían parecer una borracha irlandesa”, dijo Peggy Knight, tataranieta de Catherine, al conocer la resolución del ayuntamiento. De la misma opinión es el actual vicepresidente del Museo de Historia de Chicago, John Russick: “Los inmigrantes irlandeses a menudo se consideraban la escoria de la sociedad estadounidense en la década de 1870. Eran blanco fácil”, dijo al inaugurar una exposición interactiva en la que los visitantes pueden maniobrar alrededor de una simulación del fuego para seguir su trayecto. En cambio, la resolución del Ayuntamiento no mencionó al hombre que señaló al granero de los O’Leary como el lugar donde comenzó el fuego, el conductor de un carro de caballos llamado Daniel Sullivan, más conocido como “Pet Leg” Sullivan porque tenía una pierna de palo. En su declaración durante una audiencia del Departamento de Bomberos de Chicago, dijo que había visto el fuego desde la casa de un vecino, pero la reconstrucción demostró que era imposible ver el granero desde ese lugar. Sullivan, hombre propenso a besar en demasía el pico de la botella, era enemigo declarado de los O’Leary y ya por entonces hubo quienes lo acusaron a él de haber provocado el incendio lanzando un cigarro encendido en la muy inflamable construcción donde la familia irlandesa guardaba sus granos y sus animales. Hubo también otras versiones. Una que tuvo peso en su momento sostenía que el fuego se había originado cuando el cometa Biela se partió en pedazos durante su paso cerca de la Tierra y cayeron fragmentos altamente inflamables que explotaron al impactar contra el suelo, lo que no solo provocó el incendio de Chicago sino otros que también se produjeron esa noche en lugares tan alejados como Wisconsin y Michigan. Haya sido obra de una vaca torpe, de un borracho resentido o de un fenómeno estelar, porque en realidad nunca se pudo establecer con certeza dónde y cómo se inició el fuego, el gran incendio de Chicago marcó un antes y un después en la historia de la ciudad que, al resurgir de sus cenizas, cambió radicalmente sus reglamentaciones para la construcción. El incendio de Chicago destruyó nueve kilómetros cuadrados, dejó 300 muertos y 100.000 personas sin hogar (Chicago History Museum) El gran incendio En octubre de 1871, Chicago era la cuarta ciudad más grande de los Estados Unidos, con más de 334.000 habitantes. Más de 60.000 edificios, el 90% de ellos construidos con madera, se apiñaban dentro sus límites, junto con cientos de kilómetros de calles y aceras de madera. La ciudad también era el centro de la carpintería del país, sede de docenas de empresas de fabricantes de muebles y de aserraderos. El verano que recién acababa había sido inusualmente seco, durante el cual solo habían caído 2,5 centímetros de lluvia. La madera de las construcciones estaba reseca, lo que las convertía en fácil alimento para las llamas. Por eso el fuego se propagó muy rápidamente y se convirtió en un enemigo imposible de controlar para el Departamento de Bomberos, que solo contaba con 185 hombres y apenas 16 autobombas a vapor. El fuego se inició a las 9 de la noche y la respuesta inicial de los bomberos fue mala, debido a que por un error se los envió a un lugar equivocado, lo que le dio más tiempo al fuego para expandirse. A eso se sumó el agotamiento de los hombres, que en las últimas semanas, debido a la sequía, habían tenido una gran actividad combatiendo varios focos de fuego en la región. Todos estos factores se combinaron para convertir un pequeño incendio de granero en una gran tragedia. Cuando los bomberos finalmente llegaron a la calle DeKoven, donde estaba el granero de los O’Leary, el incendio había crecido y se había extendido a los edificios vecinos y avanzaba hacia el distrito central. Los bomberos esperaban que la rama sur del río Chicago y un área que previamente incendiada actuaran como un cortafuegos natural, pero, a lo largo del río había patios de madera, almacenes, depósitos de carbón, barcazas y numerosos puentes que alimentaron aún más las llamas. A medida que avanzaba el fuego, el viento desde el suroeste se intensificó y comenzó a mover grandes masas de aire caliente, lo que provocó que las estructuras se incendiaran por el calor del aire y por el arrastre de escombros, consecuencia directa de la intensidad el viento. El incendio se propagó rápidamente por la sequía, la abundancia de madera y la falta de recursos del cuerpo de bomberos (Centro Cultural de Chicago) Del otro lado del río Alrededor de la medianoche, los escombros en llamas atravesaron el río propagando el incendio al noreste. Con el fuego al otro lado del río y avanzando rápidamente hacia el corazón de la ciudad, comenzó el pánico. El alcalde Roswell B. Mason envió mensajes a las ciudades más cercanas pidiendo ayuda. La situación empeoró todavía más cuando el aire sobrecalentado entró en contacto con aire más frío en las alturas y produjo remolinos de fuego que produjeron un efecto de tornado que arrastró escombros encendidos hacia zonas de la ciudad que todavía no habían sido afectadas. Otro factor que jugó un papel en la rápida propagación del incendio fue la cantidad de desechos inflamables que se habían acumulado en el río tras años de métodos de eliminación inadecuados utilizados por las industrias de la ciudad. Poco tiempo después de que el fuego saltara al río, el incendio se propagó al servicio de obras hidráulicas de la ciudad y en cuestión de minutos el interior del edificio se vio envuelto en llamas y quedó destruido, lo que provocó que las principales tuberías de agua se secaran y la ciudad quedara impotente para combatir el fuego que seguía propagándose de un edificio a otro. “Fue un huracán de fuego y cenizas”, declaró después el jefe de bomberos de la ciudad, Robert A. Williams. Durante las siguientes treinta horas las llamas avanzaron sin control por la ciudad y solo se detuvieron la mañana del 10 de octubre cuando estalló una fuerte tormenta que hizo lo que había sido imposible para los bomberos: apagar el fuego. Aún así, durante las siguientes 48 horas, hubo barrios a los que los grupos de rescate no pudieron entrar debido a las altas temperaturas. La reconstrucción de Chicago tras el incendio impulsó nuevas normas edilicias y el auge de la arquitectura moderna Una ciudad nueva Si bien el incendio devastó el centro y la zona norte de Chicago, los corrales y aserraderos de las zonas sur y oeste permanecieron intactos. Los daños fueron calculados en alrededor de 200 millones de dólares, y la reconstrucción comenzó casi de inmediato, con nuevas medidas edilicias que excluyeron a la madera como principal material de construcción. Una multitud de arquitectos de primer nivel se hizo cargo del diseño de los nuevos edificios. Entre ellos se contaron Luis Sullivan, Dankmar Adler, William Holabird, Daniel H. Burnham, John Wellborn Root y, sobre todo, William Le Baron Jenney, que se quedó en la ciudad durante casi toda la década de 1880 para diseñar una nueva generación de edificios aún más altos en el centro. En la nueva planificación urbana, los grandes almacenes y las oficinas se concentraron en la zona central, y el crecimiento industrial a lo largo de los ramales del río y las líneas ferroviarias fue vertiginoso. Diez años después del incendio Chicago era una ciudad prácticamente nueva, con más de medio millón de habitantes. La historia de la vaca y el farol fue inventada por un periodista décadas después para hacer más atractiva la crónica del incendio (Chicago History Museum) La vaca exculpada Debió pasar más de un siglo para que alguien investigara a fondo la versión más difundida sobre el foco original del gran incendio de Chicago. Quien se tomó el trabajo, por pura curiosidad pero a conciencia, fue el abogado de una compañía de seguros de la ciudad. En 1997, después de revisar el testimonio del carretero “Pet leg” Sullivan llegó a la conclusión de que su declaración ante el Departamento de Bomberos había sido totalmente falsa. En su testimonio, Sullivan dijo que estaba fumando una pipa frente a la casa de un hombre llamado William White cuando vio el incendio en el granero de los O’Leary y corrió a pedir ayuda gritando “¡Fuego!”. Al revisar los registros de propiedad de la época, Bales pudo determinar la distribución de las casas, los graneros y las cercas en 1981 y al mapear la zona descubrió que Sullivan no pudo ver el incendio desde el lugar donde dijo que estaba porque otra casa le habría impedido la vista. Además, debido a su pata de palo, Sullivan no podía correr muy rápido, lo que hacía increíble su afirmación de que había corrido más de cincuenta metros para intentar apagar el fuego y que, al no lograrlo, escapó para no quedar atrapado por las llamas. Para Bates, los hechos habrían ocurrido de otra manera: que Sullivan no estaba frente a la casa de Whote sino en el granero y que él mismo –a propósito o por accidente– provocó el incendio y huyó de inmediato. Cuando vio que gran parte de la ciudad había quedado arrasada por las llamas y que los muertos se contaban por centenares, decidió testificar para que Catherine O’Leary cargara con la culpa. “Estoy 100% convencido de que Daniel Sullivan inició el incendio”, escribió Bates en el artículo donde describe su investigación. La falsa versión de Sullivan se propagó al calor de los prejuicios de la época contra los inmigrantes irlandeses y encontró un aliado de fuste en Michael Ahern, un periodista que, cuatro décadas después de los hechos, reconoció haber inventado la historia de la vaca que derribó el farol de querosene para que su crónica del incendio resultara más atractiva para los lectores.
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