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Parana » Informe Digital
Fecha: 04/10/2025 16:35
El Gobierno y sus apoyos hicieron un denodado esfuerzo por repetir una y otra vez que la fugaz baja a cero de los Derechos de Exportación (DEX) a los granos benefició a los productores agropecuarios. Desde los encumbrados miembros del equipo del ministro de Economía, Luis Caputo, hasta los alcahuetes de turno en las redes sociales, el mensaje pretendió ser unívoco: el campo se benefició. Incluso hubo quien dijo que había que pedir perdón a los funcionarios por haber objetado la medida. Eso ocurrió pocos días después de que la exportación convalidara, en el mercado de granos, valores superiores a los ofertados en Chicago. “¿Ven que están pagando más?”, decían. Personas que jamás mostraron interés por los vaivenes del mercado de granos —un mercado con distintos momentos y necesidades de oferentes y demandantes, y que puede reflejar valores superiores a los internacionales de referencia— de pronto se volvían expertas. Todo para acallar las voces críticas. Hasta el propio presidente de la Nación, Javier Milei, atribuyó razones políticas a quienes cuestionaron la medida por la brevedad de la decisión, y presentó datos sobre valores más bajos previos al decreto 682. En rigor, tanto esfuerzo podría calificarse de vano. Si bien es cierto que hubo productores que lograron realizar ventas tanto en el disponible como en el forward, es más que evidente que no todos tuvieron la misma capacidad de reacción. También es cierto que el Gobierno dijo, al anunciar los DEX al cero, que la medida iba a estar vigente hasta el 31 de octubre o hasta que se alcanzaran DJVE por US$7000 millones, lo que ocurriera primero. Sin embargo, 24 horas antes del cierre de la medida ni los propios exportadores creían que la “canilla” se iba a cerrar apenas 72 horas después de anunciada. En lugar de recurrir a la cruda verdad, se intentó disfrazarla. Claramente, la medida fue adoptada ante una urgencia cambiaria, cuando las cotizaciones del dólar rompían los límites del techo de la banda fijada por el propio Gobierno y el riesgo país escalaba. Fue también una decisión tomada en paralelo con el respaldo de los Estados Unidos. “Había que mostrar que se estaba haciendo algo desde acá”, explicó una fuente cercana a las negociaciones. En todo caso, quedó en evidencia que cuando hay una emergencia y una turbulencia capaz de derribar todo, quien responde es el campo. Ni Vaca Muerta ni la minería, a la que tanto apoyo se le da con instrumentos como el RIGI, disponen de los dólares suficientes para cubrir el rojo. Por supuesto que las inversiones y el crecimiento de esos sectores son bienvenidos: el campo sufrió las dicotomías con otras actividades, como la industria, pero el “poder de fuego” del agro no se condice con la puesta en marcha de medidas de largo plazo que le permitan un salto productivo. El shock de los US$7000 millones obtenidos en pocos días no debería ocultar otros datos preocupantes difundidos en los últimos días. Por ejemplo, en la proyección sobre la cosecha de granos gruesos que presentó la Bolsa de Cereales de Buenos Aires para el ciclo 2025/26 se calculó que el área sembrada con soja retrocederá un 4,3%, hasta 17,6 millones de hectáreas, con un volumen de cosecha de 48 millones de toneladas. La caída se da a expensas del crecimiento de otros cultivos, como el maíz y el girasol, que exhibirían aumentos del 9,9% y 22,7% respectivamente. En conjunto, la cosecha de los principales cultivos llegaría a 142,6 millones de toneladas. “Estos 143 millones de toneladas no son tan distintos a los 140 millones de 2018-2019. Claramente no estamos en un proceso de crecimiento”, expresó Ramiro Costa, economista jefe de la Bolsa de Cereales porteña, y añadió: “cuando vemos la evolución de países competidores, como Brasil, nos damos cuenta de que estamos absolutamente estancados. La Argentina tendría que estar hablando de 150 o 155 millones de toneladas como normal, no 130 millones como en los últimos años”. En definitiva, el campo no está despegando como podría hacerlo. Y se sabe por qué: las retenciones están vivas. Si el Gobierno no puede hacer más porque las condiciones macroeconómicas no se lo permiten y debe aplicar medidas de emergencia para evitar que la situación estalle, sería preferible que hable con la verdad y no intente maquillar la realidad: quienes confían en que en el mediano plazo continuará bajando la presión tributaria lo seguirán apoyando. La gente no es tonta.
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