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  • Reflexión sobre el cuidado comunitario al que nos invita la ley provincial N° 11034

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 30/09/2025 01:00

    COLUMNA DE AMJA Por Noelia Azcona (*) La película Homo Argentum comienza con una escena en la que el actor Guillermo Francella manifiesta que no logra comprender por qué a los argentinos nos cuesta tanto organizarnos como sociedad, siendo que individualmente somos personas con gran talento, creatividad, capacidad de resolver problemas y de destacarse en distintos ámbitos del mundo, con valores de familia y amistad. A lo largo de las distintas historias que aparecen en la película se muestran los valores ocultos con los que convivimos. A mi modo de ver, la propuesta cinematográfica termina siendo una invitación a la reflexión, a dejar de lado la hipocresía, a sacar de debajo de la alfombra temas con los que debemos enfrentarnos e intentar darles solución (en el plano individual, pero con claras repercusiones en lo social). Considero que uno de esos temas es la falta de cultura en adopción. En Argentina hay más de 2.300 niños, niñas y adolescentes que están en situación de espera. Ellos se van a dormir todas las noches sin ninguna certeza sobre si habrá una familia para ellos en algún lugar (o no), y con plena consciencia de que los días pasan y que ellos seguirán cumpliendo años. Además, 90% de las personas que buscan adoptar se inscribe para niños o niñas de menos de tres años de edad, lo que elimina de plano a todo niño o niña que haya soplado varias veces las velitas (si es que hubo torta). El número frío (2.300) y la inmensa demanda de tratamientos de fertilidad en centros médicos especializados son -como mínimo- datos que colisionan. A estas situaciones hay que mirarlas desde los -quizás- valores ocultos con los que convivimos: como sociedad preferimos no enterarnos de las prácticas abortivas y, si una mujer decidiera seguir adelante con su embarazo no deseado con la finalidad de darlo en adopción seguramente soportaría una mirada social juzgadora durante los nueves meses. Los embarazos no deseados a los que me refiero no son contratos ilícitos sino experiencias cotidianas que atraviesan mujeres argentinas. Muchos de esos embarazos terminan en abortos, o bien en crianzas no deseadas que luego derivan en intervenciones estatales para intentar resguardar los derechos de esas infancias. En el año 2022 investigué si la discusión sobre la adopción estaba superada o no en Argentina (en la obra colectiva Psicología, sociología y sociedad, editorial Thomson Reuters). Por un lado, se levantan las banderas a favor del derecho a la autonomía de la voluntad de la mujer gestante, y por el otro, el derecho a la vida del niño o niña por nacer. Opino que deberíamos agregar un tercer pilar con el cual tomar postura: el cuidado comunitario a la mujer que quedó embarazada pero no quiere ser madre, quien no se oculta sino que asume su decisión durante nueve meses y permite que ese bebé nazca, aunque no sea ella quien ejercerá -en el futuro- el rol materno en la crianza. El respeto social implica animarse a ver esta situación y a acompañar sin juzgar. La perspectiva de género y la de niñez confluyen en este postulado; como sociedad podríamos empezar empatizando con esa decisión en la que la mujer involucra hasta su propio cuerpo. En ese sentido, una reciente legislación provincial establece explícitamente que el cuidado comunitario es parte de nuestras responsabilidades colectivas. Así lo explica el art. 5 de la ley provincial 11034: “Los miembros de la comunidad, en ejercicio de la democracia participativa, tienen el derecho y la responsabilidad de promover y participar activamente en la vigencia plena y efectiva de los derechos y garantías de las niñas, niños y adolescentes”. Por otro lado, en relación a los niños, niñas y también adolescentes que están en situación de espera, que tienen varios años cumplidos y plena consciencia de su historia vital: los Juzgados de Niñez y Adolescencia vemos a diario esa esperanza, y resulta necesario decirles a las personas con vocación a la adopción que en esos casos la obligación de hacerles conocer sus orígenes (art. 596 CCC) se autosatisface, y justamente ese conocimiento que tienen de su vida los vuelve más maduros afectivamente, porque tienen muy claro que lo bueno está por venir, pero siguen aguardando que ello acontezca. Ojalá como sociedad podamos humanizarnos más con las situaciones de espera que involucran a personas por nacer, a niños, niñas o adolescentes, y también a mujeres valientes. (*) Jueza de Niñez, Adolescencia, Violencia Familiar y de Género y Penal Juvenil de Bell Ville, Tercera Circunscripción Judicial de Córdoba (desde 2022). Docente por concurso de la Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Ciencias Económicas, cátedra de Derecho Constitucional y Administrativo (2008 a 2025). Especialista en Derecho Penal, Universidad de Belgrano (2013)

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