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» Misionesparatodos
Fecha: 21/09/2025 09:13
La historia de la energía en Argentina se centra ahora en Vaca Muerta. Casi todos afirman que esta es una gran oportunidad para el país, que podría establecer récords en términos de producción y convertirnos en un exportador neto en este yacimiento. Sin embargo, también trae consigo peligros ambientales, fricción social y una pregunta cada vez más urgente: ¿Cómo se puede sostener el boom de producción sin dañar irreparablemente el medio ambiente? Pronto, los ingresos de Vaca Muerta podrían rivalizar con el sector agrícola. Por primera vez en la historia, Argentina podría tener dos flujos de ingresos altamente valiosos en dólares que equilibrarían sus cuentas externas y fortalecerían su macroeconomía. Si bien el complejo agroindustrial ha sido y seguirá siendo el pilar de nuestra economía, la extracción no convencional de gas y petróleo puede añadir una nueva dimensión al desarrollo nacional. A nivel mundial, estamos en una era marcada por la revolución energética, la seguridad de suministro y la búsqueda de una energía alternativa. Argentina, en estas circunstancias, puede emerger como un fuerte competidor en los mercados internacionales ofreciendo sus ventajas comparativas. Esta oportunidad no se mide solo según las reservas que se puedan obtener, sino también por los recursos que se pueden traducir en exportaciones, empleos y tecnología. Los datos son reveladores. Las regalías hidrocarburíferas de Neuquén se dispararon un 245 por ciento en el mismo período, entre 2006 y 2024, debido a Vaca Muerta, la cuenca actualmente representa el 92 por ciento de ellas. La producción alcanzó 811.200 barriles al día este mes, la mayor en 26 años. Se promete más en el futuro inmediato: proyectos como un oleoducto al Atlántico y desarrollos relacionados con el GNL podrían anunciar la llegada de Argentina como un jugador significativo en los mercados globales. Desde un punto de vista macroeconómico, Vaca Muerta es un estabilizador económico: equilibra la balanza comercial de energía y trae divisas extranjeras mientras crea miles de empleos directos e indirectos. Difícil subestimar la importancia de esta contribución para una Argentina limitada desde afuera. Pero el desarrollo alrededor de Vaca Muerta viene acompañado de una serie de problemas. Por ejemplo, en Loma La Lata, una de las tierras de la comunidad Mapuche Kaxipayiñ, el agua subterránea sigue estando contaminada con hidrocarburos, los pozos están inadecuadamente sellados y los pasivos ambientales se han acumulado durante varias décadas. Lugares que alguna vez tuvieron agua limpia han sido agotados y están en litigio desde hace más de 20 años sin solución. El crecimiento de la producción deja atrás residuos que están más allá de la capacidad para su tratamiento: entre 2022 y 2023, el volumen de residuos peligrosos ha aumentado un 35.2 %. Las plantas responsables del tratamiento trabajan al límite y enfrentar duras críticas la contaminación. Las quejas ciudadanas, son recurrentes respecto a los riesgos para la salud pública y el medio ambiente. Aquí radica la contradicción: mientras se celebran las ventas de exportación, las sociedades que reúnen residuos están creciendo alrededor de comunidades que insisten en su derecho a ser consultadas antes, y en su derecho a vivir en condiciones adecuadas después. No se trata de producción o protección, sino de producir sin dañar. A pesar de tener una Ley General de Medio Ambiente que aplica el principio de “el que contamina, paga”, su cumplimiento no es consistente. Es imperativo insistir en que los operadores están obligados a adherirse a los protocolos de abandono seguro de pozos; limpiar el suelo y agua contaminados; y compensar justamente a las comunidades afectadas. Estados Unidos es un testimonio de esto; el agua producida –un subproducto de su proceso extractivo– se reutiliza allí para usos industriales y energéticos. Prácticas como las de Texas y Nuevo México hacen posible reducir costos mientras se reducen los efectos ambientales negativos. Argentina podría utilizar esta experiencia para desarrollar enfoques sostenibles, evitando viejos errores, pero capitalizando éxitos anteriores. El gas de esquisto es algo con lo cual las Cuencas del Pérmico se involucraron temprano; las empresas invirtieron millones en resolver obstáculos técnicos y técnicas durante décadas –ahora Argentina puede tener ese conocimiento– sin tener que realizar esa costosa inversión al principio. El Estado no solo debe reconocer el crecimiento, sino también regular los procesos ambientales que contribuyen a él y asegurarse de que este extraordinario ingreso de Vaca Muerta sea gestionado con sostenibilidad a largo plazo en mente: invertir en energías renovables, fortalecer sus instituciones medioambientales, el desarrollo de tecnología innovadora para el tratamiento ambiental. Vaca Muerta no es solo una oportunidad energética, sino también un escenario positivo para el desarrollo industrial y la innovación tecnológica y la generación de empleo de calidad. Con políticas sostenidas y claramente definidas a largo plazo, puede ser una de las piedras angulares para una Argentina más estable, competitiva y próspera. El camino hacia la sostenibilidad no es una elección sino una necesidad para crecer La próxima década será clave para definir si Vaca Muerta funciona como un impulsor del desarrollo sostenible o se convierte en una potencial bomba ambiental. El camino hacia la sostenibilidad no es una elección sino una necesidad para garantizar que el próximo capítulo no replique las historias del pasado, plagadas de conflictos abiertos y marginación social. Cualquier récord de producción que resulte en tierras destruidas detrás, no puede ser una fuente de celebración, ya que la verdadera riqueza no reside solo en disfrutar de los recursos naturales sino también en la capacidad del país para producir prosperidad sin arruinar el indispensable entorno natural. Por Miguel Scozzari - presidente del Movimiento Productivo Argentino
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