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CABA » Plazademayo
Fecha: 06/10/2025 15:23
En un intento por justificar la salida de Espert, Javier Milei cometió un nuevo sincericidio en televisión: afirmó que fue “el primer Presidente que tomó la decisión de que Cristina Kirchner vaya presa”. La frase reavivó las críticas por la falta de respeto a la división de poderes. Una vez más, Javier Milei volvió a cruzar los límites institucionales en una entrevista televisiva. En medio de una extensa explicación sobre la renuncia del diputado José Luis Espert a su candidatura, el presidente se desvió del tema y terminó realizando una afirmación que sacudió el tablero político: “Esto es la venganza porque soy el primer Presidente que tomó la decisión de que vaya presa”, en referencia directa a Cristina Fernández de Kirchner. El periodista que lo entrevistaba intentó corregirlo al recordarle que el Poder Ejecutivo no puede ni debe intervenir en las decisiones del Poder Judicial. Sin embargo, la frase ya había quedado registrada, confirmando una línea discursiva que no es nueva en el mandatario, pero que ahora se expresó con una crudeza inédita. Una declaración que erosiona la división de poderes Las palabras de Milei no solo alimentaron la polémica mediática, sino que también reavivaron el debate sobre la injerencia del Ejecutivo en el ámbito judicial, un tema sensible en cualquier democracia. La idea de que un presidente pueda “decidir” el destino judicial de una figura política, incluso tratándose de una adversaria histórica como Cristina Kirchner, vulnera uno de los principios esenciales del sistema republicano: la independencia judicial. Esta declaración se da en el contexto de la renuncia forzada de José Luis Espert a su candidatura, presuntamente por el escándalo de narcofinanciamiento, hecho que Milei calificó como parte de “una operación de los kukas”. En su intento por justificar la situación, el presidente terminó hilando una narrativa de persecución que lo colocó, según su visión, como víctima y protagonista de un supuesto ajuste de cuentas. Más allá del contenido político, el sincericidio genera preocupación institucional. Lo que algunos consideran una estrategia comunicacional disruptiva, para otros representa un peligroso desconocimiento —o desprecio— por los límites del poder presidencial.
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