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  • La ONU, 80 años después de su creación

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 28/09/2025 08:38

    La Asamblea General de la ONU La 80° Asamblea General de Naciones Unidas ha tenido lugar en un momento en el cual el mundo acumula conflictos peligrosamente. Ocho décadas atrás se creaba este organismo como resultado de un mundo que había superado su prueba más difícil en lo que había transcurrido del siglo XX. Pocos meses antes Alemania se había rendido y después lo hacía Japón. La construcción de un nuevo orden mundial era el tema central para los vencedores de la contienda, donde ya aparecían indicios de lo que luego sería la Guerra Fría. Un libro aparecido recientemente sobre los editoriales del diario La Nación sobre esta disputa en 1954 y 1955, muestra que el mundo enfrenta problemas con profundas raíces en el pasado, pero en circunstancias distintas. Las editoriales fueron escritas entonces por el prestigioso historiador José Luis Romero y editadas ahora en un volumen por su hijo Luis Alberto. La del 9 de septiembre de 1955 se titulaba “Expectación en el Cercano Oriente”. Decía en ella que el conflicto que se desarrollaba alrededor de Israel había vuelto “a poner sobre el tapete el complejo y peligroso problema del Cercano Oriente, sembrado de amenazas y oscurecido por las dificultades que se oponen a su solución”. Alertaba que no se podían desatender las formas incipientes del conflicto “sin riesgo de que se desencadene dentro de límites imprevisibles”. Han pasado setenta años desde entonces y esto ha sucedido de dicha manera. Hoy el conflicto que se desarrolla tanto en Gaza como en Cisjordania está a la cabeza de los riesgos globales y esto no ha surgido imprevistamente, sino a consecuencia de una serie de errores cometidos en los últimos setenta años. La guerra entre Rusia y Ucrania, que se encamina a cumplir cuatro años, puede ser considerada el segundo punto de la agenda crítica que enfrenta la ONU hoy. Otra editorial de 1955, titulada “El problema del Estado agresor”, muestra que hace ochenta años este problema ya era tratado en la Asamblea General de este organismo, aunque no asumido como relevante. Se recordaba que este concepto había sido introducido en las Relaciones Internacionales apenas se logró poner fin a la Primera Guerra Mundial. Recordaba que un proyecto elaborado en 1923 en la Sociedad de Naciones, el organismo internacional que tenía sede en Ginebra, buscaba “alejar la guerra, eliminarla en lo posible, proscribirla y castigarla” como un delito. Señalaba también que en el Pacto de París, firmado en 1928, sesenta estados renunciaron a usar la guerra como recurso para resolver sus divergencias y como instrumento de política nacional. Decía también que la Carta de las Naciones Unidas había colocado en manos del Consejo de Seguridad en qué caso concreto se daba la existencia de un acto de agresión. La invasión de Rusia a Ucrania hoy podría denominarse de esta manera. Pero eso no ha sido posible por las divergencias existentes dentro del mismo Consejo de Seguridad de la ONU, integrado por las cinco potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial que mantienen el poder de veto otorgado hace ochenta años. Desde entonces, el concepto de “estado agresor” ha sido alegado en varias oportunidades. La editorial terminaba diciendo: “Puede preverse, pues, que el problema del estado agresor, cualquiera que sea el resultado inmediato del nuevo estudio, habrá de ocupar la atención durante largo tiempo, puesto que con definición explícita o sin ella, es materia esencial en la organización de la vida internacional”. Lo que ha sucedido esta semana en Nueva York confirma lo que afirmara entonces José Luis Romero. En mayo de 1955 Romero advertía, en el editorial titulado “La consolidación de los bloques”, sobre la conformación de lo que ya se denominaba la Guerra Fría. Decía entonces que, coincidiendo con la celebración del “décimo aniversario de la victoria de los Aliados sobre la Alemania Nacionalsocialista”, los bloques en los que “ahora se dividen los que antaño se aliaron frente a Hitler, prepárense para consolidar su organización, primero, y para pactar las condiciones de la coexistencia pacífica, después”. El autor de la editorial asumía una posición relativamente optimista sobre este nuevo orden mundial que aparecía. La visión histórica muestra que este escenario de la llamada Guerra Fría que se dibujó entonces, puede haber funcionado más eficazmente para preservar la paz mundial, que la multipolaridad desordenada que mostró la 80° Asamblea General de las Naciones Unidas. Es que entonces se logró impedir el uso de armas nucleares, que es la mayor amenaza a la seguridad. Los dos bloques se enfrentaron en dos guerras locales de relativa significación: Corea y Vietnam, las que no se propagaron. La URSS sofocó revueltas en su propia área de influencia, como en Hungría, República Checa y Alemania Oriental. Estados Unidos, a su vez, desplazó, a través de golpes militares, a gobiernos próximos a posturas comunistas. La situación aparece ahora más compleja y con mayores riesgos. En una editorial también de 1955, Romero advertía sobre la significación que tendría la India. Analizaba el viaje del primer ministro indio a Moscú, al que calificaba como “uno de los acontecimientos más trascendentales de la actividad diplomática de los últimos tiempos”. Mencionaba también que “la opinión pública mundial” había seguido con gran curiosidad “el desarrollo de las gestiones que el Sr. Nehru” venía realizando a favor de la paz. Mencionaba a su vez que Nehru había sido invitado por el jefe del Gobierno chino, Chou en-Lai, en ocasión de la Conferencia de Bandung (Indonesia), a trasladarse a Pekín. Decía que el viaje del estadista indio había tenido como corolario la liberación de cuatro de los aviadores norteamericanos que estaban prisioneros en la China comunista, a la que veía como un actor global creciente. Decía en esta editorial que “se ha definido la política internacional de la India como una acción estabilizadora” y destacaba la significación del “beneficio colectivo de la paz” que podía perseguir a un país como la India, “abismado por sus intensos problemas internos y constitutivamente alejado de todo problema de hegemonía material”. Respecto a los Estados Unidos, Romero sostenía que había comenzado “a hallar un terreno mejor preparado que antes” para su acción: “Las actitudes últimas del presidente Eisenhower y de los demás responsables de la política exterior norteamericana han empezado a mostrar una flexibilidad que antes no exhibían”. Romero muestra en esta editorial una visión sobre esta potencia asiática no muy diferente a la que tenemos hoy. Donald Trump es el presidente que más ha cuestionado la eficacia de la ONU en los ochenta años transcurridos. Se mostró como el que había resuelto siete guerras frente a la inacción del organismo internacional: Camboya y Tailandia; Kosovo y Serbia; República Democrática del Congo y Ruanda; Pakistán e India; Israel e Irán; Egipto y Etiopía; y Armenia y Azerbaiyán. Mostró así su supuesta eficacia frente al fracaso de la ONU. En un editorial del 4 de abril de ese mismo año, titulado “Esfuerzos para la conciliación internacional”, Romero destacaba algunos signos auspiciosos en esta dirección. Detectaba entonces la posibilidad de acercamientos entre Oriente y Occidente. Decía que “los inquietantes episodios ocurridos en los últimos meses en las costas de Asia dejaron la impresión de que la crisis internacional crecía en intensidad y de que los términos de conciliación se tornaban cada vez más borrosos”. Pero destacaba que de una manera bastante inesperada, Sir Winston Churchill -todavía primer ministro británico- había dado un “giro más amistoso”, lo que permitía concebir cierta esperanza “para quienes tienen que decidir entre la guerra y la paz”. Decía Romero que el encuentro de grandes estadistas tenía mejores perspectivas. En el campo occidental, mencionaba el acercamiento entre Francia y Alemania, que se afianzaban como miembros plenos del liderado por el eje anglosajón. Decía al mismo tiempo que la Unión Soviética tenía una situación más difícil, al no lograr dividir a dicho bloque. En su opinión, la URSS debía “medir cuidadosamente” su apoyo a la China comunista, porque ello sí podía provocar el desencadenamiento de un nuevo conflicto mundial y Moscú por eso debía contener los avances de Pekín. Finalizaba diciendo que “lo que realmente se requiere es que predomine la convicción de que es posible negociar sin entregas ni debilidades, y que la paz merece el sacrificio de buscar apasionadamente una fórmula que permita la coexistencia pacífica”. Pero más allá de los supuestos éxitos de Trump como pacificador, la guerra entre Ucrania y Rusia se está extendiendo, con drones que sobrevuelan el espacio aéreo de países que se encuentran en el flanco oriental de la OTAN, como Polonia, Rumania, Dinamarca, Noruega y Lituania, y de cazas rusos MIG-31 en Estonia. Al mismo tiempo, en torno a Israel, se intensifican las acciones militares tanto en Gaza como en Cisjordania, mientras el conflicto con las milicias hutíes de Yemen sigue escalando.

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