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  • La Generación Z monetiza su identidad

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 18/09/2025 06:54

    Las personas de mi generación, nacidas entre mediados de los 90 y la década de los 2000, somos nativos digitales por excelencia. Nunca conocimos un mundo sin internet, y desde temprana edad, la tecnología, las redes sociales y los dispositivos móviles fueron parte intrínseca de nuestra vida. Esta exposición constante a la información digital nos ha convertido en una generación hipercognitiva, lo que significa que poseemos una capacidad innata para cruzar datos de múltiples fuentes de información con gran dominio. Nos sentimos muy seguros y naturales en todo el entorno de las experiencias virtuales. Esta dualidad nos define como “híbridos”, integrando la sensibilidad humana de lo analógico con la agilidad y fluidez de lo digital en nuestra interacción con el mundo. Para nosotros, la monetización de nuestra identidad se vincula profundamente con proyectos y marcas que no solo ofrezcan productos o servicios, sino que realmente reflejen valores reales, autenticidad, experiencias significativas y un compromiso social genuino. Nuestra elección no se basa únicamente en la transacción de un bien, sino en elegir a quienes nos representan en un nivel más profundo. Si una marca o un proyecto logra que conectemos con su esencia, con su visión y con su historia, te elegiremos una y otra vez, demostrando una lealtad que trasciende el producto, incluso si tu proyecto evoluciona con el tiempo. Nuestra generación vive bajo la premisa de que “lo que no se muestra, pareciera que no existe”. Por ello, para captar nuestra atención y generar un impacto duradero, los negocios necesitan propuestas que sean inherentemente visuales, virales, compartibles y auténticas. La narrativa personal que construimos tanto en nuestras redes sociales como en nuestras interacciones fuera de ellas, es, de hecho, nuestra principal moneda de cambio, logrando transformar la atención que obtenemos en un impacto real y cuantificable: ventas, alianzas estratégicas y nuevas oportunidades. En la era actual, la autenticidad y el contenido con una identidad bien definida dejaron de ser meros elementos diferenciadores para convertirse en una necesidad básica e indispensable. En este nuevo panorama, construir una marca personal sólida se ha convertido en una de las decisiones estratégicas más inteligentes que se pueden tomar hoy. Es, sin dudas, construir un activo de valor incalculable que te acompaña a lo largo de toda tu vida profesional. Su fortaleza radica en que no importa cuántos proyectos cambies o cuántas veces pivotees tu modelo de negocio; el valor reside en vos. A diferencia de escalar una empresa tradicional, que a menudo demanda grandes presupuestos, complejas infraestructuras y años de ardua consolidación, una marca personal puede gestarse de manera orgánica y eficiente con lo que ya tenés a tu alcance: un simple celular, una idea clara y una férrea constancia. La realidad es que no hay que esperar a “estar listo” para empezar, porque la verdad es que todos ya tenemos una marca personal en el mundo digital y real; es la percepción que otros tienen sobre nosotros, y esta construcción comienza desde muy temprana edad. Lo verdaderamente crucial es si decidimos construirla de forma consciente y estratégica o la dejamos al azar. La rentabilidad de una marca personal no debe medirse en métricas superficiales como likes o seguidores, sino en su capacidad de generar influencia que se traduce directamente en ventas tangibles, alianzas estratégicas y valiosas oportunidades. Se trata de la habilidad para posicionarte de manera efectiva como un referente en tu campo, construir una comunidad leal a tu alrededor y comunicar con absoluta claridad lo que ofrecés al mercado, potenciando así tus propios productos o servicios. Asimismo, la Generación Z está ingresando al mercado laboral con un conjunto de prioridades muy claras y distintivas que difieren significativamente de las generaciones anteriores. Mientras los Baby Boomers se destacaron por una fuerte ética de trabajo y la dedicación ilimitada, nosotros, junto con los Millennials, estamos redefiniendo y desdibujando el valor histórico que se asignó al esfuerzo ilimitado y a la disponibilidad constante. Para nuestra generación, es determinante lograr un equilibrio entre el trabajo y la vida personal a la hora de elegir un empleo. Buscamos “más vida” que trabajo. La investigación lo demuestra: valoramos menos el empleo per se y le damos mucho más peso al tiempo libre que quienes trabajaban hace décadas. Aspiramos a trabajos con sentido, queremos aprender y buscamos generar un impacto real. Aunque buscamos ascenso, resultados concretos y medibles, aprendizaje continuo y crecimiento profesional, es crucial entender que también priorizamos la estabilidad y la seguridad en el empleo. Esto implica que las empresas deben reinventar su cultura. Las culturas internas rígidas que glorifican la disponibilidad constante ya no son atractivas. Nosotros sabemos que pasar tiempo fuera del trabajo no solo no perjudica, sino que mejora el desempeño, la salud y la motivación. La flexibilidad en horarios o la posibilidad de trabajo remoto se han vuelto indispensables. Queremos que se reconozca que hay vida más allá del empleo, valorando incluso la posibilidad de días libres que quienes trabajan puedan usar ante una emergencia. La crisis de la autoridad tradicional radica en que las empresas que no muestren el “alma del negocio” y no se adapten a estas nuevas prioridades, van a quedar fuera del radar emocional del consumidor y del talento joven. No es que no queramos trabajar, sino que no queremos el trabajo tal como se concibió tradicionalmente; buscamos empleos que nos permitan disfrutar, aprender y hacer algo más que solo trabajar. Además, la pandemia y la irrupción de la inteligencia artificial nos han llevado a revalorizar lo humano, lo tangible y lo que no puede ser automatizado. Queremos estar con personas, conectarnos y seguir en contacto digitalmente. El futuro de los negocios no es solo lo personal, es lo humano, lo real, lo relacional. Esto requiere un liderazgo que no solo gestione procesos, sino que entienda y potencie la dimensión humana de su equipo y de sus clientes. La innovación no es una opción, es una expectativa ineludible para la Generación Z. La clave fundamental para conectar de manera profunda y significativa con nosotros reside en la humanización de las marcas y en un liderazgo auténtico y visible que no solo entienda nuestras nuevas prioridades, sino que nos invite activamente a ser parte de una historia compartida, no solo de una mera transacción comercial. Estoy firmemente convencida de que quienes comprendan y abracen estas profundas transformaciones culturales y de mercado, estarán preparados para satisfacer a esta generación digital nativa y, al mismo tiempo, construir un futuro de negocios más humano, conectado y, sin duda, mucho más rentable y sostenible.

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