Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Acto de justicia: el Estado salda una deuda con seis oficiales de la Armada

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 19/09/2025 18:58

    Se otorgaron los ascensos a seis oficiales jefes de la Armada que lo reclamaban desde hace casi 17 años El 21 de agosto, el Honorable Senado de la Nación ha dado acuerdo a los pliegos elevados por el Poder Ejecutivo en el transcurso del año 2024, quedando formalmente oficializados a través del Boletín Oficial del día 8 de septiembre. Dichas propuestas incluían a militares en condiciones de ascenso al grado de oficiales superiores en las tres Fuerzas Armadas, en el marco de un proceso que ha sido objeto de sucesivas postergaciones en los últimos años. En este contexto, los integrantes de la Cámara alta también otorgaron el ascenso al grado de Capitán de Navío, con retroactividad al 31 de diciembre del 2018, a seis oficiales jefes de la Armada, quienes fueron excluidos oportunamente por el Ejecutivo, y que hoy ven resuelto este asunto, luego de casi diecisiete años de reclamos y vaivenes administrativos. Estos oficiales comparten un antecedente común: sus padres fueron militares en actividad en los setenta. La exclusión, según trascendió en esa oportunidad, habría obedecido a ese vínculo familiar, sin fundamentos técnicos o profesionales relacionados con las fojas de servicios de los causantes. El acuerdo psicológico en la carrera militar: vocación, norma y pertenencia La relación entre el empleado y el empleador en el ámbito civil, se afianza en el campo teórico de los recursos humanos, en lo que algunos psicólogos denominan el contrato psicológico. De este surgen todos los aspectos que rigen la relación entre ellos, desde las obligaciones hasta las expectativas profesionales. Es más que un simple acuerdo, está orientado a la fidelidad y también a la autorrealización del individuo. Representa una cuestión clave en el vínculo de confianza, para conservar el compromiso entre ambas partes. Para quienes optaron por el servicio militar, el espíritu del acuerdo psicológico, implícitamente, se ve reflejado en la Ley para el Personal Militar y en cada paso de la carrera. La norma reserva en su letra todos los aspectos vinculados a la trayectoria profesional del militar, inclusive las consideraciones generales para los ascensos. El desarrollo profesional y la motivación se enhebran en la misma carrera militar, fortaleciendo el vínculo del individuo con el servicio que ha decidido abrazar. Las experiencias acumuladas a lo largo de esa trayectoria son distinguidas como valiosas, motivadoras en la dimensión emocional de la vocación, pero también son un factor determinante en el campo del mérito, para el ascenso en la carrera militar. Es así que se genera en cada escalón de esa carrera un fuerte sentimiento de expectativa hacia el horizonte siguiente: la promoción al grado inmediato superior. El ascenso, para el militar, está ligado con el peso, el prestigio y el privilegio de mayor autoridad, pero también, invariablemente, mayor responsabilidad. Ese reconocimiento es un orgullo silencioso que lo motiva más allá y muy lejos de toda especulación económica. El ascenso, en este campo de incentivos, no es un logro individual aislado del entorno. En su dimensión más sustantiva, constituye un mecanismo para fortalecer la legitimidad institucional ante sus propios integrantes. Los ascensos a las altas jerarquías, además de brindar oportunidades para asumir roles de mayor responsabilidad, constituyen una herramienta única para el desarrollo profesional y la eficacia de las Fuerzas Armadas. Estas precisan y se sustancian de estas promociones, para asegurar un liderazgo eficaz que dirija y motive a sus miembros ante cada desafío. La combinación de estos factores no solo beneficia a los integrantes de cada una de las Fuerzas Armadas, sino que fortalece a toda la institución. Las Fuerzas Armadas son instituciones singulares por su misión principal: la defensa nacional. Esta especificidad exige que la administración de sus recursos humanos reciba un tratamiento propio, distinto al de otras profesiones. Requieren hombres y mujeres formados en cada jerarquía, con responsabilidad, compromiso y liderazgo. Esa preparación solo puede generarse en sus propias filas. No se trata de cubrir vacantes mediante convocatorias abiertas o anuncios en redes sociales, sino de consolidar trayectorias construidas dentro del sistema. El estancamiento del mérito: frustración profesional, desgaste institucional y pérdida del talento humano En la historia reciente, en el 2010, seis jefes de la Armada propuestos por la institución no ascendieron a Oficiales Superiores como resultado de una decisión del Poder Ejecutivo de entonces. Esta situación implicó la pérdida de valiosas capacidades profesionales aquilatadas durante más de tres décadas de servicio naval, reconocidas por superiores, pares y subalternos. En una primera instancia, podría suponerse que las implicancias de estos “ascensos coartados” afectan exclusivamente a quienes, habiendo reunido los méritos y condiciones requeridas, ven frustradas sus legítimas expectativas, junto con sus respectivos entornos personales. Sin embargo, más allá de esta lógica centralizada en las frustraciones de los individuos, desde una mirada institucional más holística, la problemática es más amplia. Ciertamente, se generan efectos muy perjudiciales en dos dimensiones más que relevantes: el desempeño organizacional y el aprovechamiento del recurso humano. El funcionamiento de las Fuerzas Armadas se basa, principalmente, en la confianza. El ascenso, en especial a oficial superior, siempre es observado por toda la comunidad militar. Hermanadas con las percepciones de liderazgo y desempeño, cada año, el personal militar va imaginando las promociones de quienes merecen alcanzar este logro que genera una especie de pronóstico en relación con los méritos y las posibilidades de ascenso de superiores y subordinados. Cuando la decisión sorprende porque se aparta del orden conocido, especialmente cuando no hay argumentos que rebatan las trayectorias profesionales de los causantes, naturalmente emergen en sus integrantes la sorpresa, la perplejidad, la idea de injusticia y, en algunos casos, la decepción. Lo más significativo cuando no se concreta un ascenso, como en los casos mencionados, es la pérdida de un capital humano ya capacitado, cuya formación demandó tiempo, esfuerzo y recursos públicos que no se traducen en retorno para la organización. La formación de un oficial, en especial para aquellos que se encuentran próximos a alcanzar las altas jerarquías, es un camino largo, enmarcado en un proceso complejo e irremplazable asociado a una formación integral, capacitación técnica y un sólido desarrollo de valores. Cada fuerza armada necesita de los hombres y mujeres que forman y se desarrollan en sus filas. Cuando un recurso humano ya formado, con las competencias necesarias para asumir una jerarquía o cargo, no es aprovechado, no solo frustra la legítima aspiración del individuo, sino que representa una pérdida institucional. El costo de una inversión estatal sin retorno Casi diecisiete años debieron pasar para que los seis oficiales navales vieran coronado su ascenso al grado superior. La firme determinación de defender aquello que consideraban justo, sostenida a lo largo de una prolongada y exigente batalla administrativa y acompañada de una resiliencia admirable, ha culminado en un logro tangible. La tenacidad de los involucrados, el acompañamiento institucional de las diferentes conducciones navales a lo largo de estos años y la intervención resolutiva de la actual administración han permitido cerrar un proceso que tuvo origen en la discrecionalidad. El orgullo de poder ostentar los atributos del grado fue alcanzado, pero difícilmente este pueda resolver las frustraciones, los disgustos con el sistema, los enfados personales y también la pérdida del estímulo por no poder alcanzar el horizonte profesional de una carrera elegida. Cada uno de ellos debió abrirse un nuevo camino para encarar su vida personal, sin dudas, con la angustia de dejar un espacio que habían abrazado y con el cual se sentían identificados. Las agujas del reloj no retroceden, el acuerdo que finalmente otorga el ascenso a los seis oficiales, lamentablemente, no puede restituir a la Armada, a la Defensa ni a la Nación las contribuciones que cada uno de ellos habría brindado en el tiempo perdido. Los antecedentes que constan en sus legajos son prueba fehaciente de servicios que la Nación, lamentablemente, no supo canalizar hacia el bien común, específicamente en lo que respecta a la defensa nacional. El acuerdo otorgado evidencia que la decisión de no conceder oportunamente el ascenso en tiempo y forma, fue desacertada. Las decisiones institucionales conllevan una responsabilidad ineludible, especialmente cuando impactan directamente sobre personas. Si, además, se compromete la esencia institucional y se desaprovecha un recurso humano de valor, resulta inadmisible que la Nación incurra en semejante pérdida. Es imprescindible que las decisiones institucionales se formulen desde una perspectiva ética, generosa y comprometida con el bien común. Solo así podrán trascender las lógicas de confrontación ideológica o coyuntural que suelen dominar el corto plazo, y consecuentemente contribuir genuinamente al fortalecimiento del interés nacional.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por