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  • Christophe Krywonis: “Estuve cerca del coma diabético”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 02/10/2025 02:34

    El impacto de la operación bariátrica en la vida de Christophe Krywonis se ha traducido en una transformación profunda, no solo en su salud física, sino también en su bienestar emocional y profesional. El reconocido chef, popular a partir de su participación como jurado en ciclos como Bake Off Famosos, entre otros, encuentra en esa decisión un punto de inflexión para su felicidad actual. El resultado es un Chistophe con 50 kilos menos. El otro, sin dudas, tiene que ver con el amor. Léase, la relación de pareja que desde hace cuatro años vive con Melody Hein. Nacido el 7 de abril de 1965 en Blois, Francia, se abre frontal y sincero en esta nueva entrevista lúdica de Mi Cielo. Así, repasa la conflictiva relación con sus padres, algunos momentos de depresión y cómo, terapia mediante, más la fiel presencia de amigos y familiares, le permitieron salir adelante. Acá, los momentos más destacados de la charla: "El amor es un riesgo grande. Cuando te jugás, te juegas. Vos tenés la suerte de tener una persona que te acompaña hace muchos años. Yo hace cuatro años que estoy así, feliz con Melody. Y lo cuido mucho porque vale mucho (Foto: Jaime Olivos) Mariano: —Christophe Krywonis, veo que te dieron el sobre para llegar al Cielo. No, no, tranquilo que no estás muerto. ¿Viste las VTV que hay que hacerle a los autos? Bueno, acá hacemos la VTA, la Verificación Técnica del Alma... Christophe: —¿Del alma? A la pucha... Mariano: —Veamos, tenías 15 años cuando ya trabajabas en una cocina profesional. Christophe: —Sí, no me quedaba otra tampoco. Mariano: —Muy bien. Dos hijos... Christophe: —Hijas, Lola y Zoe... Mariano: —Te hiciste una operación bariátrica (para tratar la obesidad) que cambió tu relación con la comida y la salud... Christophe: —¡Con la vida! Mariano: —Ya me contarás de eso. Sigamos, treinta años de trayectoria en Argentina como cocinero, docente y asesor gastronómico también... Christophe: —Treinta y seis ya... Mariano: —¿Querés que te borre algo del currículum? No sé, si eras un chico bravo... Christophe: —Sí, muy bravo pero muy generoso también. Era muy mentiroso. Hace pocos meses estuve en Francia y mi mujer le preguntó cómo era de chiquito. Y dijo: muy sociable, muy amable y muy cabrón. Siempre fui peleador. La única persona que temía era mi mamá. Mariano: —¿Y papá? Christophe: —Papá no existe. Mariano: —¿Cero? Christophe: —Existió pero ya está... Igual le deseo lo mejor para todos. Mariano: —¿Cómo viviste el amor? Christophe: —Con dolor. Pero ahora feliz. Mariano: —¿Hoy sí...? Christophe: —Sí, porque el amor es un riesgo grande. Cuando te jugás, te juegas. Vos tenés la suerte de tener una persona que te acompaña hace muchos años. Yo hace cuatro años que estoy así, feliz con Melody. Y lo cuido mucho porque vale mucho. Mariano: —¿Satisfecho o no con la realización profesional? Christophe: —Nunca. Es un problema. Ahí tengo que frenarme un poquito. Tengo 60 pirulos, y tengo mucha ambición pero no es ambición de codicia, es de la buena, para crear. En ese sentido, un sueño que tengo entre otros es enseñar, transmitir a las generaciones actuales. Mariano: —¿Cómo fuiste como persona? Christophe: —Zafo.. O sea, hay que estar con un cabrón. Es difícil. Pero por suerte tengo buenos amigos y una familia que me sabe ubicar. Mariano: —¿Satisfecho en el sexo? Christophe: —Súper satisfecho. Muy bien. Mariano: —El día que te toque entrar acá arriba, ¿con que tema entrarías? Christophe: —Vamos con una cumbia. La remake de “¿Crees que soy sexy?“, de Rod Stewart, por el grupo colombiano Systema solar. Mariano: —¿Cuál fue la decisión clave en tu vida que te trajo hasta acá para ser quien sos? Christophe: —Bueno, hay un tema que es la salud otro que es la amistad. Yo tuve una vida con idas y vueltas, tuve momentos anímicos muy bajos, y aunque siempre me recuperaba, el peso estaba subiendo demasiado. Mariano: —¿El peso físico, decís? Christophe: —Sí, acumulaba mucho Y un día un amigo me dijo “Hay una cosa que no te puedes permitir: la diabetes”. La diabetes es la muerte silenciosa. Y yo lo escuché. Es una persona que tiene estos problemas con la diabetes. Y tengo dos amigos que se fueron por esto. Uno es conocidísimo, Luis Acuña... Mariano: —Sí, de la parrilla El Pobre Luis, gran amigo. Christophe: —Y casualmente el otro es uruguayo también. Sergio Santiago murió a los seis meses también por un problema de sobrepeso. Yo estaba en esa situación compleja de no saber qué hacer y un día me fui a Colombia para ver a Harry Sasson, como un hermano, por un negocio que íbamos a poner juntos. Estamos una semana juntos y nunca me habla del negocio. Y yo le decía “Harry, ¿qué pasa? ¿Por qué no hablamos del negocio?" “Ya vamos a hablar”, me decía. Y la última noche antes de irme, me voy al baño, me lavo las manos y veo que atrás mío había un gordo, pero mucho más gordo que yo. “Este sí que tiene problemas”, pensé. Y cuando me doy vuelta veo el espejo... O sea, ¡el tipo gordo era yo! Me puse a llorar en el baño. Cuando volví a la mesa, un amigo es un amigo, así que Harry me acaricia la panza y me dice “Christopher, si no cuidas tu salud, ¿cómo vas a cuidar un negocio? ¡Tenés que empezar a mejorar tu vida ya!“. Y encima pasa algo... "Si estaba eufórico, ¡me iba a morfar! Si estaba triste, ¡me iba morfar! O tomaba vino, la peor de las adicciones. Aunque antes del alcohol está la comida. Porque la tenés que consumir todos los días. Entonces, ¿cómo se hace para dejar de comer?" (Foto: Jaime Olivos) Mariano: —¿Qué cosa? Christophe: —Justo ese fin de semana falleció Luis Acuña. Fue muy fuerte todo eso. Yo empecé a trabajar pero me tomó seis años tomar la decisión de operarme. Yo estaba de viaje, me acuerdo, y de pronto no paraba de rascarme como si tuviera sarna. Un doctor me dijo “Tengo una intuición de lo que puede ser”. Me sacan sangre. Era un miércoles a la mañana. Iba manejando hacia Santa Fe por unos eventos. Y cuando llego a Rosario recibo un llamado a las seis de la tarde y me dice: “Christophe, te tenemos que internar ya”. ¡Es que estuve cerca del coma diabético!. Tenía 450 o 500... Mariano: —¿Nivel de insulina? Christophe: —Sí. Me dice “¡Es muy grave! Te podés desmayar y morir en la ruta”. “¡Ni en pedo!”, le digo. “Estoy trabajando, olvidate, no voy a parar”. “Bueno, ahora tomá mínimo tres, cuatro litros de agua y vamos a medirte la insulina. Y cuando vuelvas vemos”. Imaginate, en mi cabeza sonaba una campanita: diabetes, la muerte silenciosa. Ahí tomé la decisión de operarme y fui a ver al doctor Ariel Ferraro, un genio. Mariano: —Sí, lo conozco. Christophe: —“Vengo a operarme”, le digo. “Pero estamos en noviembre y hablamos en marzo”, me dice. Tenía que bajar mínimo quince kilos. “Si no estás preparado y si no cambiás tu vida la operación no sirve para nada”, me dice. Y me convenció. Al final bajé como doce kilos en cinco semanas, después tres o cuatro más, me operé y fue un éxito. Mariano: —¿Trabajaste en terapia las causas de ese tipo de exceso con la comida y la bebida? Christophe: —Sí, por supuesto. Hubo muchos dolores personales de vida que no me interesa contar. Experiencias privadas que me llevaron a sufrir mucho. El amor es uno. El abandono y el sentirme perdido, otro. Pensar ideas oscuras sobre la vida y la muerte. Mariano: —¿Qué edad tenías en esa etapa? Christophe: —Tendría 50 años, un poco menos, no veía un futuro. Pero tenía amigos, como que dijeron “acá te vamos a agarrar y te vamos a cuidar”. Mariano: —Vos ahora te das cuenta que esas actitudes tuyas eran autodestructivas totales para irte... Christophe: —Total. Si estaba eufórico, ¡me iba a morfar! Si estaba triste, ¡me iba morfar! O tomaba vino, la peor de las adicciones. Aunque antes del alcohol está la comida. ¿Por qué? Porque la tenés que consumir todos los días. Entonces, ¿cómo se hace para dejar de comer? Mariano: —Volviendo a lo de tu padre... Christophe: —De mi viejo no supe nada desde los 18 hasta los 38, que lo fui a visitar. Aguanté solo tres horas... Mariano: —¿Por qué? Christophe: —Es que mi viejo está en otra. Mariano: —Persona, ¿qué es “estar en otra”? Christophe: —Y, estar con su mujer, sus hijos, muy chamuyero, mentiroso. Mariano: —¿A qué se dedica? Christophe: —Primero fue transportista y después, kinesiólogo. Mariano: —¿Y con tu madre también...? Christophe: —No sé, habría qué preguntarle a ella. No hablamos mucho con mamá de eso. Mariano: —Me contabas de la visita a tu padre... Christophe: —Ah, sí, te decía: fue casualmente antes de operarme, primero en una videollamada. Mi viejo se la pasó durante tres minutos -¡que para mí era un infierno de tiempo- diciéndome “Christoph, lo más importante en la vida es la familia” Y pensé “¡Pero hijo de p...!, justo vos ¿cómo vas a decir eso?” Bueno, fin de la historia: me operé un miércoles y el domingo a la mañana me llama mi hermana y me dice: “Papá acaba de fallecer”. Mariano: —¡Guau! ¿Y qué te pasa a vos con el tema de la muerte? Christophe: —Bueno, papá se va un domingo y lunes me internan porque me sentía mal. Tenía una infección, un virus en la panza; una bacteria muy fuerte, no sabían qué era. “Ya está, llegó mi hora”, pensé. Sentí que me se me iba la vida, pero en paz. Sin miedo. Todavía no había llamado a mis hijas. Sabía que tenía que hacerlo, y pasó una cosa muy loca. Escucha bien eso, ¿conoces a Roberto Ottini, el cocinero italiano? Mariano: —Por supuesto. Christophe: —Roberto vivía a la vuelta del sanatorio y quería verme. Y me dice “Che, ¿te puedo traer comida?" “No estoy comiendo, no estoy bebiendo nada, pero, bueno, si querés traeme algo”. Y el Tano me trajo una lasaña. La probé y pensé “¡En ese plato hay amor, hay vida". Y dije “Che, por ahí vale la pena intentar un poco más, salir adelante”. Y un hombre vino de la nada, me clavó una aguja en la panza, me extirpó un jugo que mejor no hablar... Y cuatro días más tarde volvía a mi casa con un tratamiento vía oral. Y después de unos meses me recuperé. Mariano: —¿Qué verdad con respecto a tu propia historia te gustaría conocer, revelar? Christophe: —Uyyy, esto no me lo había preguntado nunca. Vuelvo otra vez a mi infancia; antes, incluso, a mi nacimiento. ¿Cómo nací? O sea, yo puedo decirle a mis hijas “Ustedes nacieron fruto del amor”. Pero en mi caso no lo sé, tengo mis dudas. Mariano: —¿Y pensás que eso influyó en tu carácter? Christophe: —No lo dudo, estoy convencido... Yo recuerdo el día que mi papá se fue de casa. Tenía cuatro años. Recuerdo mi mano agarrando su dedo para que no se vaya. Esa imagen la tengo grabada. No es dramática para mi, pero la recuerdo con gritos y llantos diciéndole a mi viejo “¡No te vas! ¡No te vas", mientras lo agarraba del dedo chiquito. Mariano: —¿Y de ahí viene el “Christophe bravo”, como lo llamás vos? Christophe: —Es lo que digo yo. Por ahí fue una suerte de no tener un viejo presente. Y también tuve suerte de una mamá muy exigente, porque mi madre me fajaba, ¿eh? Todo eso creo que fue una suerte, entre comillas, porque le di vuelta a la vida. Y la cocina no es casual que esté en mi vida a través de mi abuela. Por el amor que le tenía a la cocina y el dolor que ha generado esta situación de padres divorciados. El fuego y los cuchillos en la cocina son mis armas para forjarme la vida que tengo hoy. Y tengo que estar agradecido. "Yo aún veo el día que mi papá se fue de casa. Tenía cuatro años y me recuerdo con gritos y llantos diciéndole a mi viejo '¡No te vas! ¡No te vas', mientras lo agarraba del dedo chiquito" (Foto: Jaime Olivos) Mariano: —Para terminar. Vas a tener el poder de bajar a uno de los tuyos que está acá adentro. Dos horas para que vea cómo está funcionando todo... Christophe: —Ahí tengo un tema, voy a hacer trampa. Sé que Luis Acuña me está mirando... Mariano: —Lo podés bajar un par de horas... Christophe: —No, pero lo bajo al Gordo Sergio Santiago porque con él tengo muchas cosas pendientes. No sé si nos va a alcanzar, pero me va a hacer bien... El Gordo Sergio fue quien me recibió en la Argentina cuando vine a cocinar a Las Leñas por primera vez. Foto: Jaime Olivos

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