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» La voz
Fecha: 03/10/2025 00:41
El primer capítulo de Los Supersónicos se emitió en 1962, dos años después del estreno de Los Picapiedra. Ambas series animadas abordaban distintos períodos, no obstante compartían una preocupación: la familia y su relación con lo que la rodeaba. Para estas ficciones televisivas, la pareja y sus hijos estaban tanto en la prehistoria como en un futuro lejano. Lo demás cambiaba —la casa, los autos, los electrodomésticos—, pero los vínculos familiares quedaban fijados, como en una antigua fotografía. Esta y otras ideas aparecen en las páginas de La reinvención del amor, de Joaquín Linne. “Más que un reemplazo definitivo de la pareja estable, lo que vemos es una transformación. Hoy muchas personas valoran la autonomía y la capacidad de elegir con mayor flexibilidad, sin quedar atrapadas en formatos fijos. Pero eso no significa que haya desaparecido el deseo de compromiso; más bien aparece una tensión constante entre esos dos ideales: libertad y conexión”, responde el autor. Y agrega que “esa tensión se ve intensificada por múltiples factores: la precarización económica, la fragmentación del tiempo cotidiano, la hiperconectividad y una cultura digital que nos vuelve muy reflexivos sobre nuestras elecciones afectivas. Estas interacciones moldean expectativas, reconfiguran el deseo y desestabilizan las formas de vinculación que sostenía el ideal monogámico del siglo 20”. Sociólogo, estudioso de las plataformas digitales, en su análisis decidió incluir su propia subjetividad. “El enfoque autoetnográfico me permitió abordar el tema desde un lugar sensible, situado y encarnado. Poner el cuerpo en la investigación —como plantea Erving Goffman— fue clave para correrme de los estereotipos y acercarme a los fenómenos con mayor profundidad y complejidad. Escribir desde la experiencia propia no fue un gesto autorreferencial, sino una forma de iluminar zonas poco exploradas de lo social, conectando lo íntimo con lo estructural”, opina el especialista. Siguiendo esta línea, aclara: “Este tipo de acercamiento, creo, contribuye a desestigmatizar ciertos fenómenos cotidianos como el uso de apps de citas. Permite pensar el amor, la soledad o la incertidumbre no como fallas personales, sino como transformaciones culturales más amplias. Al mismo tiempo, me ayudó a salir del lugar del experto y habilitar una escritura más empática, menos juzgadora”. Ghosting, la sombra del desamor En 1990, la película Ghost, la sombra del amor mostraba un vínculo que iba más allá de la muerte, como un fantasma (ghost, en inglés). En el vocabulario reinante, plagado de anglicismos, “ghosting” significa “dejar de comunicarse abruptamente con alguien con quien se mantuvo una relación”, según el útil glosario de términos que contiene el volumen. No es casualidad que en la actual sociedad terapéutica cada emoción y cada identidad reciba una clasificación. “La terapia en Argentina tiene una presencia muy fuerte, incluso transversal a clases sociales, y cumple distintas funciones. En esta época en la que se celebra la autonomía emocional, la terapia aparece como una herramienta para ‘gestionar’ la tensión entre independencia y necesidad de afecto. Es decir, entre la idea de ser autosuficientes y el deseo de estar con otros”, explica el docente universitario. En esta época, que ha quebrado las barreras que antes separaron lo público de lo privado, la cultura psi salió del diván. “Como muestra Eva Illouz, las emociones están atravesadas por discursos culturales, y la terapia no escapa a eso. Muchas veces reproduce valores neoliberales, como la autorregulación y la autogestión afectiva, pero también puede habilitar formas críticas de pensarnos. Y hoy, además, esas conversaciones ya no ocurren solo en consultorios: también suceden en Instagram, en pódcast, en posteos. La cultura digital multiplica los espacios de introspección pública”, contesta Linne. –En "La pérdida del deseo", Luigi Zoja sostiene que las relaciones íntimas están en constante disminución entre los jóvenes europeos. ¿Cómo ve el panorama aquí? –En Argentina no veo tanto una pérdida del deseo, sino una transformación en su circulación. En mis investigaciones noto que, especialmente entre menores de 30 años, hay una mayor apertura a experimentar y redefinir lo vincular. Se cuestiona con más frecuencia la monogamia y la heterosexualidad como normas obligatorias, y se ensayan modos más fluidos y situados de relación. Por un lado, se expanden los lenguajes afectivos, incorporando discursos feministas, diversidades de género y performatividades emocionales aprendidas en redes y en plataformas de streaming. Por otro, a veces se desplazan las experiencias presenciales, generando ansiedad, sobreexposición o desconexión corporal. –¿Notó diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a lo que buscan en las redes y las aplicaciones de citas? –Sí, aunque con muchos matices. Las mujeres tienden a expresar mayor claridad emocional y expectativa de cuidado mutuo, influenciadas en parte por los lenguajes feministas que circularon con fuerza en los últimos años. Muchos varones, en cambio, siguen lidiando con mandatos que dificultan la expresión afectiva o la búsqueda de intimidad sostenida. Sin embargo, también estoy viendo un cambio en ciertos sectores de varones jóvenes que buscan otras formas de vincularse, más conscientes del afecto, los cuidados y el consentimiento. Las plataformas amplifican esto: son lugares donde se juega el deseo, pero también la ansiedad por responder rápido, mostrarse disponible, decir lo correcto. El amor digital exige nuevas competencias emocionales. El libro, cuyo subtítulo propone Una etnografía de cómo es enamorarse, tener sexo, amigos y/o mascotas en tiempos de Tinder, ofrece una mirada local de un fenómeno cada vez más atendido por las ciencias sociales. El amor continúa siendo un misterio que se reinventa con cada mutación histórica. Como dice el investigador del Conicet: “No es que los jóvenes ya no quieran amar o vincularse, sino que están buscando hacerlo de otros modos, en un escenario de mucha incertidumbre y nuevas exigencias”. Para leer La reinvención del amor Joaquín Linne Siglo XXI editores 220 páginas
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