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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 26/09/2025 02:32
Ellas - Anto Bonazzola Antonela Bonazzola es una creadora de contenido y emprendedora argentina que se consolidó en redes sociales con una comunidad fiel interesada en moda, gastronomía y lifestyle. Con más de 116 mil seguidores en Instagram, su perfil combina experiencias personales con recomendaciones, colaboraciones de marcas y proyectos propios. Desde sus plataformas, se muestra cercana y auténtica, lo que le permitió construir un ida y vuelta constante con su audiencia y posicionarse como referente dentro del mundo digital. Además de su faceta como influencer, Bonazzola se volcó al desarrollo de emprendimientos. Es fundadora de Bisou Care, una marca de cosmética integral cruelty free dedicada al cuidado de la piel, que promueve hábitos de bienestar y belleza consciente. También impulsa otros proyectos vinculados al estilo de vida saludable, como un estudio de pilates, y participa en iniciativas comerciales como una línea de lentes de sol. Anto Bonazzola: "Mi diagnóstico no puede ser mi destino". (Maximiliano Luna) Luli: — Qué increíble la capacidad de construir tu comunidad virtual y abordar temas tan profundos, cuando no hay un contacto personal cara a cara. Anto: — Con muchas de las seguidoras me pasa que yo tengo realmente un ida y vuelta. No te digo diario, pero de verdad. Me cuentan “a mi mamá le pasó esto” o “yo estoy con este tema”. Y cuando me abro un poquito y cuento por ahí cositas muy íntimas, siempre recibo mensajes que dicen: “A mí también me pasó. ¿Por qué no te fijas con esto?” Yo tengo una comunidad de mujeres buenas. Y si bien soy bastante receptiva y me gusta escuchar y todo, también hay temas que me son difíciles. Me pasa, por ejemplo, cuando hablo del tema de la fertilidad o de mi búsqueda por ser mamá. Uno quiere contar, pero decís: “¡Ay! No quiero que me cuentes tantas cosas o que me digas qué es lo que tengo que hacer”. El otro te quiere ayudar y te quiere decir: “No bajes los brazos”. Pero llegan esas historias de: “Mi tía estuvo con 12 tratamientos”. Luli: — Claro. No es que no me importa tu tía, lo que pasa es que esto es mi experiencia. Anto: — Exacto. Y por momentos uno está más fuerte y por momentos no, entonces también es un juego un poco raro con tu comunidad, porque a veces hablás y a veces no. No es que no hablo porque no quiero. Normalmente cuando no hablo de eso es porque me estoy cuidando un poquito. Quizás estoy en un en un momento que me es más difícil y decís: “Hasta acá”. Lo que aprendí, con el tiempo, es que lo cuento desfasado. Cuando estoy en tratamiento, lo cuento después. Cuento cuando ya pasó. Luli: — Está bueno como naturalizás esta situación en tu vida porque atraviesa tantas mujeres... Más allá del tenor obviamente emocional que tiene tu relato, lo pones en un lenguaje en donde cualquiera que está pasando por lo mismo te lee y se identifica. Anto: — Es que a mí me pasó desde muy chica. Yo era muy chica cuando tuve el diagnóstico y en realidad lo que a mí me pasaba es que yo salí del médico, llamé a todas mis amigas y le dije: “Se van todas a hacer el estudio”. Luli: — ¿Cuál es el diagnóstico? Anto: — Yo me casé cuando tenía 29 y a los 30. No tenía en la cabeza que algo podía estar fallando. Pero no me voy a olvidar nunca. Un día mi papá, que es un tipo que no habla nunca, pero cuando te habla, hay que tener cuidado. Él me dice: “Yo no sé si vos estás buscando o no, pero si estás buscando y hace un año que estás casada y nunca tuviste un atraso, andá a un médico”. Yo quedé tiesa. Mi papá lo venía hablando con mi mamá o lo venía maquinando él solito y me esperó. Me agarró en el auto solo los dos. De la nada, a las 7 de la mañana llevándome a la oficina, me tira esa frase. Y lo empecé a pensar y dije: “Sí, puede ser”. Yo iba al ginecólogo común, pero nunca había ido a un especialista en fertilidad. Ahí me hice el estudio de la hormona antimülleriana, que es la hormona que te dice si tenés baja o alta reserva ovárica. Yo segura de que no era nada malo. Pero cuando me dan el resultado, con 30 años y recién casa, leo que dice 0,52. ¿Viste que en el estudio te dice cuánto deberías tener? Yo debería haber estado en 7 u 8 para mi edad. O sea, yo estaba haciendo una perimenopausia o algo estaba sucediendo. Vamos a un médico, vamos a otro. Y yo a mi marido le decía: “Yo hasta una asistida, llego”. Además como vengo de familia religiosa, no sé qué tenía en ese momento que para mí tenía que ser asistida y dije: “Si Dios no lo manda, por algo será”. Luli: — Cuando te dicen que tenés que terminar en tratamiento, al menos a mí me pasó, fue como una espada que se me clavó en la espalda. Porque hasta que uno no empieza a transitarlo, hay como una demonización del tratamiento. Pero después terminás diciendo: “Bendito Dios que me tocó en esta etapa porque hace 50 años atrás por ahí no hubiese podido lograrlo”. Anto: — Además, creo que también hay una demonización de todo lo que no sea natural respecto de la búsqueda de ser madre. Luli: — Y es paradójico porque la mayoría de las personas no tienen una fertilidad natural y es un tema del que no se habla... Anto: — Yo no sabía de números ni de tratamientos ni de nada y me decían: “Una chica fértil con un chico fértil, tienen entre el 20 y el 30% de chances de quedar embarazados”. Luli: — Es como que decís: “¡¿Cómo puede ser si todo el mundo se embaraza?!” Anto: — Sí. Ahí fui a una médica que me recomendó una amiga que había hecho tratamiento. Me mandaron a hacer un montón de estudios. No tenía todavía todos los resultados, pero sí me habían armado como una carpetita. Yo con esa carpetita caí en un centro de fertilidad. Yo lo había re charlado a mi marido: “Yo hasta una asistida llego, algunas vitaminas. Yo no me voy a hacer nada. Mi cuerpo, mi templo”. No sé (risas). Pobre. Llegamos, nos sentamos y la señora, que hoy no es mi médica porque cambié, abre la carpeta y dice: “Vos vas directo a in vitro”. Fue lo primero que me dijo. Luli: — Sí, porque aparte tacto cero la mayoría. Anto: — Mi marido, que es muy sensible, instantáneamente se larga a llorar porque él pensó “Chau, hasta acá llegamos”. Porque yo le había dicho que no había posibilidad. Pero cuando la médica me dijo eso, yo le respondí: “¿Cuándo me la hago?" Mi marido no entendía mi reacción. Es que mi objetivo era uno. En ese momento si me decían tenía que ir caminando a no sé dónde, yo lo hacía. Además yo soy muy práctica para esas cosas. ¿Qué tengo que hacer? ¿Cuándo lo hago? Dame la fecha y listo. En ese instante yo dije: “Mi objetivo es este. Yo lo hago y se terminó la historia”. Yo no sabía bien que era además, porque uno no está al tanto de qué implica un tratamiento de fertilidad. ¿Qué es? Nadie lo sabe. Hay tratamientos de baja complejidad, que es una asistida, y los tratamientos de alta complejidad. Yo siempre hice alta complejidad. O sea, te estimulan, te sacan un óvulo, toman la muestra de tu marido, te forman un embrión, vos seguís estimulándote, te transfieren y ahí suerte... Luli: — Y algo que, en general, sucede es que siempre nos estudian a las mujeres antes de exponerlos a ellos a un estudio de fertilidad. A nosotras nos hacen todo lo imaginable y más. Y hay estudios que son… Anto: — Es como que tu cuerpo no es tu cuerpo. Hay un estudio que lo pospuse tres meses, como la histerosalpingografía. Luli: — Tremenda. Me la hice. La histerosalpingografía, para quien no lo sabe, es un estudio en donde evalúan si tus trompas están tapadas. Es muy doloroso. Anto: — ¿Y cómo lo descubren? Poniendo de un líquido a presión. Es tremendo. No podés estar dormida porque tu flujo sanguíneo tiene que ser el mismo. Una amiga mía me dijo: “Yo me lo tuve que hacer en dos partes porque me desmayé”. Yo fui tan preparada para sufrir tanto que después no me pareció tan doloroso. Luli: — ¿Te enojaste en algún momento de ese proceso? Anto: — Muchísimas veces. Me enojé conmigo, con el destino, con todo. Y lo que también me pasaba es que yo entraba muy confiada. Me hice seis tratamientos en total y en cada uno duelaba todos los anteriores. Entonces cada tratamiento la pasaba peor. Encima tuve mi cuarto tratamiento en pandemia. Lo hice sola porque no podía entrar nadie. Y yo no tomé tanto conocimiento de lo que me estaban haciendo hasta mi segundo o tercer tratamiento. Yo iba piloto automático, entraba a quirófano, salía, entraba, salía, hacían una beta, hacían otra. Y no me voy a olvidar nunca que lo que a mí me pasaba es que daba negativo. Y la respuesta de la médica, literal, era: “Pucha che. Qué macana”. Y yo de un profesional espero que me diga algo más: ¿Qué vamos a hacer? Qué pensás que tengo? Luli: — Y con una reserva ovárica muy baja... Anto: — Muy baja. Además el “pucha, che” me lo decía mi mejor amiga que estaba esperando conmigo. Pero no me lo podía decir un profesional. “No me dolía el no embarazo, me dolía intentarlo y fallar”: el lado más íntimo de Anto y la búsqueda de un hijo. (Maximiliano Luna) Luli: — Y en ese momento, independientemente de la falta de empatía de la médica. ¿No sentías que con este “pucha, che” no había algo más que te puedan ofrecer? Anto: — Es que hoy tampoco hay algo más, porque en realidad vos sabés que tenés baja reserva ovárica, pero no sabés si tenés algún problema de anidación, porque a mí me lograban sacar óvulos. Me acuerdo mi primera aspiración, que así se llama. Yo voy a quirófano y escucho de al lado que a una chica le dicen que le habían sacado 17. Y mi se acerca el médico y me dice: “Pudimos sacar tres y te tuvimos que llenar de líquido porque uno estaba pegado”. Yo dije: “No me anda, no me anda el cuerpo”. Estamos tan mal seteadas las mujeres, que te empezás a enojar con vos porque tu cuerpo no te anda para lo único que te tiene que andar, que es para tener un hijo. Y no te das esa contención. Yo decía, así como hay psicólogos que te acompañan en un tratamiento oncológicos, debería haber psicólogos que te acompañen en esto. Luli: — Por más de que te amen tus amigas, tu familia, tu marido, es muy difícil que entiendan por lo que estás pasando. La única que te entiende es la que está pasando por lo mismo. Anto: — Yo charlaba mucho con chicas que no conocía, pero que habían pasado por lo mismo. Porque un día estaba re bien, otro día re mal y las amigas te quieren consolar y en el momento que vos estás re bien, es como, “bueno, va a ser lo que tenga que ser”. Por ahí una amiga te decía la frase: “Quizás no es tu destino ser mamá, tranqui. Vos tenés una vida hermosa, no pasa nada”. Y ese mismo comentario te atravesaba al medio y quedabas mal. Luli: — Sí, aparte estás pasada de estimulación de hormonas. Anto: — Yo las conté. Me puse más de 260 inyecciones en el círculo del ombligo. La gente le tiene miedo, pero yo no sentía dolor físico. Yo estaba incómoda, hinchada, enojada, pero no tenía dolor físico. Pero llegó un momento que yo le pedí a mi papá, que es mi vecino, que venga a ponerme la inyección porque yo ya no podía más. No quería armar más la lapicera, ya no quería nada. Luli: — ¿Y en ese proceso tu marido cómo acompañó? Porque es muy difícil también para ellos. Anto: — Es muy difícil porque yo me enojaba mucho porque a él no le pasaba nada. Y yo lo entendí después de mucho tiempo. Ellos la ven de afuera. Es muy difícil ver sufrir a la persona que está con vos y tener que hacerte el fuerte. En un posteo lo conté que yo me iba a llorar al baño, porque a mí no me no me gustaba que él me vea llorar. En ese momento, nadie sabe qué decirte. Si me decía: “Bueno, no pasa nada”, yo le respondía: “No te importa”. Luli: — No hay nada en ese momento que te puedan decir. Anto: — Yo me sentía peor porque como a mí no me funcionaba el cuerpo en mi cabeza, yo estaba destruyendo todo. Era terrible. Yo me iba a llorar al baño. Prendía la ducha, ponía música y lloraba 45 minutos. Después salía y decía que tenía los ojos rojos del agua caliente. Y me acuerdo que una vez hice todo eso y cuando salgo... Luli: — Desfigurada de tanto llorar. Anto: — Mi marido me dice: “¿Te bañaste?” “Sí”, le dije. Y me mira y me dice: “No hay agua caliente desde la mañana”. Yo ni me di cuenta, porque prendí la ducha y me largué a llorar. Pero necesitaba descargar. Yo necesitaba llorar tirada en el piso. Para mí era un drama. Y después salís y te hacés la que no pasa nada. En la vida o con mis amigos, no pasaba nada. Aprendí del dolor y me gusta poder comunicarlo para poder acompañar a otras chicas que están sintiendo el mismo dolor. Porque en el momento del negativo es terrible. Sentís que se te derrumba el mundo. Anto: — Nada tiene sentido, todo es terrible, y decís: “A mí nunca me va a pasar. Dios no quiere que esto me pase”. Y yo en ese momento estaba en un lugar en donde no estaba cómoda con los profesionales. No me voy a olvidar nunca. La asistente, la mano derecha de mi médica en quirófano, me seguía en redes. Y en un momento le dije: “Necesito que vos me digas qué pensás que tengo. No importa que sea algo terrible, necesito que me digas”, porque el “pucha, che” no me alcanzaba. Y ella, se ve que me quiso decir algo copado, no sé, y me dice: “Para que vos lo entiendas, tus óvulos son made in China”. Luli: — ¿Made in China como queriendo decir de mala calidad? Anto: — Exacto. Luli: — Tremendamente gráfico. Interpretaste enseguida esa complejidad médica que uno no entiende. Anto: — Exacto. Dije: “Bueno, listo, ya está”. No te digo que quedás traumada, pero es muy fuerte. En ese momento te agarrás de todas las religiones y a vos te dicen que tenés que tomar kombucha a la mañana, tomás kombucha a la mañana, hacés todo. Yo me fui a ver a Livia a Salta, al padre Ignacio... Luli: — En algún momento te preguntaste ¿para qué me está pasando todo esto? ¿Pudiste transformar el por qué en un para qué? Anto: — Sí, en muchos aspectos yo cambié mi manera de ver a la mujer y a la maternidad. Me di cuenta de que, por ejemplo, a mí me pasaba con el tema de no querer tener hijos también. Yo tengo dos amigas que no quieren, nunca quisieron y están todas tratando de convencerlas y les dicen: “¿Cómo no vas a querer?” Y yo me acuerdo que en un momento me senté con una de ellas y les dije: “Si a mí me duele tanto que me digan que no, ¿cómo te debe doler a vos que te quieran decir que sí?” Porque yo sentía que a mí el mundo me decía: “No, no y no”. Y que yo iba igual para adelante. En el cuarto tratamiento, a mí me diagnostican infertilidad. O sea, ya no era baja reserva ovárica. Y todo esto fue durante la pandemia. En mi cuarto tratamiento tengo una dismenorrea y pierdo mucha sangre estando sola mientras esperaba para entrar a ver a mi médica y ya me había dado el negativo. Cuando te da el negativo, a los poquitos días te viene. Yo era un charco de sangre y no le podía avisar a mi marido porque él no puede entrar. Ahí dijimos: “Esto no puede ser así”. Además, después de cada tratamiento, la gente nos decía: “Bueno, vayan de viaje, cuando no pienses vas a quedar…” Luli: — ¡Mentira! Anto: — Yo sentía que vivía en un all inclusive y no pasaba nada. Y es lo único que pensás es en eso, no podés no pensar. Y contás los días y decís: “Me voy a hacer la que no pienso, a ver si...” No me voy a olvidar nunca que yo en un momento dije: “Mi diagnóstico no puede ser mi destino. Mi destino es ser mamá, yo lo sé“. Nunca dudé de eso. Cuando decidí que mi diagnóstico no iba a ser mi destino, cambié de médico, fui con el que estoy hoy, que lo quiero muchísimo. Me acuerdo que abrió la puerta de su consultorio, Gabriel, y eran fotos de bebés por todos lados, todos los bebés que eran de sus pacientes. Él no me conocía, agarra mi carpeta y me dice: “Antonela, contame de vos”. Y a mí yo era un mar de lágrimas. En un momento le dije: “Yo lo único que quiero es que esté la foto de mi bebé acá. Yo necesito que me digas qué tengo que hacer”. No me da miedo el quirófano, no me dan miedo las inyecciones, no me da miedo nada. Pero también es porque en ese momento, estar embarazada era para mí lo único que me acercaba a un bebé. Luli: — ¿Y qué te respondió? Anto: — Me dijo: “No entiendo por qué insististe tanto con tus óvulos. ¿Tenés algo respecto de eso?" Y le dije que no. “Yo quiero quedar embarazada. Quiero tener un bebé, quiero tener un hijo. El embarazo es un medio para mí. Y si yo en algún momento vos me decís no vas a poder, nunca vas a poder, está ok, pero necesito saberlo”, le dije. No me dolía el no embarazo, me dolía el intentarlo y fallar. La luz al final del túnel para mí es esa. Yo sé que voy a ser mamá. Cada paso te acerca y siempre digo: “Yo lo estoy buscando, pero él también me está buscando a mí”. Además, muchas de mis seguidoras lo saben y otras no, yo soy adoptada. Entonces para mí es una posibilidad la adopción. También hoy la medicina te acerca a tratamientos como, no sé, un vientre subrogado y yo no le digo que no a nada. Yo sé que mi bebé está. Luli: — Y a nivel emocional, ¿en qué etapa estás hoy? Anto: — Hoy estoy muy bien. Hice seis tratamientos y abrí el panorama a otras búsquedas. Entonces es como que digo: “Bueno, tengo más chances” y en ese abrir el panorama empezás a investigar o alguna clínica afuera o adopción… De mis seis tratamientos yo tengo cuatro hechos con mis óvulos y dos con donación. También lo que pasa es que nada te asegura nada. Los estudios de biopsia de útero, que también me hice, son tan amplios que pueden ser veinte cosas, diez, doce, ninguna o todas. Luli: — Estas experiencias te paran desde un lugar totalmente distinto en la vida. Cuando sos una mujer fuerte, como se advierte que es tu caso, con una personalidad bien sólida, decís: “Esto va a ser así” Aunque veas todo en contra. Anto: — Exacto. Es Dios diciéndote: “Va a pasar, pero vas a aprender un montón”. Y yo aprendí un montón y tengo todavía mucho que aprender. Aprender respecto de la mirada del otro también. No te digo que me dolía, pero me llegaba. Hay dos opiniones la mía y la que no me importa más. Mi mamá y mi papá también tuvieron una búsqueda de 10 años hasta que llegué yo. Luli: — Trayéndote un poco al panorama de las redes sociales, siempre te mostraste una mujer con mucho carácter a la hora de compartir no solo estas cosas tan personales, sino también las cosas más vinculadas al laburo. ¿Sentís que todo ese proceso personal te llevó a aprender a poner límites? Anto: — Sí, yo creo que sí. Tengo muy clara las pautas de lo que sí hago en redes y de lo que no y de lo que no hago en redes es porque no comulgo con eso. Entonces no me interesa, no lo hago y no necesito hacerlo, que es un privilegio, también. Luli: — ¿Y esta convicción o esta claridad que tenés también te llevó a elegir con quién vincularte en lo que es el medio y con quién te mostrás en tus redes? Anto: — Sí, 100 por ciento. Uno lo aprende de grande y a los golpes. Yo hoy no tengo vínculos que no me sumen, yo tengo vínculos que me dan paz. Ya no creo en la remada del vínculo, ya no creo en la lucha por mantener. Luli: — ¿Te pasó en algún momento? Anto: — Sí, muchísimo. Yo creo que los niños que crecen en lugares de mucho amor no aceptan cualquier tipo de cariño después, porque ya saben lo que es ser bien querido. Entonces, a lo largo que uno se va vinculando: con la gente del colegio, de la facultad, de la vida, te das cuenta cuando no te quieren bien, pero no porque esa persona sea mala, porque no sabe querer, porque quizás quiere distinto a lo que vos aprendiste. Yo tengo muy en claro cómo me gusta que me quieran. El respeto que le doy al otro y que quiero que me den, la sinceridad que le doy al otro y que quiero que me den. Yo soy una persona que exige muy poco. Trato de dar todo lo que tengo para darte, pero tampoco me gusta que me exijan porque yo te doy todo lo que tengo para darte. “Tengo muy en claro cómo me gusta que me quieran" expresó Anto Bonazzola al definir sus límites en los vínculos afectivos. (Maximiliano Luna) Luli: — ¿Sentiste en algún momento que te han usado? Porque este es un medio difícil en algunos aspectos. Anto: — Sí, por supuesto. Me ha pasado en los vínculos y en las relaciones de laburo de redes. Si lo logro detectar, evalúo si me importa o no. En el vínculo real, no. Yo no le abro las puertas de mi casa a cualquiera. No toda la gente que me conoce mi casa, mi marido, mis padres, pero sí aprendí con el tiempo a detectar cuando no me están queriendo bien. Y me corro. Me cuesta soltar. Entonces, soy como de sentarme a charlar. Me pasó con una amiga de tener que sentarme a charlar y decir: “Yo te requiero, te deseo lo mejor, pero no puedo seguir construyendo con vos porque tu manera de querer me hace daño. No puedo construir y vos no vas a cambiar. Y yo no me puedo adaptar a esto porque me destruye”. Es re incómodo, pero así como a alguien le gusta que le digan que lo quieren, también te tengo que decir que ya no te puedo seguir queriendo de la misma manera. Y hoy el vínculo está todo bien, no hay daño y yo prefiero eso a la gente que directamente termina un vínculo mal. Luli: —¿Y la recepción cómo fue? Anto: — En ese momento fue un poco difícil, pero estuvo todo bien. Sí me ha pasado de intentar tener esta charla y del otro lado encontrarme con un Godzilla que tiró todo, rompió todo y fue muy traumático, por así decirlo, para mí, porque uno no está acostumbrado a desvincularse de un amigo. Nosotros estamos muy acostumbrados a hablar de cómo te separaste de tu pareja, no de un amigo, porque es lo más habitual. Luli: — Aparte es algo que sucede. Si uno se pone a ver en la vida la cantidad de vínculos que fuiste dejando en el camino y no siempre con un conflicto, pero que a veces uno elige o esa persona no te está acompañando en ese proceso. Anto: — O se diluye en el tiempo. Hay veces que no sé, tenés amigos de la facultad que duran lo que dura la facultad y después creciste por otro lado, te dedicaste a otra cosa, trabajaste de otra cosa y fomentás desde otro lado. Luli: — Es verdad que este ambiente te invita a compartir muchos laburos o tiempo con algunas chicas que después por H o por B dejás de vincularte y naturalmente te preguntan en las redes. Anto: — Y además también está mucho esto en redes, que, por ejemplo, te ven en todos los eventos con alguien con la que compartís marca y la gente dice: “Son re amigas” y vos en tu diario quizás no compartís con esa persona. Y la gente quiere saber, por supuesto, porque si vos ya me compartiste todo y compartime esto también. A mí me pasa como espectadora también. Luli: — Y a vos en su momento te pasó con Stephanie Demner, ¿no? Anto: — Me pasó. Luli: — ¿Lo abriste, lo contaste? No recuerdo. Anto: — No. Porque yo la pasé muy mal. Y no voy a decir si hizo, si no hizo, si hice o si no hice. Yo la pasé emocionalmente muy mal. Fue en mi cuarto tratamiento. En el doloroso. Fue todo junto y decís: “¿Por qué se desmorona todo a la vez?” La pasé muy mal emocionalmente y nada de lo que yo dijera iba a mejorar nada. Y yo quizás hablaba desde el dolor y terminaba de destruir algo. Y así como te digo, yo no quiero destruir lo que sí quise. Ya está, listo. Se decidió esto, pasó esto, listo. Luli: — Creo que las dos mantuvieron como ese silencio. ¿no? Anto: — Sí, sí. Al menos en lo público, sí. La gente especulaba un montón de cosas. Hubo una situación que sí fue pública y que a mí me dolió muchísimo. Ella a fin de año queda embarazada de su bebito y se empezó a especular que, como yo no podía ser mamá, me había peleado con ella porque ella sí. Y hubo una muy, muy, muy mala mano, que no fue ella, aclaro por las dudas, que publicó mi celular en Twitter diciendo eso. Yo supe enseguida quién era, llamé a mi abogado y le dije: “Que borren esto porque yo prendo fuego todo” Luli: — Que grave esto. Anto: — Y enseguida el tuit se borró y fue como: “¿Viste qué fácil?" Yo sabía quién era. Luli: — ¿Entendiste por qué te hicieron algo así? Anto: — Sí, porque hay mucha gente malintencionada alrededor. Yo creo que ella también la pasó mal, pero había como un círculo que le divertía el morbo de la pelea. Típica pelea del colegio, que hay gente satélite. Luli: — Y en ese momento que se generó todo ese runrún absurdo. ¿Ella levantó el teléfono? Anto: — Yo levanté el teléfono y pedí por favor que lo frenen. Y a mí me contestaron: “Así son las redes”. Después con el tiempo yo entendí que quizás el hablar de eso abría la puerta a que tengas que hablar de otras cosas que tampoco querías. Cuando la estás pasando mal no tenés ganas de charlar. Y además a mí me causa mucho calor ponerme a llorar frente del teléfono. No va a pasar. Nada iba a solucionar lo que pasaba. Si no se solucionaba en privado, lo público no lo iba a solucionar. Iba a destruir más o iba a invitar a una cadena de me dijo, le dijo, no te dije, sí te dije. Ella tiene una comunidad muy fuerte que la verdad es que la gente quiere saber, número uno, para tomar partido. Número dos, para corroborar la demonización de alguien o enaltecer a otro. Luli: — ¿Y cómo lograste hacer un corte de todo eso? Anto: — El tiempo… También dejé de laburar muchísimo. Luli: — ¿Por este tema? Anto: Sí. Luli: — ¿Por decisión propia o sentís que...? Anto: — Hay marcas que me llamaron y me dijeron: “Nosotros sentimos que ella se va a enojar y mejor no te llamamos”. Yo creo que la gente creyó que era tan grande todo y tan terrible que decían: “Bueno, que no se sienta mal, que no se sienta incómoda”. Yo nunca me senté a hablarlo, nunca lo hablé, nunca lo hablamos. Creo que no hace falta hoy, ya pasó mucho tiempo. Las dos somos totalmente distintas personas a lo que éramos en ese momento. Yo sí creo que así como cualquier otro vínculo, mientras duró, fue sincero. Yo no tuve ni un vínculo tóxico ni nada de eso, lejos. Al contrario, yo la pasé bien, la quise mucho, como cualquier vínculo. Y a mí no me enorgullece verme en el lugar de hablar mal de otra persona que quise. En la privacidad, yo pasé por todos los momentos, no te voy a mentir: estuve bien, mal, me enojé, se metía gente de afuera... Hasta el día de hoy hay veces que veo que hay gente que habla de eso. Y pasaron cuatro o cinco años. ¿Es necesario? Sí, yo no hablé, sí ella no habló... Luli: — Es lo que decíamos al principio. Son temas que nos pasan a todas las mujeres en nuestros grupos, pero a veces estamos más expuestas. Está en la esencia de la forma de vincularnos, sobre todo las mujeres. Anto: — Yo creo que uno cuando es más grande aprende a cuidarse más a uno mismo y a cuidar lo que sí quiso. Para mí es re importante eso. Yo estoy muy segura de lo que quise y cómo lo quise y de lo que dí. Entonces, la verdad que cuido ese recuerdo. Yo ya sé lo que doy, lo que quiero dar y a dónde no quiero llegar. Es un cliché, pero la vida es un ratito y yo elijo con quién paso mi ratito. Luli: — Cuando concluyo las entrevistas, me gusta hacer dos preguntas. La primera es si pudieses tomarte un mate con vos misma, pero la de hace diez años atrás, ¿qué te dirías? Anto: — Yo de diez años atrás me estaba casando. Así que me diría que sí. Me diría que sí es todo lo que yo pensé. La gente dice: “¡Ay! El amor de mi vida”. Y no. Mi marido es el amor de todos mis días. Es el amor que construye, el amor tranquilo. Yo me aconsejaría a mí lo misma lo que le aconsejo a las chicas más jóvenes: “Es el bueno, no es el malo”. Viste que cuando sos adolescente te gusta el chico malo... Pero no. Es el bueno. La gente que te da tranquilidad es la gente que te quiere bien. Con la que sentís hogar, es ahí. Luli: — ¿Y si pudieses elegir un momento de tu vida como si fuese una foto para volver a vivirlo? Anto: — Por suerte tengo un montón. Quizás hoy me remonto al día que nació mi sobrino más grande, Nacho. Para mí fue muy trascendental. Además, yo nunca nací Susanita. Yo no me quería casar, no quería tener hijos y cuando nació Nacho fue un antes y un después en mi vida. Es el amor más grande a nivel explosivo, porque yo amo muchísimo a mis padres, pero uno crece con ese amor. Cuando nació mi sobrino, a mí se me explotó literalmente el cuerpo y yo dije: “Yo quiero esto”. Ahí lo decidí y dije: “Sí, quiero esto”.
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