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  • Normalizar lo anormal

    Colon » El Entre Rios

    Fecha: 05/10/2025 08:30

    El gobierno está en proceso de acumulación de escándalos de alto voltaje: el caso $LIBRA, los audios del Director de Discapacidad Diego Spagnuolo y, ahora, la revelación de que, durante la campaña electoral de 2019, el diputado libertario José Luis Espert recibió financiamiento por parte de un narcotraficante. No nos corresponde decidir si todas estas sospechas, con tufillo a actos de corrupción, son verdaderos. Sin embargo, para una sociedad harta de la política, son verosímiles. Quizás lo sean por la forma en que se han defendido los sospechados: por un lado, por los acusados calificándose a sí mismos de incautos que obraron de buena fe; por el otro, por destacar que estas son maniobras para alterar la campaña electoral, ya que no fueron reveladas ni hechas públicas cuando ocurrieron. A ese tipo de explicaciones se lo conoce como mear fuera del tarro. ¿Es una disculpa suficiente la candidez, o el uso oportuno de la información? Si los hechos ocurrieron tal como la sociedad parece sospechar que ocurrieron, deberán ser investigados como si los hubiera cometido cualquier otro ciudadano. Defenderse atacando al mensajero no parece una buena estrategia. Parece tan infantil como escudarse en que “todos lo hacen”, y hacerlo uno por esa extraña razón. Pero vivimos tiempos en los que se pretende normalizar lo que no es normal. Las dos últimas lecturas del Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) acumularon una baja de 21%: de 50% de confianza se pasó a 39%. La última lectura, hecha a comienzos de septiembre, se condijo bastante bien con los resultados en las elecciones de las provincias de Buenos Aires y Corrientes. Con perspectiva, luce equivocada la estrategia de hostigar a aliados y opositores por igual, de ningunear al Congreso y pretender gobernar imponiendo DNUs y vetos, y de manipular variables de la economía para mantener la inflación a raya. Los reveses electorales, la caída en el ICG y el estancamiento de la economía amenazan el resultado del 26 de octubre y sugieren una segunda mitad del mandato de Milei que será distinta a la que probablemente imaginaba quien pergeñó la campaña. Habrá que ver si Milei tiene la flexibilidad suficiente como para volver atrás. Las ideas de libre mercado y parecer ajeno a la política son las cosas que lo impulsaron hasta la Casa Rosada en 2023. No llegó por parecerse a los demás, que es lo que ocurrió este año. Hacer lo que hacen todos: ese fue el pecado de Milei en 2025. Sólo se mantuvo férreo el superávit fiscal, pero la gente parece decirle que con eso solo no se come, no se cura, ni se educa. Ni se garantiza el pago de la deuda externa, le dicen los inversores globales, porque el superávit en pesos no consigue ser transformado en dólares. Todo apunta a que habrá un cambio de rumbo en varios aspectos de la política económica y de la relación con aliados y opositores después de la elección del 26 de octubre. Lo pide el FMI, lo pide el Tesoro y lo pide la economía. Quizás haya que asumir otro costo en popularidad, pero será hacer lo que hacen los países normales, y dejar de hacer las anormalidades a las que no ha acostumbrado Argentina. Fuente: El Entre Ríos

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