05/10/2025 22:56
05/10/2025 22:56
05/10/2025 22:55
05/10/2025 22:54
05/10/2025 22:54
05/10/2025 22:54
05/10/2025 22:53
05/10/2025 22:53
05/10/2025 22:53
05/10/2025 22:52
» Pagina16
Fecha: 05/10/2025 21:08
(*) Por Nicolás Marchiori La democracia se sostiene, en última instancia, por la confianza. Y cuando esa confianza se rompe, una sociedad entera queda a merced de los hipócritas que la corroen y los cínicos que la arrasan. Resistirlos no es solo un deber político: es una exigencia moral de supervivencia. Esa fisura entre lo dicho y lo hecho adopta dos formas distintas: la hipocresía y el cinismo. En ambos casos se traiciona a la verdad. En el debate político se hace palpable y fácilmente verificable la mentira y la inconsistencia entre el discurso político (promesas, valores, ideología) y sus acciones (conductas, cumplimiento de compromisos asumidos y vida personal). A lo largo de la historia se ha podido observar que la política está llena de discursos hipócritas y acomodaticios, sustentados en la mentira y en medias verdades. Desde siempre, los dilemas éticos en la actividad política han sido tema de discusiones y deliberaciones filosóficas. Ahora bien, pese a lo que se ha extendido a la opinión pública, la política no es en sí misma, ni sucia ni hipócrita, son quienes ocupan cargos públicos y posiciones relevantes los que la denigran al utilizar la mentira como instrumento de defensa y al ocuparse de sus propios intereses y no de los ciudadanos; de ahí que, con justa razón, éstos se sientan engañados, defraudados, y critiquen su hipocresía. Calificar a alguien de hipócrita es tal vez el peor calificativo para describir a una persona y una de las peores críticas que se puede hacer a alguien. Lo importante no es el adjetivo que califica, sino si esa persona que en su conducta se comporta con lo que el adjetivo significa. Esa era la intención de Moliêre en “Le tarfuffe ou l’Imposteur”, una de las más conocidas comedias: mostrar a un farsante en acción, mostrar cómo un hipócrita puede destruir los valores de la sociedad; mostrar la personalidad compleja y los conflictos internos de alguien que se transforma en hipócrita, mostrar la máscara de la verdad detrás de la que se esconde la mentira y no confundir la apariencia con la realidad. El profesor de Ciencias Políticas en Cambridge, David Runciman, en su obra “La hipocresía política”, realiza un agudo análisis sobre el problema intemporal de la posibilidad de la verdad en la vida política; en ella sintetiza que la hipocresía es la máscara con la que se disfrazan y esconden todos los que, desde Hobbes hasta nuestros días, detentan el poder por el poder. El hipócrita es el que necesita mantener una fachada de rectitud. Parafraseando a François de La Rochefoucauld, “la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud”. Quien es hipócrita reconoce, aunque sea tácitamente, que existen valores que debe aparentar. De ahí su estrategia: hablar de democracia mientras la restringe, predicar la austeridad mientras goza de privilegios, invocar justicia mientras consolida la desigualdad. La hipocresía envenena la confianza pública. El cínico, en cambio, no necesita máscaras, se complace en exhibir la mentira. Hannah Arendt advirtió en su obra “Verdad y política” que lo más peligroso no es la mentira aislada, sino la creación de un clima en el que la verdad deja de importar. Ese clima es el que propaga el cinismo. En la política actual, esto se refleja en el dirigente que responde con un “ellos también robaban” ante las pruebas de corrupción; en el empresario que defiende la desigualdad como ley natural amparándose en la brutal falacia de “las reglas del mercado”. A diferencia del hipócrita, que aún teme ser desenmascarado, el cínico convierte el desenmascaramiento en un gesto de orgullo. La hipocresía degrada porque traiciona lo que proclama y el cinismo destruye porque niega que haya algo que proclamar. El único antídoto frente a esto es devolver a la política su dignidad moral. En tiempos de cinismo, recordar que la política puede ser un acto de servicio es un gesto verdaderamente revolucionario. Y en tiempos de hipocresía, la coherencia es el más alto de los valores que podemos esperar de la clase política. En la época de los políticos de TikTok y de los mensajes vacíos sin propuestas concretas, vemos que un vasto sector de la dirigencia política está más preocupada por las disputas internas y en conquistar espacios de poder que en solucionar los problemas de los ciudadanos de a pie. Están inmersos en una burbuja en donde tienen la convicción de que la agenda de la clase política es la agenda de la sociedad. Enceguecidos por el poder, día a día toman más distancia de la ciudadanía y acrecientan esa brecha que desemboca indefectiblemente en un divorcio entre la política y la sociedad. * * * La política como ordenador de la vida de la gente La construcción de una sociedad que trabaje por el bien común requiere de acuerdos y de proyectos a largo plazo. El diálogo es la herramienta fundamental que nos permite avanzar, poniendo los argumentos por encima de los intereses personales. La comunidad política es auténtica cuando existen vínculos reales y solidarios que, en medio de las diferencias, van más lejos de una superficial tolerancia o de respeto por las normas, sino que se realiza en la construcción colectiva de un nosotros que solo se hace posible desde el respeto por la dignidad de todo ser humano y la confianza en las instituciones. En la concepción filosófica de la Renovación, la política es el ordenador de la vida de la gente. Esto adquiere especial relevancia cuando vemos al país atravesado por la inestabilidad y el caos permanente, porque Misiones vuelve a demostrar que existe otra forma de gobernar: con responsabilidad, con eficiencia y sin perder el perfil humano, estando cerca de la gente. La aprobación del Presupuesto 2026 convirtió a Misiones, una vez más y por décimo año consecutivo, en la primera provincia del país en contar con la principal herramienta de gestión. Una forma de devolverle la confianza a la gente y brindar previsibilidad y certidumbre ante un escenario de caos nacional. Lo sucedido en las reuniones de comisión y en el posterior debate de la Ley de Leyes, configura un clivaje de clase orden/caos marcado por la polarización entre un oficialismo que luce firme y robusto frente a una oposición hipócrita y cínica que hizo trizas su capital político y la confianza de la sociedad misionera. El presupuesto 2026 refleja las exigencias actuales del pueblo misionero, las cuales se pueden resumir en la necesidad imperiosa de un Estado más eficiente que les haga la vida más simple y que no los abandone. La señal es clara: más de 4 billones de pesos, de los cuales casi un 70% serán destinados a la inversión social (salud, educación y contención social), acompañado de obras de infraestructura estratégicas para potenciar el desarrollo de los pueblos. La hoja de ruta marcada por el presupuesto 2026 no es algo menor: en un escenario nacional marcado por el derrumbe de la coparticipación (en septiembre para significó una caída del 10% para Misiones) la decisión política de priorizar al pueblo por encima de los números fríos adquiere un valor aún mayor. El gobernador Passalacqua lo resumió en una idea que sintetiza la impronta del Modelo Misionero: equilibrio fiscal con equilibrio social. Esto se traduce en un Estado suficiente que no abandona a nadie, que no se desentiende de los problemas y que no le da la espalda a quienes más lo necesitan. Y en ese marco, lo expresado con contundencia por Oscar Herrera Ahuad retumbó con fuerza: “darle la espalda a este presupuesto es darle la espalda a los misioneros”. Una frase que expone con crudeza lo que significó la actitud de la bancada de la UCR, integrada por “Pepe” Pianesi, Francisco Fonseca, Lilia Torres, Rosi Kurtz y Gladys Cornelius, a los que se sumó el iracundo y polémico legislador expulsado del PRO, Miguel Orlando Nuñez. Lo cierto es que mientras a nivel nacional reclaman sostener al Hospital Garrahan y el financiamiento universitario, acá en Misiones, con un doble discurso vergonzoso rechazaron el presupuesto que garantiza atención médica, hospitales y escuelas. El Presupuesto garantiza un equilibrio entre las demandas sociales y las capacidades financieras de la provincia, todos saben con qué recursos contará y cómo se van a utilizar durante el ejercicio financiero 2026. Un detalle no menor en un país que no cuenta con un presupuesto aprobado desde el año 2023 y donde las provincias padecen la discrecionalidad de la asignación de recursos. El modelo misionero se regenera permanentemente y demuestra una capacidad de adaptabilidad que le permite avanzar aún en escenarios de caos marcados por la imprevisibilidad y la incertidumbre. En lo que respecta a la gestión, fue noticia en la semana la prórroga de todos los Programas Ahora, hasta el 31 de diciembre. Se trata de una herramienta fundamental que llega al bolsillo de las familias misioneras y sostienen el consumo en cada rincón de la provincia. Allí donde el Gobierno Nacional se repliega, la Provincia avanza con alianzas estratégicas con bancos y comerciantes para defender la economía de los misioneros. Otra de las noticias salientes de la semana fue la ampliación de la “Zona Franca Puerto Iguazú” hacia las ciudades de Posadas y Bernardo de Irigoyen. Una conquista estratégica de Misiones que, además de crear más de 500 puestos de trabajos directos, abre en el norte y sur de la provincia las puertas al comercio internacional y genera oportunidades económicas para reducir el impacto de las asimetrías con los Paraguay y Brasil. (*) Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Especializado en Comunicación de Gobierno y Electoral. Becario de la Fundación Konrad Adenauer (Alemania) y del Centro de Análisis y Entrenamiento Político (Colombia).
Ver noticia original