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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 23/09/2025 16:37
Los alérgenos ambientales como polvo doméstico, ácaros, pólenes, hongos, pelos de animales e insectos como la cucaracha pueden desencadenar una reacción inmunológica exagerada en personas con rinitis alérgica, generando anticuerpos y síntomas molestos (Imagen ilustrativa Infobae) Según MedlinePlus, de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, la rinitis alérgica “es un diagnóstico asociado con un conjunto de síntomas que afectan la nariz. Se presentan cuando usted inhala algo a lo que es alérgico, como polvo, caspa o polen. Los síntomas también pueden ocurrir cuando usted consume alimentos a los que es alérgico”. En ese sentido, la confusión entre un resfrío persistente y esta afección puede tener consecuencias significativas para la salud. De acuerdo con la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAAeIC), la rinitis alérgica puede pasar inadvertida y subdiagnosticada, especialmente durante la primavera, cuando el polen incrementa la intensidad de los síntomas. La rinitis alérgica se manifiesta con signos como nariz tapada, estornudos frecuentes, lagrimeo y picazón en garganta, ojos y paladar, síntomas que a menudo se confunden con los de un resfrío común. Sin embargo, los especialistas de la AAAeIC advierten que experimentar más de cuatro episodios de resfríos intensos al año, con una duración superior a los diez días, puede ser un indicio de esta enfermedad crónica. La confusión entre resfrío persistente y rinitis alérgica puede derivar en un subdiagnóstico, especialmente durante la primavera, cuando el aumento de polen en el ambiente intensifica los síntomas en personas sensibles a los alérgenos estacionales La doctora Silvana Monsell, presidenta de la AAAeIC, subrayó que el subdiagnóstico es elevado porque “muchas personas creen tener ‘resfríos prolongados y reiterados’ cuando en realidad conviven con una enfermedad crónica que exige atención especializada”, según declaró a la asociación. Además, la llegada de la primavera agrava la situación, ya que “incrementa la presencia de polen en el ambiente, lo que exacerba los síntomas en muchos de los pacientes, sobre todo aquellos que presentan rinitis alérgica estacional”, completó la especialista. El origen de la rinitis alérgica radica en una reacción exagerada del sistema inmunológico ante alérgenos ambientales como polvo doméstico, ácaros, pólenes, hongos, pelos de animales o incluso insectos como la cucaracha. La enfermedad puede presentarse de forma intermitente o persistente, dependiendo de si los síntomas se manifiestan más de cuatro días a la semana y durante más de cuatro semanas. La doctora Carla Ritchie, vicepresidenta de la AAAeIC, explicó que “al entrar en contacto con el alérgeno, el sistema inmunológico de la persona sensible libera anticuerpos (denominados IgE) y mediadores inflamatorios, lo que provoca los síntomas típicos como estornudos en salva; rinorrea acuosa (nariz que ‘gotea’), obstrucción nasal, lagrimeo y enrojecimiento ocular y picazón de nariz, garganta, oídos y paladar, entre otros”. El impacto de la rinitis alérgica El impacto de la rinitis alérgica va más allá de la incomodidad física. Monsell detalló: “No estamos hablando de una molestia menor, sino que es una enfermedad que afecta la calidad de vida en múltiples planos, produciendo trastornos del sueño, con despertares nocturnos, sueño no reparador y fatiga diurna; descenso en la productividad laboral, porque limita al individuo en la intensidad de su trabajo; ausentismo escolar y laboral, con pérdidas significativas de días de clase y de trabajo por año; e irritabilidad y cansancio, síntomas que suelen aparecer de manera recurrente”. Los especialistas de la AAAeIC recomiendan prestar atención a la duración y recurrencia de los síntomas, dado que la rinitis alérgica raramente se acompaña de fiebre y su sintomatología puede persistir durante semanas o meses, a diferencia del resfrío viral (Imagen Ilustrativa Infobae) La falta de tratamiento adecuado puede derivar en complicaciones respiratorias más graves. Monsell advirtió que “otro riesgo latente es que una rinitis alérgica no tratada puede desencadenar un asma bronquial. Muchos minimizan sus síntomas y conviven con ellos como algo natural o inevitable, pero —con el tiempo— puede transformarse en un cuadro respiratorio de mayor gravedad: se estima que cuatro de cada diez pacientes con rinitis no controlada desarrollan asma en algún momento de sus vidas”. Distinguir entre un resfrío común y la rinitis alérgica resulta fundamental para un diagnóstico preciso. Los especialistas señalan diferencias clave: mientras que un resfrío viral suele resolverse en siete a diez días, la rinitis alérgica puede persistir durante semanas o meses; la fiebre es rara en los resfríos y nunca está presente en la rinitis; la picazón ocular es característica de la rinitis alérgica; y la recurrencia de los síntomas es típica en personas alérgicas. El diagnóstico se basa principalmente en la evaluación clínica y en pruebas específicas. Ritchie explicó que “el diagnóstico clínico sigue siendo la principal herramienta, pero además existen técnicas complementarias de gran utilidad, como las pruebas cutáneas, que consisten en colocar gotas de alérgenos en el antebrazo y realizar una pequeña punción para ver si se genera una roncha que confirma la alergia cuando el paciente tiene síntomas compatibles con la exposición a dicho alérgeno”. Factores ambientales como la contaminación, el tabaquismo y el deterioro del entorno contribuyen al aumento de la prevalencia de rinitis alérgica (Imagen Ilustrativa Infobae). Ante la sospecha de rinitis alérgica, la recomendación es consultar a un especialista en alergia, quien puede indicar estrategias tanto preventivas como terapéuticas. Entre las medidas sugeridas se encuentran evitar los cambios bruscos de temperatura, reducir el contacto con polvo, ácaros, humedad y mascotas cuando sean los desencadenantes, limpiar frecuentemente la ropa de cama y alfombras, y evitar salir al aire libre en los horarios de mayor concentración de polen, que suelen ser entre las 7:00 y las 9:00 y después de las 18:00. En cuanto al tratamiento farmacológico, la Dra. Monsell detalló que “para aquellos casos que requieran tratamiento farmacológico, disponemos, entre otros, de fármacos de rescate (antihistamínico, útiles durante las crisis); fármacos de control, principalmente corticoides intranasales en spray, que se utilizan a diario para reducir la inflamación; y vacunas de inmunoterapia (administración de dosis creciente de los alérgenos involucrados para inducir tolerancia)”. Desde la AAAeIC concluyeron que “estamos frente a una patología en crecimiento, cuya prevalencia aumenta año tras año en el mundo debido a factores ambientales como la contaminación, el tabaquismo y el deterioro del entorno. No son ‘resfríos prolongados’, sino una enfermedad crónica, frecuente y con consecuencias potencialmente serias si no se trata a tiempo. Se debe prestar atención a sus síntomas, asumir el compromiso de la adherencia a los tratamientos que el médico indique y tomar el tema con mayor conciencia médica y social, de manera de mejorar el diagnóstico temprano y obtener un control adecuado para prevenir complicaciones como el asma”.
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