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» El siglo web
Fecha: 04/10/2025 20:16
La notificación de Estados Unidos sobre un «conflicto armado» con carteles y las denuncias de Venezuela elevan la alarma de una confrontación militar. El tambor de guerra en el Caribe suena con un ritmo inusitado y la tensión entre Estados Unidos y Venezuela alcanza picos históricos. Lo que comenzó como un despliegue naval antinarcóticos se ha transformado en un jaque estratégico con implicaciones que exceden las aguas territoriales. En un movimiento que muchos analistas califican de «ruptura de patrones», la administración de Donald Trump notificó al Congreso de su país que se encuentra en un «conflicto armado no internacional» con los carteles de la droga. Esta declaración legal, lejos de ser un mero trámite burocrático, abre la puerta a acciones militares más directas y de mayor envergadura, incluyendo la posibilidad de operar en territorio extranjero. Desde Caracas, la respuesta no se hizo esperar. El ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino López, denunció la presencia de aviones de combate F-35 estadounidenses sobrevolando cerca de las costas del país. Padrino López calificó el acto como una «provocación y una amenaza a la seguridad nacional», instando a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana a mantenerse alerta. El régimen de Maduro, consciente de la escalada, ha reforzado la presencia militar en regiones costeras y ha ordenado la movilización de milicianos, preparando a la nación para lo que perciben como una agresión inminente. El «Cartel de los Soles» y la larga sombra de Washington El conflicto actual no surge de la nada. Washington ha señalado durante años a altos funcionarios del gobierno venezolano de estar involucrados en el tráfico de drogas, denominando a la presunta red como el «Cartel de los Soles». Bajo esta premisa, Estados Unidos ha emitido órdenes de arresto y ofrecido millonarias recompensas, incluyendo una por el propio Nicolás Maduro, a quien acusa de ser un líder clave de la organización. Sin embargo, este señalamiento es un punto de profunda controversia. Mientras Washington lo usa para justificar sus operaciones, otros actores, como el presidente colombiano Gustavo Petro, han negado públicamente la existencia del cartel. Históricamente, la relación entre Estados Unidos y Venezuela ha estado marcada por la desconfianza. Tras la ruptura de los lazos de cooperación militar con la llegada de Hugo Chávez al poder, la vigilancia de la DEA en el país se redujo drásticamente. Esto, según expertos, permitió a ciertos oficiales militares adentrarse en negocios ilícitos. Sin embargo, el gobierno venezolano ha rechazado categóricamente estas acusaciones, afirmando que no hay cultivos ni carteles en su territorio y que la narrativa del narcotráfico es una «excusa ficticia de la extrema derecha» para derrocar a gobiernos que se oponen a sus intereses. Este discurso ha sido una constante en la retórica oficial, que siempre ha calificado las acciones de Washington como «agresiones imperialistas». Del Mar Caribe a las costas de Venezuela El despliegue militar estadounidense en el Caribe, que incluye el envío de destructores de misiles guiados y aviones de combate, ha sido presentado como una intensificación de la lucha global contra el narcotráfico. Sin embargo, estas operaciones, que han resultado en la destrucción de embarcaciones y la muerte de tripulantes sin que mediara captura, han sido cuestionadas por su legalidad. Expertos legales señalan el marco jurídico ambiguo de estas acciones, dado que Estados Unidos no está formalmente en guerra ni con Venezuela ni con los carteles como actores estatales. La Casa Blanca, al ser consultada sobre la posibilidad de ataques directos en suelo venezolano, ha respondido con una ambigüedad sugerente: «Ya lo descubrirás». Desde la perspectiva de Venezuela, el despliegue de aviones estadounidenses cerca de sus costas es visto como una escalada y una presión directa sobre la infraestructura del narcotráfico que presuntamente controla el régimen. Estas operaciones buscan generar fricciones internas en la estructura política y militar del país, abriendo la posibilidad de fracturas en el poder. Fracturas internas y el eco en Latinoamérica La escalada de la tensión tiene ramificaciones que van más allá de una simple confrontación entre dos naciones. A nivel interno, podría exacerbar las divisiones dentro del propio chavismo y generar una mayor “militarización” del país, con la consecuente suspensión de garantías constitucionales en respuesta a lo que el gobierno considera una amenaza a su soberanía. A nivel regional, las reacciones son dispares. Mientras que países como Brasil y Colombia han expresado su rechazo a la escalada militar, temiendo un desborde de violencia, otras naciones caribeñas han celebrado la acción estadounidense como un avance contra el crimen transnacional. La situación actual se asemeja a un ajedrez geopolítico en el que cada movimiento es calculado y lleno de simbolismo. La respuesta del régimen de Maduro, que incluye medidas como anunciar la Navidad de forma adelantada como un «gesto simbólico de resistencia», evidencia la naturaleza performativa del conflicto. La paranoia en el Palacio de Miraflores es palpable, y el entorno de Maduro está convencido de que una intervención estadounidense es inminente. El destino de Venezuela, en este escenario de alta tensión, parece depender del próximo movimiento en este peligroso juego de poder. fuente:mdzl
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