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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 28/09/2025 04:46
Rafael Santandreu sostiene que el sufrimiento surge por la interpretación de los hechos y no por los hechos en sí, según la filosofía de Epicteto En un nuevo episodio de La Fórmula Podcast, el psicólogo clínico y divulgador español Rafael Santandreu profundizó en la idea de que no sufrimos por lo que nos ocurre, sino por la interpretación que hacemos de esos hechos. Inspirado en la filosofía de Epicteto, explicó que gran parte del malestar humano proviene de un diálogo interno negativo que se puede reeducar. Señaló que minimizar las adversidades cotidianas y reducir lo que él llama la “terribilización” abre la puerta a reconectar con nuestro estado natural de alegría, ligereza y disfrute de las pequeñas cosas. Destacó la importancia de transformar las creencias irracionales —como la necesidad de hacerlo todo perfecto, ser aprobado por todos o que todo funcione según lo esperado— en pensamientos más racionales y flexibles. Además, remarcó que la terapia cognitivo-conductual ofrece herramientas eficaces para tratar desde el estrés hasta trastornos como el TOC y habló de cómo reprogramar la mente incluso puede cambiar la relación con la alimentación. El episodio completo podés escucharlo en Spotify y YouTube. Rafael es conocido por sus libros de autoayuda y su trabajo en terapia cognitiva y breve; se formó en la Universidad de Barcelona y completó especializaciones en Inglaterra e Italia, entre ellas trabajó con el psicoterapeuta Giorgio Nardone. Autor de títulos populares como El arte de no amargarse la vida, Las gafas de la felicidad, Nada es tan terrible y Sin miedo, combina la práctica clínica con la docencia, la formación a profesionales de la salud y la divulgación en medios y plataformas digitales. En los últimos años ha seguido publicando y presentando nuevos libros, mantiene actividad pública, con conferencias y presencia en redes y YouTube; y dirige centros y cursos centrados en ayudar a las personas a ser más fuertes y felices mediante técnicas prácticas de reeducación mental. Minimizar las adversidades diarias reduce la “terribilización” y permite reconectar con la alegría y el disfrute cotidiano (Imagen ilustrativa Infobae) — Quisiera empezar con una frase tuya, que siento que es de cabecera: “No sufrimos por las cosas que nos pasan, sino que sufrimos por las cosas que nos contamos que nos pasan”. —Fíjate que esta frase la dijo el filósofo Epicteto en el siglo I, en Roma. Epicteto era un personaje increíble. Fíjate que decidió ser feliz pese a ser esclavo, inmensamente feliz. Y era un prodigio, era muy inteligente, y él acuñó esa frase superimportante. “No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”. No somos conscientes de esto. Yo, por ejemplo, si me deja mi novia y me deprimo, Epicteto te diría: “Rafael, no te has deprimido porque te ha dejado tu novia. ¡Qué va! Te deprimes por lo que te dices automáticamente”. “Dios mío, estoy solo. Dios mío, no encontraré a otra. Soy un desgraciado”. Ahora te deprimes. Porque si tú te dijeras: “Soy libre, qué bien. Esto es maravilloso”, te pondrías bien. No son los hechos los que nos afectan, es nuestra interpretación. ¿Podemos aprender a usar otro diálogo interno, a decirnos cosas diferentes? Sí. Desde la época de Epicteto, en el siglo I, hasta ahora, hemos estado estudiando cómo hacerlo y sabemos que funciona. La terapia cognitivo-conductual ofrece herramientas eficaces para afrontar el estrés y trastornos como el TOC, según Santandreu (Imagen Ilustrativa Infobae) — ¿Cómo se entrena poder cambiar la interpretación que uno le da a los hechos? — El entreno básico es que tienes que revisar las adversidades del día. Lo puedes hacer por la noche o al día siguiente por la mañana. Por ejemplo, dices: “Hoy en el trabajo alguien me ha dicho algo desagradable y me he puesto frenético, me he enfadado mucho”. Vale, pues lo revisas. Y dices: “Vamos a ver. ¿Esto que me ha dicho esta persona es tan importante? ¿Es el fin del mundo, la guerra nuclear? ¿O yo en realidad soy un afortunado porque tengo brazos, piernas, no tengo ninguna enfermedad?”. Entonces dialogas con tu yo mismo. Hay muchas cosas para decirse. Por ejemplo, si es un maleducado, el problema lo tiene él. Yo qué tengo que ver con esto. A mí, eso no me afecta. En todo caso, le afectará a él. Entonces, nosotros lo que hacemos es aprendemos a convencernos a nosotros mismos de que cualquier adversidad es muy pequeña. Cuanto más pequeña, mejor. Reconocemos que no me ha gustado y que mejor hubiese pasado de otra manera. Pero lo menos posible. Entonces, ¿qué pasa? Que si tú haces esto todos los días con todas las adversidades, a la próxima vez, a la semana siguiente que alguien te dice una cosa desagradable otra vez, te afecta un poco menos. Y si sigues trabajando, a la siguiente vez, un poco menos. Y estás educándote para tener un sistema emocional negativo muy suave y uno positivo muy alto. Es un entreno. Lo más importante es minimizar las adversidades, porque si haces eso, casi de manera natural, ya tienes más espacio para disfrutar de lo bueno. Nosotros no disfrutamos de la vida enormemente como, por ejemplo, lo hacen los animales. Los animales son super felices por naturaleza. El hombre también, si no se queja todo el día de cosas, que es lo que nosotros hemos aprendido a hacer mal. Entonces, con que quites la parte que yo llamo la terribilización, ya la parte de la alegría casi viene sola. Porque en realidad nuestro código normal es estar muy alegre. Eso es algo que descubres cuando empiezas a trabajar con esto. Te das cuenta de que el estado natural del ser humano es muy alegre, chisposo, feliz y hasta te diría extático, de vivir en éxtasis. Que eso es algo que mucha gente desconoce. Las cosas más pequeñas empiezan a producirte un placer increíble. Pero eso es natural. Si dejas de comerte el coco, de quejarte, de agobiarte... Que eso es lo artificial. El acento se pone, si quieres, solo en reducir lo negativo. Lo otro prácticamente viene solo. Un diálogo interno negativo puede generar malestar, Santandreu propone reeducarlo para mejorar el bienestar emocional — En tu libro mencionás a Stephen Hawking como un ejemplo. ¿Qué es lo que te gusta de su filosofía, de cómo él lideró su vida? — Stephen Hawking para mí fue un modelo de fortaleza emocional muy importante. Yo lo he estudiado mucho, hubo una época en que me leía todas las entrevistas que hacía, leí sus libros... ¿Por qué? Porque Stephen Hawking era un hombre que tuvo una gran adversidad. Aproximadamente a los 22 años empezó a notar que le pasaba algo, tenía problemas de movilidad y le diagnosticaron la enfermedad de la ELA. Le dijeron que tenía un span de vida de unos tres años, que se iba a morir. Y que iba a empezar a perder toda la movilidad de su cuerpo. Efectivamente, la fue perdiendo hasta el punto de que en un momento dado él ya no se podía mover en absoluto. Podía mover los ojos, quizás un poco la cabeza. No podía hablar porque la musculatura no le funcionaba. No podía respirar. Tenía un respirador. Y se comunicaba con el exterior por un ordenador que lo movía con las pupilas. Al principio, cuando le diagnosticaron esta enfermedad, él se deprimió y estuvo seis meses encerrado en la habitación del campus de Cambridge. Él era un joven estudiante de doctorado en física. Pero a los seis meses salió. Y él siempre cuenta que... con la siguiente conclusión: “Es inútil quejarme, es una pérdida de tiempo, no lo pienso hacer“. Y segunda cosa que se dijo: “Mientras puedo hacer cosas valiosas por mí mismo y por los demás, seré feliz si me concentro en ellas y no en lo que no puedo hacer”. Entonces él hizo clic y dijo: “No me voy a quejar”. Y empezó a hacer cosas con su vida: se convirtió en uno de los mejores científicos de todos los tiempos. Escribió varios libros bestsellers. Se casó dos veces, se divorció, tuvo hijos, infinidad de amigos, viajó por todo el mundo, y sobre todo era una persona muy feliz. Él se decía a sí mismo, por ejemplo, que su enfermedad, su parálisis, era una minucia. ¿Por qué? Porque él podía hacer infinidad de cosas y eso se convertía en su universo maravilloso lleno de oportunidades. Entonces, para mí es muy importante porque es uno de mis modelos. Te confieso que a veces terribilizo un poco, a veces me quejo un poco. Cada vez menos, ¿eh? Me he entrenado y por suerte lo hago muy poco, pero alguna vez también lo hago. Por ejemplo, alguien me ha dicho algo desagradable. Y me empiezo a quejar, a lamentar: “Habrase visto lo que me ha dicho, no puede ser". Entonces paro y digo: “Rafael, para, para, para. ¿Qué te diría Stephen Hawking si lo tuvieses aquí? ¿Que esto es el fin del mundo, la guerra nuclear, que no lo puedes soportar?" Y yo digo: “No, no. Seguramente me diría: mirá chaval, esto es una tontería, hombre. Tienes brazos, tienes piernas. Pero, ¿qué me estás contando? Si eres un increíble afortunado". Entonces, lo que estoy haciendo es trabajando sobre mi diálogo interno para minimizar cualquier adversidad que tengo. El ser humano es un campeón de amargarse mediante su imaginación, pero también podemos ser campeones de lo contrario, con la misma herramienta, también con la imaginación, con el diálogo interno. En psicología cognitiva lo que hacemos es usar esa potencia, pero para desagobiarte, no para agobiarte. Pero lo que tienes que hacer es educar tu mente, no dejarla ahí salvajemente influida por las neuras y las malas interpretaciones de los demás o de la sociedad. Las creencias irracionales sobre la perfección, la aprobación ajena y el control absoluto alimentan la ansiedad y el estrés - (Imagen Ilustrativa Infobae) — Algo de lo que hablas también, más allá de la interpretación que nosotros le damos a un hecho concreto, es de las creencias irracionales. — Las creencias irracionales para nosotros son la madre de la enfermedad emocional, de la depresión, de la ansiedad. Es el núcleo. ¿Qué son las creencias irracionales? Son cosas que creemos muy profundamente que nos están fastidiando la vida. ¿Cuántas creencias de esas irracionales hay? Millones. Pero te puedo decir algunas. Por ejemplo, “necesito ser guapo para ser feliz”. Esto lo cree mucha gente. Es muy importante que sea guapo para mi felicidad. Esta creencia primero es falsa, es mentira, porque hay mucha gente fea muy feliz. Llevo 30 años trabajando de psicólogo y lo he hecho con todo tipo de personas: modelos de pasarela, actores, actrices, gente muy guapa. Y yo te prometo que toda mi impresión es que son más infelices que la gente normal. Volviendo a las creencias irracionales, son esas cosas que yo creo y que me digo que no me ayudan a ser más feliz, que me ayudan a ser más infeliz, pero yo creo que son correctas, incluso yo creo que me ayudan a ser más felices, pero en realidad, no. Hay millones, pero se concentran en tres. La primera es: “Necesito hacerlo todo bien o de lo contrario soy un gusano, un fracaso”. Esto no te lo digas porque esto te vas a machacar. El segundo grupo de creencias irracionales es: “Necesito que todo el mundo me trate bien todo el tiempo y si no, no lo puedo soportar”. Como te digas eso, para abajo. Y el tercero se lo dice mucha gente: “¡Necesito que todas las cosas funcionen correctamente, como estaba pensado que funcionen! Los trenes llegar a tiempo, el camarero servirme rápido, los políticos hacerlo bien y si no, no juego. Y esas creencias irracionales las tendrías que cambiar por creencias racionales, por preferencias. Como por ejemplo: “Me gustaría hacer muchas cosas bien y con que haga un buen grupo de cosas bien, ya. Eso es maravilloso”. Lo segundo: “No necesito que todo el mundo me trate bien todo el tiempo”. Primero, porque eso no va a pasar y segundo, ¿para qué? Si al final sería hasta aburrido. Y el tercero es: “No necesito que todo funcione todo a la perfección“. En un mundo maquinal donde seríamos robots. No, para nada. Si ya vivimos en, en el mundo de la abundancia, si en el mundo nunca ha habido tanta abundancia. Tranquilo, hombre. Son creencias irracionales que has de transformar y cambiar tu ideología a nivel profundo sobre lo que opinas de todo. Yo he cambiado desde los 25 años que descubrí la psicología cognitiva, he cambiado todo lo que creía de todo. La llamada “maldición de la abundancia” genera más necesidades y autoexigencias, lo que incrementa el malestar emocional (Imagen Ilustrativa Infobae) — ¿Tenés algunos casos puntuales? — Yo estoy súper convencido de que, por ejemplo, de que ser feo es fantástico. O sea, tiene todas las ventajas. Y ser guapo, pfff, es peor, es una putada. Ser feo es fantástico, no tienes presión, pones el acento en valores que son mucho más provechosos, que a la larga te van a ir mucho mejor, como ser amable, extrovertido, bueno en algo, inteligente... Y eso es mucho mejor luego. El poder de la atracción que dan los valores internos es mucho más grande que el de la belleza física, incluso para ligar con las guapas, para todo. Yo me he convencido de esto y he ganado dos cosas muy importantes. Primero, que me da igual la belleza física, lo cual es muy importante porque en la vida a más guapo no vas porque te deterioras. Por lo tanto, hostias, tienes un montón de ventajas, ya no dependes de eso. Y segundo es que, de verdad, si le pones el acento en las otras muchas cualidades que te va a ir mucho mejor. Entonces, esa es, por ejemplo, una de las creencias irracionales que yo extirpé: que la belleza física era mínimamente importante, porque es cero. A ver, con eso no quiero decir que puedo ir a la peluquería, ponerme guapo... Sí, pero es un juego. Pero en realidad me da un poco igual. En el fondo no es importante en absoluto. Cuando tú crees que necesitas ser guapo para ser feliz, por ejemplo, o para conseguir cosas... No te atreves a ligar con las guapas si no te ves guapo. En cambio, yo le digo, sobre todo a los chicos que nos están viendo: “Te lo juro que da igual eso”. Ser feo da igual, vas a ligar con las guapas igual. Tú no le des importancia a eso y lígatelas, ya verás cómo va a funcionar. Es fantástico liberarte de esa creencia absurda. La belleza física casi no tiene importancia, muy poca. Si quieres ser no sé, actriz o actor del tipo bellezón. Pues para eso sí. Pero para todo lo demás no sirve ni para ligar. Ligas más siendo extrovertido, valiente, simpático, amable, espiritual... Lo que tú quieras, ligas mucho más. La belleza física casi no sirve para nada. La terapia conductual expone al paciente a lo temido para reducir la ansiedad cuando el razonamiento es insuficiente — Recién me dijiste la terapia conductual. ¿Cuál es la diferencia con la tradicional? — Yo practico un tipo de terapia que se llama cognitivo conductual. Es una mezcla de dos. Lo cognitivo es de lo que hemos estado hablando ahora, lo que dijo Epicteto. Porque cognición significa pensamiento. Trabajamos sobre mi pensamiento para cambiar mis estados emocionales. Pero luego lo combinamos con otra cosa que se llama psicología conductual, que viene de conducta. ¿Qué es lo que hago ahí? Ya no razono, no uso el pensamiento, sino que utilizo la acción para cambiar emociones. Cuando nosotros tenemos emociones muy salvajes, por ejemplo, un miedo agudo, los ataques de pánico. O en el caso del TOC, el trastorno obsesivo-compulsivo, que son personas que entran en bucle en una emoción, un pensamiento-emoción. Pues con los ataques de pánico y el TOC ya no puedes usar la terapia cognitiva del pensamiento porque la emoción es tan salvaje, la ansiedad es tan salvaje que no puedes razonar. La gente que tiene ataques de pánico ya no puede razonar. Pero a nuestro rescate viene una maravilla que es la psicología conductual, que lo que hace es transformar tu cerebro a base de tu conducta, no de tu pensamiento. Por ejemplo, esa persona que tiene el TOC de gérmenes, que piensa que igual se ha infectado, fíjate que en la terapia conductual lo que tiene que hacer es exponerse masivamente a lo que más teme. Y, por ejemplo, si fuese mi paciente, yo le diría: “Bueno, pues todos los días tiene que tienes que tocar superficies, el suelo también y así ‘infectarte todo’ y te jodes, te quedas con eso. Y así todos los días, masivamente. No razones y hazlo”. Y la terapia conductual funciona. Es una técnica que está super comprobada y es la única que funciona para cuando tienes miedos agudos que ya no te permiten razonar. Tienes que actuar y actuar en la dirección contraria. Con mi equipo de psicólogos en España hemos tratado 10 mil personas con ataques de pánico y TOC muy fuertes, muy severos, y curados. De hecho, en mis canales de YouTube y mis redes sociales, cada semana cuelgo dos testimonios de personas que se han curado con el método conductual que yo explico en mi libro Sin miedo. Y llevamos unos 300 casos de personas que te lo explican ellos. El deseo de aprobación universal provoca sufrimiento inútil porque nunca se podrá satisfacer completamente a los demás, dijo Santandreu (Imagen Ilustrativa Infobae) — Hay muchas personas que tienen TOC, pero no un diagnóstico y les es difícil de identificarlo, ¿no? — Muchísimos TOCs la gente no sabe que los tiene y los viene sufriendo durante décadas. Y la persona no es consciente que esa pelota que tenía en la cabeza era un TOC. Es muy común. La hipocondría también es un TOC. Un TOC es que la persona entra en bucle con una duda, yo lo llamo una duda amenaza y no puede salir de ahí. Y es algo un poco absurdo si quieres. A todos nos ha pasado que alguna vez tienes una situación que de repente te entra una duda y es importante y lo pasas mal. Por ejemplo, te compras tu primer piso y, hostia, el día antes de ir a firmar te entra la duda y empiezas: “¿Este piso será el correcto? A ver si la voy a cagar con el dinero que cuesta”. Y estás hasta las tres de la noche dándole vueltas y al final te dices a ti mismo: “Mira, mente, déjame en paz porque ya está decidido. Déjame en paz, ya está”. Pero tienes un runrún ahí. Eso nos ha pasado a todos alguna vez. Vale, pues el TOC tiene eso todo el día, todos los días de su vida. Y por un tema X que a veces tiene uno o dos, tres TOCs, pero siempre son los mismos que no se puede salir de él porque es una duda amenaza y no la puedes resolver. Por ejemplo: “Pero esto que tendré será una enfermedad o no será una enfermedad. El médico me ha dicho que no, pero y si se ha equivocado. Y sí, porque ahora noto una cosa diferente”. Constantemente, entra como en bucle, con mucha facilidad, con dudas que siente que son importantísimas, que no las resuelve y no puede salir de ahí. La buena noticia es que eso se puede desactivar completamente con ejercicio mental, con la terapia conductual. Cambiar la importancia otorgada a la belleza física por valores internos impacta positivamente en la autoestima personal, afirmó Santandreu (Imagen ilustrativa Infobae) — ¿Cómo empezamos a cambiar un pensamiento? — Por ejemplo, cuando nos estresamos en el trabajo, primero tienes que detectar cuál es la creencia o creencias que hacen que te estreses en el trabajo. Porque tú te estresas por unas creencias, si no, no te estresarías. ¿Cuáles son? Siempre son las mismas. Uno, creencia irracional: “Necesito el trabajo absolutamente para pagar las facturas y Dios mío, sería horroroso que me despidiesen”. Esa es la primera creencia irracional. Y tienes que cambiarla por la siguiente: “Nadie necesita un trabajo para ser inmensamente feliz”. Nadie. Mientras tengas el agua y la comida del día, aunque sea recogida la que tiran en los supermercados, tú ya puedes ser inmensamente feliz. Segunda creencia irracional: “Si me despidiesen del trabajo, también sería una vergüenza personal. Ya no por el tema del dinero. Porque si yo he estudiado psicología, ¿cómo es que me despiden? ¿ser un mal psicólogo? ¡Qué vergüenza!” Vale, eso lo tienes que cambiar totalmente si quieres ser más fuerte. Y tienes que pensar que a ti no te define en absoluto una profesión. Tienes que estar loco para pensar eso. Porque, ¿qué pasa entonces? Que eres una máquina, un ordenador. Un ordenador es 10 mil veces más eficaz que tú. Pero yo no me caso con un ordenador, no lo amo, no voy a dormir con él. No me peleo por mi ordenador. La eficacia no me define. Entonces, fíjate, has de trabajar todo eso a un nivel muy profundo, hasta que tú estás enteramente convencido de que tú no necesitas, no solamente ese trabajo en el que estás, sino ninguno. Y me puedo sentir inmensamente feliz y orgulloso de mí mismo sin ningún trabajo, sin tener que hacer ningún trabajo bien. Porque fíjate qué relax entonces, qué tranquilidad. Y te digo una cosa para los que nos estén viendo. Pensar así, aparte de que te desestresas, sí vas a rendir mucho mejor, porque eso no quita que digas: No lo necesito, pero lo quiero hacer superbién. Venga. Y curiosamente, te va a salir superbién. Es un poco paradójico. Sí. Pero es la realidad. Pero te lo tienes que trabajar a un nivel tan profundo que tú no lo dudes ya. En ese momento desaparece el estrés. Reprogramar la mente para asociar placer con alimentos saludables facilita el control del peso según Santandreu (Imagen Ilustrativa Infobae) — Yo creo que no es solamente trabajar mi creencia, sino es trabajar mis ganas de querer ganarme el respeto y la aprobación del resto, porque vivimos en un mundo que se mueve con esas creencias. — Me gusta que digas eso. Es que, efectivamente, una tercera creencia que puedes trabajar en ese caso es: “No necesito que todo el mundo piense bien de mí”, en absoluto. Por varias razones. La primera, porque es imposible, no va a pasar. No todo el mundo va a pensar bien de ti. La gente tiene su propia ideología y la cosa cambia. Segundo, ¿para qué quiero que todo el mundo piense bien de mí? Sería hasta aburrido. Tampoco te dan dinero porque la gente, todo el mundo piensa bien de ti, ¿para qué? Con que piense bien de mí una minoría, y tampoco todo el tiempo, porque la gente también tiene derecho a hacer lo que le dé la gana, ya es suficiente. Incluso, Es muy difícil que nadie piense bien de ti, alguna habrá que piense bien de ti. Pero incluso si no hubiese nadie que piense bien de mí, no sé, mientras tenga brazos, piernas, no pasa nada. Hay gente que le afecta demasiado enemistarse con gente. Y yo siempre digo: “Es una tontería”. En todos los pisos que he vivido, en todos los edificios, al final con uno o dos vecinos, hemos terminado que no nos hablamos. Porque hacen algo mal, yo le digo algo con educación, pero se enfadan. Se enfadan ellos. Yo no me enfado, pero se enfadan ellos y no te hablan. No hay ningún problema. Yo no tengo ningún problema, porque no necesito que todos los vecinos me amen. De hecho, no necesito que ningún vecino me ame. Es que me aman, genial, que no. Oye, cogemos el ascensor igual, no nos hablamos y todo bien. No pasa nada. No necesito que todo el mundo me apruebe todo el tiempo. Esto es absurdo. Entonces, fíjate que cuando te lo metas a la cabeza, no de estresas en el trabajo. Pero fíjate que alguien que nos esté viendo pensará: hostia, pero es que esa actitud tan pasota puede volverte un pasota, al contrario, lo que te vuelve es un tío tranquilo y capacitado para hacer cosas. Es como los grandes tenistas, como fue, por ejemplo, Rafa Nadal o como es ahora Carlos Alcaraz, son campeones de sacarse la presión, no vengan a metérsela. Entonces, ellos, por ejemplo, Nadal, que yo lo seguí en toda su carrera, él en casi prácticamente en todas las entrevistas, decía: “Oye, qué es todo el tenis es una tontería pasar pelotas así”. Él decía: “Yo en Manacor, en mi pueblo de Mallorca, yo soy muy feliz a mi vida, yo no necesito esto”. ¿Sabes a quién le decía eso? No se lo decía al periodista, se lo decía a sí mismo, porque a él no le interesaba estar presionado jugando al tenis. Le interesaba estar tranquilo y disfrutar, porque él se dio cuenta de que así rendía mucho mejor. Entonces, que la gente no tenga miedo. Si sacar la importancia solo va en tu favor, no va en tu contra. Pensar que no necesitas el trabajo va a hacer todo lo contrario, que lo hagas muy bien. Y lo contrario, pensar que necesitas absolutamente el trabajo te va a meter tanta presión que es imposible trabajar así bien. Es todo lo contrario. Las dudas obsesivas, como las que producen el TOC, pueden tratarse eficazmente con ejercicios mentales y terapia conductual — En tu libro también hablás de cómo adelgazar tiene que ver con una reprogramación mental. — Es totalmente mental. Adelgazar es la cosa más fácil del mundo. Incluso es tan fácil, tan fácil, tan fácil, que es inevitable. Cuando estás bien programado mentalmente, es inevitable. Lo difícil es engordarse. Toda la gente que me conoce, mis amigos, etcétera, se asombran de las cantidades de comida que como. Se asombran, se espantan porque yo como el triple que ellos y puedo ir a un restaurante y pedir dos primeros, dos segundos y dos postres. Y se asombran. Dicen: “¿Cómo es posible?” Pero porque no estás gordo, al contrario. Pero me reprogramé. Yo lo explico en mi último libro, No hagas montañas de granos de arena. Pero básicamente se trata de trabajar tu mente para ver que los alimentos que más te gustan, los más sabrosos, los increíbles, son los más sanos. Y los que no te gustan son los fritos, los dulces, los que engordan. Yo tengo que decir a todo el mundo que eso en realidad es lo natural. O sea, que a nosotros nos gusten los fritos, los azúcares simples y todo eso, eso ha sido un lavado de cerebro que nos hicieron desde niños, la sociedad moderna que nos ha metido comida asquerosa desde pequeños. Pero si tú te reprogramas para ver lo sabroso como lo más saludable, esa comida no engorda, es imposible. ¿Tú conoces a alguien que se coma generalmente siete manzanas seguidas? No has conocido nunca a nadie, es imposible. Es imposible engordar comiendo comida saludable. Porque esa comida no engorda y se autolimita. Al revés, puedes comer el doble o el triple, que es lo que hago yo, pero no engordo. Porque la comida saludable, atención, no engorda. Es imposible. ¿Querés una prueba muy fácil, muy sencilla? Todos los animales del reino animal no existe la obesidad. Animales en libertad. Animales en cautividad como son los perros, los gatos que tiene la gente, eso sí. Pero, ¿por qué? Porque les dan comida basura, o sea, no les dan la comida natural. Entonces, les cambian el cerebro y al final acaban pensando que la comida sabrosa es otra y entonces engordan. Pero los animales en libertad están todos delgados. ¿Cómo es posible? Y tú dirás: “Bueno, porque les falta alimento”. No les falta alimento. Comen comida que la madre naturaleza ha hecho para ellos. Y no comen comida absurda e inventada. En nosotros, el problema está en que hemos tenido un mal entrenamiento mental para la comida. Entonces, yo, por ejemplo, me he convencido de que la comida que más me gusta es, por ejemplo, una ensalada maravillosa. Es mi alimento favorito y los otros saludables. Por ejemplo, una hamburguesa, yo ya la visualizo como fritos, con algo que, que me bloquea las arterias, las venas, que me deja la boca asquerosa, llena de una grasa artificial de cojones, horrorosa. Y eso me va a sentar mal, es asqueroso. Y en cambio, visualizo mis platos favoritos saludables como frescos, maravillosos, llenos de energía, que me va a poner a tope, que voy a jugar al tenis como Rafa Nadal después, voy a hacer el amor como un campeón, teniendo multiplísimos orgasmos con esa comida tan maravillosa. Entonces, lo visualizo, he dedicado un tiempo a cambiar mi mente y entonces realmente te lo prometo, no me gusta nada una hamburguesa o lo frito. Y antes me gustaba. Una de las estrategias que yo explico en mi último libro le llamamos comer del cubo de la basura. Es decir, te puedes permitir tres, cuatro o cinco veces a la semana de las treinta y cinco comidas que hacemos los seres humanos a la semana, puedes permitirte tomar algo de alcohol, un pastel, una hamburguesa, lo que tú prefieras. ¿Y eso por qué incluso es interesante? Simplemente para evitar el efecto fruto prohibido, porque si te lo prohíbes todo muy terminantemente, hay una parte de nuestro cerebro que dice: “¡Ah! Igual eso es muy valioso, lo tengo prohibido". Parece como que te atrae. Entonces, si te lo permites de vez en cuando también está bien. Asociar placer a la comida saludable mediante reprogramación mental permite comer en mayor cantidad sin aumentar de peso — Te quería preguntar ¿por qué crees que la ansiedad se volvió como un mal bastante común? ¿Lo ves así? — Por supuesto. Todos los malestares emocionales no paran de subir año tras año, década tras década. Y cada vez será más. Es inevitable. — ¿Hay una razón a la que vos lo adjudiques? — Sí y es parecida a la del cambio climático, que tampoco se puede parar. Tengo que dar una mala noticia: quien piense que se puede parar el cambio climático y la destrucción, la autodestrucción de la raza humana, no conoce cómo funciona la mente humana. Es tan imposible que yo a veces pienso que incluso todas las tradiciones religiosas que han profetizado el Apocalipsis sabían de psicología y que la mente humana no puede detener eso porque lo produce la propia mente humana. Es algo que corre paralelo a la mala salud mental de la gente. Va ligado, en realidad. Eso se debe a lo que yo llamo “la maldición de la abundancia”. La abundancia material está guay, ¿verdad? Por un lado sí, pero por otro lado es una maldición. ¿Por qué? Porque las sociedades, cuanto más opulentas son, y el mundo cada vez es más opulento en general, ¿qué sucede? Que al mismo tiempo te creas más necesidades y autoexigencias. “No es que yo pueda ser guapo, es que tengo que ser guapo, si no soy un puñetero fracaso”. Eso es un error que comete muy fácilmente el cerebro humano. Convierte objetivos en necesidades absolutas con mucha facilidad y eso no se puede cambiar. Se puede cambiar con mucha autoeducación emocional, pero eso, como lo hacemos pocos, eso no va a pasar con la mayoría. — Te voy a hacer la última pregunta que le hago a todos los invitados que pasan por acá y en realidad es dejar algo para compartir. Puede ser algo que en el último tiempo hayas leído, alguna película que te gustó, puede ser algo que te contaron, puede ser una frase, puede ser algo que te sorprendió, lo que quieras. — Hoy estaba viendo con el móvil, eso que te sale en shorts o en Instagram o en YouTube. Y he visto una declaración de un personaje que cada vez me está gustando más, que es Carlos Alcaraz, el tenista español. Me estoy enamorando de él, de este chaval, de su personalidad. En la última declaración que he visto, habla del tenista, Novak Djokovic, y dice: “Djokovic es fantástico, ha hecho cosas en el tenis increíbles, pero sobre todo la gente tiene que saber que es un tío excepcional, que intenta ayudar a todo el mundo, que siempre está de buen humor, es super buena persona”. Y el chaval, a esos 21 o 22 años, dice: “Y eso, la gente lo debería saber porque es lo único que importa, no el puñetero tenis”. ¡Wow! Cómo mola.
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