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» Diario Cordoba
Fecha: 20/09/2025 15:24
Mientras pensamos nuestra estrategia en Eurovisión, y en las futuras competiciones deportivas internacionales, siguen amputando, reventando niños y adultos en Gaza. No queda casi ningún edificio público en pie, cogiendo forma ese solar limpio que Netanyahu quiere para poner el cartel de propiedad israelí. Los que sobreviven lo hacen bajo el humo de los escombros, de las bombas, del polvo que levanta la tierra sin agua y sin comida, sin saber si cuando salgan de la nebulosa les faltarán para siempre un hijo, dos o tres. Sin salida ni física ni como metáfora, esperando a la muerte como menor de los males, deambulando de arriba abajo del territorio o en sentido contrario según los designios del ejército israelí, que colabora con quien reparte la escasa comida, disparando en mitad de la cabeza de aquellos que van a buscar algo para no morir. Esa es una simbiosis perfecta para alcanzar el objetivo de asesinar con la mayor crueldad. Sin periodistas, ni internet, ni conexión telefónica en las últimas horas, ese campo de concentración a cielo abierto nos descubrirá meses después los horrores ahí vividos. En esta ofensiva final Gaza arde, con el visto bueno del nuevo amo del mundo y su emisor, Marcos Rubio. En la visita a Jerusalén culminarán más de dos años de invasión después de los atentados de Hamás en octubre de 2023. Dos años que Netanyahu ha utilizado para resarcirse del fallo de seguridad de su Estado, de las imputaciones por corrupción, de las dificultades electorales con cuatro convocatorias en 2019, 2020, 2021 y 2022 hasta que el atentado consiguió un gobierno de unidad nacional. Dos años en los que la inacción internacional ha permanecido inamovible, en que las amenazas de EEUU e Israel ahogaban reivindicaciones universitarias con el chantaje económico, despreciaban los informes de Naciones Unidas o las resoluciones de la Corte Penal hasta que un hecho minúsculo, como una carrera ciclista, sirve de vehículo para que la indignación de una ciudadanía ocupe las portadas de todo el mundo. La calle grita lo que no se resuelve en las instituciones y aun así hay quien no lo oye, que pretende acabar con la misma prohibiendo banderas palestinas en las escuelas, censurando la palabra genocidio cuando ha tenido tan a mano la imagen de Sarajevo en guerra. Tenemos experiencia de cómo el No a la guerra cruzo el país, sin la necesidad de ser aleccionado por ningún líder político. Por suerte ninguno tiene esa capacidad mesiánica de manejar todas las voluntades. Hemos salido a las calles para no consumirnos de la rabia y de la vergüenza ante la escasa resistencia con la que Netanyahu aniquila Gaza.
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