04/10/2025 18:52
04/10/2025 18:51
04/10/2025 18:50
04/10/2025 18:49
04/10/2025 18:49
04/10/2025 18:48
04/10/2025 18:48
04/10/2025 18:48
04/10/2025 18:48
04/10/2025 18:47
Parana » AnalisisDigital
Fecha: 04/10/2025 14:10
El presidente de la Asociación Israelita de Paraná, Daniel Soskin, poco antes de finalizar los Iamim Noraim (días de reflexión y encuentro comunitario), en el marco del servicio por Iom Kipur, dio un mensaje a la comunidad. Las celebraciones estuvieron a cargo del rabino Sebastián Vainstein, quien dio lugar a Soskin para pronunciar el mensaje que se transcribe, textual, a continuación. Querida comunidad: Estamos llegando al momento más sagrado de Iom Kipur, cuando las puertas del cielo están abiertas y nuestras plegarias llegan con más fuerza. Este es el instante en que miramos hacia atrás, hacia el año que pasó, pero también hacia adelante. Este año no ha sido uno más. El 7 de octubre de 2023 marcó un antes y un después en nuestra historia reciente. Fue un día de dolor, de horror y de pérdida para Am Israel. A partir de allí, vivimos la prolongación de la guerra, la angustia por los secuestrados, el duelo por los caídos y la incertidumbre por el futuro. Como judíos en la diáspora, sentimos la distancia, pero también la cercanía. La distancia física no nos quita la responsabilidad moral ni espiritual. Y, sin embargo, debo decirlo con honestidad: durante este tiempo, como comunidad, muchas veces no estuvimos a la altura. El compromiso fue débil, la participación escasa, y la indiferencia más fuerte de lo que debiera haber sido. Perdimos de vista valores fundamentales: el de la unión, el de la solidaridad, el de sentir que ser parte de esta kehilá es un privilegio y una bendición. Y en este momento particular me quiero referir a la indiferencia y a la vergüenza. Algunos pueden pensar, erróneamente, que es Israel quien sufrió el ataque aquel 7 de octubre de 2023. Les aseguro que no es así. En estos dos últimos años hemos recibido y estamos recibiendo el mayor ataque antisemita desde la Shoá. Casi no hay lugar en el planeta donde los judíos no estemos siendo atacados con la excusa del falsamente genocidio. Y a muchos les da vergüenza. No defienden en las redes, no participan de nuestros actos, hasta quizás agachan las cabezas. Y nos surge la duda, ¿será que el mundo está en lo cierto? ¿Los “sanguinarios judíos tenemos que liquidar a todo el pueblo palestino para satisfacer nuestro deseo de sangre como lo intentamos hacer previo a la inquisición”? ¿En serio dudan? La guerra de Israel la sufren sus habitantes, los jaialim (los soldados), los secuestrados. Pero también un templo religioso Londres en este mismo momento de Kipur con cinco muertos por atropellamiento, una cantante en el concurso Eurovisión, un futbolista israelí en la cancha del Valencia o en nuestro país en un viaje de egresados con cánticos para quemar judíos, también pegatinas en algunos comercios judíos de Paraná. Hoy el mundo debería pedirnos perdón. No fue una guerra iniciada por Israel. Se olvidan de eso. Hablé también de vergüenza. La vergüenza de expresarnos como sionistas, la vergüenza de alinearse con Israel, la vergüenza de portar pulseras o colgantes de los secuestrados y yo me pregunto: Acaso podemos sentir vergüenza de apoyar a los creadores del Pendrive, a los inventores del Waze, el riego por goteo, la cúpula de hierro y otros miles que solo enuncio para que googleen si quieren, OrCam, BabySense, EpiLady, MobileEye, Puerta de acero, HydroSpin, sacar agua del aire y que se yo, podría estar todo kipur sólo enumerando los increíbles beneficios regalados al mundo. ¿Acaso podemos sentir vergüenza del pueblo que le dio al mundo los 10 mandamientos, la ética, las bases para la democracia, las normas en las que derivan la mayoría de las leyes de todos los países del mundo? ¿Vergüenza de pertenecer al pueblo que sobrevivió a todas las persecuciones, intentos de exterminios, de acusaciones de todo tipo que se nos pueda ocurrir y a pesar de ello, el judío se destaca en todo el mundo, la mayor proporción de premios nobel en relación a la cantidad de judíos en el mundo? ¿Vergüenza sentimos? Orgullo deberíamos sentir. Defender al único estado judío del planeta debería ser obligatorio para todos aquellos que lleven un alma pura en su interior. ¿Cuáles son los aportes de nuestros enemigos? ¿Cuáles los aportes del resto de los países del mundo en proporción a Israel, una pequeña lenteja en el planisferio? ¿Y que se nos pide a los judíos que vivimos en la diáspora? ¿Como, desde 15 mil kilómetros de distancia podemos demostrar ese apoyo? Se nos pide algo que no sólo es sencillo sino maravilloso a la vez. Volver a las fuentes, a las raíces. Que nuestros chicos vuelvan a la escuela hebrea, vuelvan a la tnuá, vuelvan a los deportes en sioni, vuelvan al templo en shabat. Lo mismo que nuestros abuelos hicieron por nosotros al escapar de las persecuciones y de la guerra. Una kehilá fuerte y activa. ¿Y eso por qué? Porque el orgullo judío no viene por osmosis. Se adquiere aprendiendo, conociendo nuestra historia, haciendo grupos fuertes, amigos eternos, tatuarnos esa estrella de David en nuestros corazones desde chicos. Porque de esa manera nunca quedarán dudas de que lado de la historia debemos estar. Y lo mejor es que lo tenemos servido en bandeja de plata. En épocas pasadas, era la juventud la que movilizaba, ellos, los que hace casi 80 años removieron piedras y arena del desierto israelí para que sea una tierra habitable. La misma que cuando nos pusieron la bomba en argentina fueron los primeros en salir a la calle. ¿Y dónde está hoy esa juventud que no la vemos hoy? Esa juventud deberían ser nuestros hijos a los que cuando niños preferimos llevar a realizar cualquier otra actividad en vez de a la escuela hebrea. Podrían ser los que hace unos años dejamos que duerman hasta tarde un sábado vez llevarlos a compartir el espacio no formal de una tnuá con amigos. Quizás son los que por una equivocada idea de que con 8/10 o 12 años, serán proyectos de astros deportivos y los sacamos de sioni para que hagan los mismos deportes en otros clubes. Disculpen la franqueza. Seguimos sin entender que, desde los inicios de la historia del mundo, desde el mismo momento en que Moshé nos hizo pueblo, desde nuestras instituciones judías han salido lo mejor que existe y ha existido, una luz para las naciones, literal. Si pueden cerrar los ojos e imaginar atrás en el tiempo, solo observar lo que fueron nuestros padres, abuelos, bisabuelos hace mucho tiempo. Orgullo, valor, participación, ideales, continuidad dentro de nuestra tradición judía como formadora de sus personalidades y sus legados. Y no fue gratis. No no no. Ese gran orgullo costó la módica suma de 6 millones de hermanos en la shoá y hoy miles desde ese fatídico y terrible 7 de octubre. Pero sabemos ciertamente que nuestra historia nunca termina en tragedia, sino en esperanza. Siembre habrá un mañana. Nuestra comunidad no es un impuesto al que debemos abonar una cuota mensual. Nuestra comunidad no son edificios. Nuestra comunidad somos nosotros, la gente, nuestros niños, los jóvenes, los padres y abuelos, también aquellos que están enterrados y que nos brindaron esa posibilidad de tenerla. Dejemos de ser pasivos y recuperemos ese orgullo de pertenecer al mejor pueblo del mundo. No dejemos que nos acusen de todos los males del mundo sólo por sus incapacidades de resolver sus propios problemas y dejar que el chivo expiatorio se los solucione. No tenemos nada para sentir vergüenza, todo lo contrario. Orgullo. Volvamos a las fuentes, ayúdennos a reconstruir esa identidad que hasta en las peores situaciones nos ha hecho gigantes. Traigan nuevamente sus hijos y nietos a la escuela, a sioni. Vengan ustedes mismos al camping o a realizar deportes. A pesar de la percepción que puedan tener, no es la plata lo que pretendemos obtener de ustedes, lo que queremos es a ustedes, comunidad, integración, educación y principalmente que retorne esa identidad que nos devuelva el orgullo de pertenecer. Pero a pesar de todo lo que siento y veo, hay gente aun en nuestra kehilá que da lo más valioso que existe que es el tiempo y el esfuerzo. Y somos poquitos, pero tan fuertes, que mantenemos las mismas posibilidades comunitarias que hace más de 100 años, para que cada uno de ustedes lo puedan usar, vivir, integrar. Y, por esa razón, no quiero dejar de agradecer profundamente a aquellos pocos que sí estuvieron, que sostuvieron con fuerza y entrega, que no bajaron los brazos, que pusieron su tiempo, su esfuerzo, sus recursos y su corazón. A ellos, muchas gracias. Sin ustedes, mucho de lo que hoy tenemos no estaría en pie. No voy esta vez a nombrarlos porque se que no lo necesitan, pero son aquellas personas a las que les hablamos y nos dicen, igual que Abraham, igual que Moshe, HINENI, estoy acá. Para ustedes esta historia… Se cuenta que en tiempos del Rabí de Ruzhin, un hombre se le acercó con tristeza y le dijo: “Rebe, en nuestra comunidad ya casi no queda gente. Éramos un coro, ahora apenas si somos dos o tres que rezamos. La sinagoga está en silencio. ¿Qué sentido tiene seguir?”. El Rebe le respondió con un ejemplo: “Un violín solo puede hacer música hermosa, pero cuando se une a una orquesta, el alma se eleva todavía más. Sin embargo, ¿qué ocurre si no hay orquesta? ¿Acaso por eso el violinista debe dejar de tocar? Al contrario, debe tocar aún con más pasión, porque su música es la semilla que despertará el deseo de los demás de volver a tomar sus instrumentos”. Y agregó: “Así es la vida judía en la diáspora. Cuando muchos están ausentes, los pocos que permanecen no deben callar. Ustedes son los violinistas que mantienen viva la melodía. Si dejan de tocar, se pierde todo. Pero si siguen tocando con fuerza, con alegría y con orgullo, los que están lejos escucharán la música y sentirán ganas de volver”. Por eso, Neilá no es solo el cierre de un día sagrado: es también la apertura de una nueva oportunidad. Que este Yom Kipur sea un punto de inflexión. Que volvamos a comprometernos. Que aprendamos a valorar lo que tenemos. Que no seamos espectadores, sino protagonistas de la vida comunitaria. Pidamos a D’s en este momento tan sagrado, que nos dé fuerza para seguir adelante, que nos ayude a recomponer lo que se quebró, que nos bendiga con unión, con vida y con paz. Y que en el próximo año podamos ver a nuestra comunidad florecer, crecer y brillar como una verdadera luz en Paraná y en Am Israel. Gmar Jatimá Tová. (*): presidente de la Asociación Israelita de Paraná.
Ver noticia original