06/10/2025 10:58
06/10/2025 10:58
06/10/2025 10:57
06/10/2025 10:57
06/10/2025 10:57
06/10/2025 10:57
06/10/2025 10:57
06/10/2025 10:56
06/10/2025 10:56
06/10/2025 10:55
» Comercio y Justicia
Fecha: 06/10/2025 09:05
Autodiagnóstico con IA: el espejismo de hablar con un experto Por Evangelina Belén Mollar * Exclusivo para Comercio y Justicia Durante años, las personas han recurrido a internet para intentar descifrar sus síntomas de salud. La práctica es tan común que incluso existe un término médico para describirla: cibercondría, esa ansiedad que provoca leer, en foros o buscadores, que un dolor de cabeza podría ser desde una tensión muscular hasta un tumor cerebral. Si bien los riesgos de esta búsqueda indiscriminada de información ya eran evidentes, lo que ocurre hoy con la irrupción de la inteligencia artificial (IA) marca un cambio de paradigma mucho más profundo. Hoy, no solo “leemos información” en la red: dialogamos. Los sistemas de IA responden en un lenguaje claro, cercano y estructurado, generando en los usuarios la sensación de estar frente a un otro con autoridad. La diferencia es sustancial. Google nos muestra una lista de páginas y es el usuario quien filtra, contrasta y decide en qué confiar. La IA, en cambio, ofrece una respuesta única, pulida y convincente. Esa forma conversacional hace que muchos interpreten que están frente a una especie de médico virtual, una eminencia en la materia. Este fenómeno puede ser útil: una persona aislada, sin acceso inmediato a un centro de salud, puede obtener orientación básica, aprender a diferenciar un síntoma leve de una urgencia y decidir consultar a tiempo. Pero el riesgo está en que esa misma persona otorgue a la IA una autoridad que no tiene, creyendo que está recibiendo un diagnóstico profesional. Aquí entra en juego la bioética, que aporta un marco imprescindible para pensar estos desafíos. No se trata de frenar la innovación, sino de reflexionar sobre cómo debe usarse y regularse. La bioética nos recuerda que: -La dignidad del paciente debe estar en el centro. Nadie debería depender exclusivamente de una máquina para comprender o decidir sobre su salud. -El consentimiento informado digital es clave: los usuarios deben saber claramente que la IA no es un médico y que sus respuestas no reemplazan una consulta profesional. -La justicia en el acceso a la salud implica que la IA puede ser un puente de equidad, pero no debe convertirse en un sustituto barato en comunidades vulnerables donde no hay médicos disponibles. La responsabilidad ética de los desarrolladores es ineludible: quienes diseñan estas herramientas tienen que garantizar transparencia, explicabilidad de los resultados y sistemas de alerta que inviten a la consulta médica ante síntomas graves. Un ejemplo reciente lo ilustra bien: en foros de usuarios de sistemas de IA, hay quienes aseguran que “su médico digital” les sugirió diagnósticos mucho más claros que su médico de cabecera. El problema no está en que la IA pueda dar información certera -porque muchas veces lo hace-, sino en que ese espejismo de eminencia puede llevar a la automedicación, la demora en consultas urgentes o la toma de decisiones médicas sin supervisión humana. La medicina, nos recuerda la bioética, no es solo diagnóstico técnico. Es también acompañamiento, empatía, escucha y contención. Elementos que ninguna inteligencia artificial, por sofisticada que sea, puede reemplazar. El desafío que tenemos por delante no es si usamos o no IA en salud, sino cómo la usamos. Una herramienta poderosa puede ser un aliado en educación sanitaria y prevención, siempre que los límites sean claros. Pero si dejamos que se transforme en “la voz de una eminencia digital”, corremos el riesgo de confundir diálogo humano con algoritmo. En definitiva, la IA puede ayudarnos a comprender mejor nuestro cuerpo y nuestros síntomas. Lo que no debemos olvidar es que detrás de la pantalla no hay un médico, ni un sabio, ni un experto en carne y hueso: hay un sistema que organiza datos y los devuelve de manera convincente. Ahí es donde la bioética nos recuerda que la verdadera compasión y responsabilidad están en poner la tecnología al servicio del ser humano, y no al revés. (*) Abogada. Especialista en Bioética. Integrante del comité de Bioética del Incucai (antes, de la SAU y del Hospital Vélez Sarsfield). Directora Regional para Latinoamérica, división Bioethx, Aquas.inc. (Washington DC). Consultora.
Ver noticia original