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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 19/09/2025 12:32
Las duras palabras de Sabrina Rojas a Griselda Siciliani El estudio de América parecía flotar en esa atmósfera conocida de complicidad y rutina, hasta que Sabrina Rojas pronunció una frase filosa que dividió la charla y dejó una huella en la noche televisiva. Bastó el timbre de sus palabras para cortar el aire y encender una chispa en ese rincón donde la televisión se confiesa y se delata. ¿Quién anticipó que, en medio de una anécdota romántica como cualquier otra, estallaría un dardo envenenado directo a Griselda Siciliani? La historia, claro, comenzó mucho antes. Rojas, con la sinceridad convertida en hábito, arrastra una herida abierta con la actriz, actual pareja Luciano Castro, el padre de sus hijos Fausto y Esmeralda. Meses atrás, Rojas no titubeó: “Cuando yo estaba embarazada, ella mensaje, mensaje, mensaje... entonces bueno, después si pasó o no pasó algo, eso no lo sé. Pero supongo que sí”. Palabras tan directas que sentenciaban una sospecha, un insistente hilo de mensajes de Griselda a Luciano, aun cuando él y Sabrina esperaban un hijo. Sabrina Rojas arremetió contra Luciano Castro por su romance con Griselda Siciliani: "Es una historia de amor que yo ya sé el final" No se quedaron allí los murmullos. Unas semanas después, Flor Vigna, pareja de Castro entre Rojas y Siciliani, puso su propia leña en el fuego. Relató una supuesta infidelidad del actor con la actriz, un rumor que ya para entonces mordía cada vez más fuerte en los pasillos del espectáculo. “A mí lo único que me dolió es la infidelidad, pero después él tuvo muchas cosas lindas para conmigo y le deseo lo mejor”. Lo que era íntimo se transformó en público. El frente entre Sabrina y Griselda se formalizó y la distancia, antes sugerida, se volvió abismo a la vista de todos. Mientras tanto, detrás de escena, los bandos se tensaron. Luciano Castro quedó en el centro de la tormenta, señalado por ambas mujeres. Pero Sabrina Rojas mantuvo firme su juicio: para ella, Griselda Siciliani era “desleal” y no lo ocultó. Y lo deja en claro cada vez que puede. La última emisión de su programa simulaba normalidad. Álvaro Navia evocó, risueño, el inicio de su romance con Vanina Escudero. “Yo del primer día hasta me acuerdo cómo estaba vestida. Canal 9, estábamos haciendo Palermo Hollywood Hotel. La vi, estaba parada con un short militar. Me acuerdo, me volví loco. Pero ella no hizo nada, aparte yo siempre estoy disfrazado de cualquier cosa. Cuando la encaro, estaba vestido de Álvaro. Le dije que me gustaría ir a verla al teatro, y me acuerdo que me acompañó Pachu esa vez. Conversamos un poquito y le dije a Pachu que me había enamorado". Después de este resumen, llegó la frase que encendió la discordia: “Yo no le quería decir nada porque ella estaba en pareja y yo estaba en otra cosa”, explicó. Fue entonces cuando Sabrina Rojas, con el dedo en el gatillo de la ironía, disparó sin previo aviso: “Ah, pero qué Siciliani que sos”. La sala se heló. La broma, arrastrada por la tensión de meses, cayó como baldazo sobre el estudio. Sus compañeros Tartu, Natalie Weber y Martín Salwe quedaron petrificados unos segundos; después, los gritos y las carcajadas fueron inevitables, nerviosas, apuradas. La frase se instaló, no solo por ingeniosa, sino por el trasfondo de rencor encapsulado en cada sílaba. “¡Estamos al aire, Sabrina!”, reaccionó Tartu, al esforzarse por reencauzar la tempestad. La propia presentadora, aun con el centro de la escena girando a su alrededor, apenas murmuró: “Pensé que era grabado”. Nadie la interrumpió. El aire, aunque lleno de risas, se cargó de silencio. Intentando despejar la incomodidad, Navia insistió en su historia: “Nunca pasó nada. Sí, fuimos al teatro. Ella se fue en su auto, nosotros nos fuimos a comer con Pachu. Después, recién en la temporada, en enero, en Mar del Plata, recién ahí pasó algo”, completó Navia. Las risas taparon lo que no se podía decir, pero ningún sonido logró borrar el filo de ese comentario que revivió chismes, heridas y viejas facturas. Sabrina Rojas había dejado clara su postura y, aunque pareciera un descuido, demostró que en su mesa, las cuentas viejas no se saldan con risas.
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