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Gualeguaychu » El Dia
Fecha: 21/09/2025 12:50
Cuando en la segunda vuelta de 2023, la mayoría eligió a Javier Milei para ocupar la presidencia de la Nación, su composición fue bastante clara: los desencantados del sistema, contra la casta, esa a la que el entonces candidato sacudió y sacudió hasta el cansancio. Qué mayor emblema que la casta con Sergio Massa del otro lado y todo lo que había fracasado en los cuatro años anteriores. Hoy todavía lo niegan a Alberto Fernández, como si hubiera sido presidente de otro partido que no fue el peronismo. Pero ese es otro debate. La mayoría que alumbró a Milei en la Casa Rosada era inestable como los apoyos que recogió en el camino. El del PRO fue muy importante porque le arrimó una parte del electorado que desconfiaba de él, pese a compartir muchos de sus postulados. El resto llegó solo, con el descontento a cuestas y el enojo con la política y los que hacen política. Acá está una de las claves de lo que pasa ahora: Milei siempre despreció la política y, ya como Presidente, tampoco se preocupó por ella. La sabiduría popular dice que una tortilla no se puede hacer sin romper huevos. Es cierto, pero también hay una praxis que no se puede evitar. El Presidente de la Nación, de cualquier país, pero más de la Argentina, está obligado a hacer política y, a partir de eso, construir y darle sustento a su propio poder. Ahí está su talón de Aquiles. Francos ha sido una rara avis en la gestión, luchando solo contra libres pensadores que, a cada paso, le enmendaban la plana. Esas idas y vueltas insoportables fueron minando la confianza de sus interlocutores. El manotazo final de girar plata a algunas provincias no alcanzó. Tendrán que replantear las cosas y ver. Milei no tenía un partido detrás. Se quedó con algo del PRO, pero rápidamente condenó a Macri al exilio. El resto, fueron muchos marginales de la política que fue conociendo en su derrotero hasta el sillón de Rivadavia. Y era 50 y 50. Podía salir bien como podía salir mal. Milei creyó que, eyectando a un funcionario que no cumplía con sus órdenes o se sospechaba de su honestidad, alcanzaba. Craso error. Imposible controlar la vastedad de un Gobierno nacional lleno de tentáculos y con un Estado minado de opositores después de tantos años de kirchnerismo. El ejemplo más claro ha sido el Congreso de la Nación. Más cerca de un conventillo que de una casa legislativa, hoy el órgano legislativo se debate entre escándalo y escándalo. No sólo por la minoría intensa de los libertarios. El resto de los bloques tampoco parece estar a la altura de las circunstancias, convirtiendo cada sesión, las pocas que hay, en eventos televisivos casi bizarros que tampoco contribuyen a elevar el nivel de credibilidad en la política. La economía, que sigue sin dar señales claras, se debate ahora entre las dudas que generan las derrotas políticas. El error estratégico de elevar a nivel nacional la elección en Buenos Aires le dejó a Axel Kicillof la posibilidad de correr a Cristina, marcarle la cancha y posicionarse como el sucesor. Eso hizo en las horas posteriores, recorriendo canales de televisión “enemigos” y morigerando su perfil combativo con todo lo que huela a moderado. Si quiere ser presidente tendrá esa tarea por delante: seducir una porción de electorado refractaria al kirchnerismo y meter una cuña en la ancha franja del centro del país. Ya cuenta con varios colaboradores que le están haciendo ese trabajo. No es poco. Milei se mira al espejo. Atraviesa la peor hora de sus días en el poder, más por errores propios que por méritos ajenos. En política hay un error que nunca se puede cometer: subestimar al adversario. Jamás se puede dar por muerto al peronismo y sus múltiples caras. El helicóptero siempre está a la vuelta de la esquina, igual que una corrida cambiaria, como está pasando ahora. En el horizonte está el 26 de octubre, aunque todavía falta una eternidad. En los 90, un tal Carlos Menem (alguien a quien el actual mandatario considera el mejor presidente de la historia) se dio cuenta que la economía con la convertibilidad serían vitales para su supervivencia en el poder. Pero nunca se olvidó de hacer política y mantener bajo su tutela al PJ. Y qué nenes que había en esa época. Milei tendrá que decodificar aquello para domesticar a los que considera sus adversarios. Para eso tendrá que ganarse aliados nuevos, algo que rechazó sistemáticamente hasta ahora. ¿Se habrá dado cuenta? ¿No será demasiado tarde? Sobre todo, para sus expectativas de reformas antisistema y anticasta. Cruje. Esta película ya la vimos muchas veces. Esperemos que el final sea otro.
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