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» Clarin
Fecha: 03/10/2025 08:41
“Somos contribuyentes felices, porque tenemos salud y educación”, dirá -en un momento de la charla- el especialista finlandés en formación docente Jari Lavonen. Está explicando que él paga 60% de sus ingresos en impuestos, pero esa contribución va, por ejemplo, a una educación gratuita para todos, que no dilapida recursos y funciona muy bien. Dirá también que en Finlandia las escuelas son todas estatales y están prohibidos los colegios privados. “Es ilegal. No es legal cobrar dinero por educación”, dice Lavonen. Y explicará los motivos. “La educación es un derecho de la gente. Y en Finlandia no hay necesidad de educación privada porque es todo muy homogéneo. Hay poca variación” Sucede que como todos los docentes, de todas las escuelas, están igual de calificados (todos tienen la misma formación, que es universitaria y muy exigente), y además las escuelas tienen más o menos el mismo equipamiento, los mismos libros de texto, las circunstancias son muy similares y cualquier escuela que se elija será muy parecida, explicará Lavonen. Jari Lavonen. Finlandés, referente mundial en formación docente y ex director de formación docente en la Universidad de Helsinki. El experto agregará, entonces, que para lograr esos objetivos, lo más importante es no dilapidar recursos. Contará que, en las comparativas de inversión internacionales de la OCDE, Finlandia está en el medio (no invierte demasiado en educación), pero no gastan ni un centavo en control. ¿Cómo es eso? Resulta que como todos los docentes tienen formación universitaria y plena autonomía para hacer en sus aulas lo que corresponde, desde fines de los ochenta eliminaron a los supervisores. No hay nadie que controle. “El control es muy caro. Hay que tener oficinas grandes y personal, muchos exámenes y los inspectores viajando. En eso no gastamos nada y usamos todo el dinero en la educación y en los chicos”, explicará. Una profesión valorada Jari Lavonen es un referente mundial en formación docente y ex director de formación docente en la Universidad de Helsinki. Vino a la Argentina invitado por la Universidad de la Ciudad, que le entregó un doctorado honoris causa. En una ronda de prensa, en la que participó Clarín, Lavonen habló en forma extendida sobre la formación de los docentes y los motivos por los cuales en Finlandia están entre los profesionales más valorados y respetados por la sociedad. Contó que son apenas tres los países donde los docentes siguen estando entre las profesiones más valoradas. Finlandia, Estonia y partes de Alemania. Las claves para lograr ese respeto está, como se dijo, en que los docentes tienen una sólida formación universitaria y autonomía para tomar decisiones. A esto se suma una orientación clara de lo que deben hacer (que no cambia en el tiempo) y la capacidad de colaborar con otros docentes y comunicarse con las familias. No se podían casar si no leían Ahora, ¿pueden los docentes argentinos tener el mismo nivel de respeto que lograron los finlandeses? Antes de dar consejos y levantar el dedo, Lavonen prefiere contar las particularidades que tiene la educación finlandesa y que lo hizo llegar a este lugar. Identifica tres grandes razones. Primera razón: “Permítanme empezar con la historia y el contexto en el que vivimos. Hacia 1800 Finlandia era parte del Imperio ruso. Teníamos cierta autonomía, podíamos desarrollar nuestros asuntos internos. Y así, casi en cada pueblo había una escuela. Y el maestro era una de las personas más importantes del pueblo, porque estaba educando a los jóvenes, pero también dando consejos: consejos prácticos relacionados con temas agrícolas y muchas otras cosas más”, dice. Jari Lavonen, con María Florencia Ripani, rectora de la Universidad de la Ciudad. La segunda razón es que la influencia de la Iglesia ha sido importante. “La mayoría de los finlandeses han sido y son luteranos. Y en esta religión ha sido importante que todos aprendan a leer. Aprender a leer era tan importante que ni siquiera te daban permiso para casarte sin esa competencia”, cuenta y suma la tercera explicación. “Pasemos ahora a cuestiones más serias. A fines de los años 50, después de la Segunda Guerra Mundial, Finlandia era un país muy pobre. Perdimos la guerra contra Rusia y tuvimos que pagar pesadas indemnizaciones y ceder territorios. Y en esa situación, sin industria, sin recursos, los políticos en el Parlamento decidieron que la educación era la vía para progresar: que debíamos tener una escuela común y obligatoria para todos, también para generar cohesión social y la posibilidad de ascenso en la sociedad”, explica. Los mejores, con la mejor formación Lavonen cuenta que fue en ese momento que los políticos decidieron que todos los docentes de la educación primaria y secundaria debían formarse en universidades tradicionales de investigación. Y asignaron recursos a las universidades: fundaron universidades con orientación a la formación docente en toda Finlandia -universidades regionales- y destinaron fondos para formar docentes en programas de maestría. De este modo, los docentes pasaron a formarse del mismo modo que los médicos, los abogados y otras personas del mundo académico. “Durante más de siete décadas han tenido ese estatus: son profesionales, no simplemente empleados públicos o funcionarios. En Finlandia, son profesionales que pueden tomar decisiones y planificar, como lo hacen los médicos y los abogados”. “Y ahora vamos a lo más importante”, anuncia Lavonen. Como los docentes se consideran profesionales, dice, no existe un control externo de la profesión. Además, los docentes participan de la confección de los planes de estudio, cuenta. - ¿Cómo aseguran la calidad de la enseñanza?, le preguntó Clarín. - Tenemos muchos mecanismos, pero no mediante el control. La clave está en el “input”, en quienes entran a formarse como docentes. “Para formación docente tenemos muchísimos postulantes, pero admitimos solo un 5% de quienes se presentan. El ingreso es exigente. Usamos distintos mecanismos (por ejemplo, los que sacan los mayores puntajes en el examen final de la secundaria), más otros exámenes y entrevistas. Así que seleccionamos a los mejores. Ahí está el control y es importante: ingresan a la carreras las personas más brillantes que quieren ser docentes. La selección, entonces, se hace al comienzo, con estricto control de quiénes entran y después, una vez recibidos, se les da a los docentes total autonomía. Exactamente lo contrario a la Argentina, donde cualquiera entra a los profesorados, que no son precisamente exigentes, y después se gastan muchos recursos en el control del sistema. Receta para armar Finalmente, ¿qué debiéramos hacer en la Argentina si queremos que los docentes vuelvan a ser respetados? Lavonen da algunas pistas: 1. Que haya autonomía para los docentes. Para eso se necesita una formación de alto nivel: universitaria, de maestría, con orientación a la investigación. 2. Conocimiento y entendimiento común de hacia dónde vamos, qué tipo de escuela queremos y en qué dirección. La visión: el “cómo” y el “qué”. 3. Flexibilidad y colaboración. Los docentes deben compartir planes, exámenes y planifican juntos. Tiene que haber flexibilidad: se pueden juntar dos cursos y con dos docentes para un grupo grande, por ejemplo. 4. Apuntar a la formación de formadores. Pone el ejemplo de Turquía, que envió formadores de docentes a Estados Unidos y al Reino Unido para formarse como doctores (PhD) en educación docente. “Por desgracia, la situación política cambió un poco en Turquía después, porque eso se hizo a principios de 1990”, se lamenta. 5. Una buena comunicación y colaboración entre los docentes y las familias. Es decir, recuperar la tradicional alianza que potenciaba la educación de los alumnos. Las diferencias culturales entre Finlandia y la Argentina son enormes, pero siempre es bueno espiar a los casos exitosos, para ver cuánto de eso se puede aplicar. Mirá también Mirá también "QS no se paga": los autores del ranking de universidades más famoso del mundo le contestan al Gobierno
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