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Parana » Informe Digital
Fecha: 18/09/2025 02:23
Julio María Sanguinetti suele observar que en la vida pública interviene un factor intangible, pero tan decisivo, que él lo denomina “la institución invisible”. Es la confianza. Se trata del crédito del que disfrutan los liderazgos que inspiran expectativas positivas. La relación de Javier Milei con una parte de la sociedad ha comenzado a emitir las señales de un déficit en esa dimensión. Lo anticipaban algunos estudios de opinión como el Índice de Confianza en el Gobierno y el Índice de Confianza del Consumidor que elabora la Universidad Torcuato Di Tella: ambos registraron una caída de 14 puntos porcentuales entre julio y agosto. Antes de los audios de Diego Spagnuolo detallando un supuesto sistema de coimas, organizado por Karina Milei, en la adquisición de medicamentos para discapacitados. Que la ciudadanía presuma que una gestión puede producir un progreso es importantísimo para cualquier grupo político. Para La Libertad Avanza (LLA) es vital. Carente de capital institucional, con pocos diputados y senadores, sin gobernadores o intendentes propios, desconectada del mundo sindical, esa fuerza depende mucho más que otras de que las expectativas del público le sean favorables. Esa es la palanca a la que puede recurrir para que el aparato político la ayude a alcanzar sus objetivos. Esa es la palanca que se está fisurando. Ayer los astros se alinearon para agravar esa percepción de debilidad. Mientras la cotización del dólar oficial tocaba por primera vez, con 1474 pesos, el techo de la banda de flotación establecido por las autoridades económicas, la Cámara de Diputados rechazó por una amplia mayoría los vetos de Milei al financiamiento del hospital Garraham y de las universidades. Estas adversidades se preveían para octubre, en caso de que el oficialismo perdiera los comicios de renovación parlamentaria. Pero se adelantaron en plena campaña electoral. El cambiario y el legislativo son dos vectores que se potencian entre sí. A la historia le agradan las ironías. El dólar tocó el techo el mismo día en que la Legislatura porteña otorgaba un reconocimiento al Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), que lidera Roberto Frenkel, por sus 50 años de existencia. Para la nomenclatura oficial, el CEDES sería una especie de jaula mayor del mandrilismo. Cosas que pasan. El aumento en la cotización de la divisa está impulsado por la creencia en que el Gobierno no podrá mantener el régimen de bandas después de las elecciones del 26 de octubre. Para esa fecha, se presume, el Estado ya no contará con las reservas suficientes como para defender una cotización. Eso sucederá porque los dólares son escasos. Si se calculan las reservas netas líquidas, no son más de 6000 millones. Además, se sospecha que ese monto no es de libre disponibilidad. Cuando otorga sus créditos, el Fondo Monetario Internacional suele establecer pautas para la intervención de los gobiernos en los mercados cambiarios. Tiene que haberse registrado un incremento determinado del tipo de cambio, durante un lapso también prestablecido. Son restricciones clásicas, que se volverán más severas por una novedad: al frente del Departamento para el Hemisferio Occidental del Fondo, que comandaba el chileno Rodrigo Valdés, fue designado Nigel Chalk. Es un economista con larga trayectoria en el organismo, que trabajó durante años a la sombra de David Lipton, el subdirector que mortificó a Luis “Toto” Caputo, presidente del Central durante el gobierno de Mauricio Macri, impidiéndole usar reservas para frenar la cotización del dólar. Con Chalk, Caputo tal vez se enfrente a la misma pesadilla. Quiere decir que Caputo y Santiago Bausili tienen las manos atadas para contener una disparada del dólar. Imposible pensar en que sigan estimulando una suba en la tasa de interés. Esa estrategia, muy recesiva, no funcionó. Peor aún, hay financistas que suponen que, al llevar el costo del crédito a niveles exorbitantes, el Gobierno logró el efecto contrario al que buscaba: que los inversores, alarmados, corran a comprar más dólares. Si se miran las curvas cambiarias, parece que le hubieran hecho caso al ministro que les ordenó, a fines de junio, “comprá campeón”. Contra lo que le recomendaban algunos funcionarios del equipo económico alineados con el Fondo, Milei se resistió a que el Estado privilegie la compra de reservas. Temía que esa política presione sobre el precio del dólar y, por esa vía, estimule la inflación. El Presidente se propuso defender el peso y, en esa opción, terminó haciendo peligrar el crédito. “¿Peso o crédito? ¿Qué privilegia el Gobierno? Ese es el dilema”, sostiene, hamletiano, Ricardo López Murphy. Como los mercados saben que Milei ha sacralizado el objetivo de contener la inflación y, por lo tanto, de fijar el precio del dólar comprometiendo la cantidad de reservas del Banco Central, los tenedores de bonos se deshacen de sus papeles, especulando con que podrían aparecer dificultades para pagarlos. En consecuencia, el índice de riesgo país alcanza niveles elevados: ayer tocó los 1260 puntos. El comportamiento de estas variables sugiere que la economía podría tener otra configuración durante la segunda mitad del mandato de Milei. Con un costo del crédito como el que consigna el índice de riesgo de ayer, es impensable que la Argentina pueda financiarse en el mercado voluntario de deuda. En una visión del futuro recalibrada, con un triunfo electoral en octubre, el índice volvería a algo así como 800 puntos. Por lo tanto, habría que “vivir con lo nuestro”. Eso quiere decir que el Banco Central debería empeñarse en aumentar sus reservas, lo que implicaría un dólar más caro. Es decir, un dólar más favorable a las exportaciones a través de las cuales se generaría ese superávit de comercio con el que se quedaría el Central. Las importaciones no serían, por un tiempo, tan caudalosas como hoy. Un cuadro que promete menos consumo y menos actividad. En otras palabras: la acumulación de reservas ofrecería un contexto más adverso para acumular poder político. ¿Se podría pensar en que hubo un muy mal manejo del tiempo, ese insumo estratégico de la política? Milei se resistió a comprar reservas cuando era más fácil hacerlo. Y se resistió a seducir aliados cuando inducía a una fantasía más clara de poder. En su discurso del lunes por la noche prometió “trabajar codo a codo con gobernadores, diputados y senadores” para encarar la nueva etapa. Ayer desde el Congreso le demostraron que para esa convocatoria ya no existe la disponibilidad de antes. Muchos legisladores pasaron del voto positivo a la abstención, o de la abstención a la oposición. Si se pone la lupa sobre la votación, diputado por diputado, aparece una evidencia: el Gobierno se estrelló contra todos sus aliados. Consiguió, sí, que para iniciativas más agresivas diputados del Pro y del radicalismo abandonaran el recinto para que la sesión quede sin quorum. Para reaccionar frente a la derrota bonaerense, el Gobierno publicitó la creación de varias “mesas”. Es decir, grupos de dirigentes para coordinar iniciativas. Marketing para pasar el mal momento. La novedad más importante fue otra: Milei dispuso que tres funcionarios del máximo nivel comiencen una negociación con los gobernadores para alinear al Poder Legislativo. Esos tres colaboradores son el jefe de Gabinete, Guillermo Francos; el ministro del Interior, Lisandro Catalán; y el de Economía, Caputo. El cambio más relevante es la presencia de Caputo. Hasta ahora el estoico Francos venía negociando con la dirigencia del Interior, ad referéndum de las decisiones muchas veces frustrantes del Palacio de Hacienda. Ahora el titular de esa cartera estará sentado a la mesa para que lo que se promete se cumpla. La materia de conversación también es inédita. Ya no se discutirán concesiones individuales para cada provincia. Se hablará del presupuesto nacional, que fija pautas para las relaciones fiscales federales. Es una buena noticia. Pero también presenta un inconveniente. La ley que la Casa Rosada propone a los gobernadores, como instancia previa a la discusión en el parlamento, ya es vieja. Supone que la inflación del año próximo será de 10%, un objetivo fantasioso para la cotización del dólar que derivará de una política de adquisición de reservas. Esta variable tampoco está incorporada, por eso el texto presupone que el dólar se mantendrá en los niveles actuales. ¿Se puede creer que, en las nuevas coordenadas, la Argentina crecerá durante 2026 un 5%? Hay derecho a dudar. De todos modos, la transacción con los mandatarios provinciales no será homogénea. Hay aliados más o menos convencidos, como Rogelio Frigerio. O el radical Alfredo Cornejo. Cooperan con el Gobierno, a pesar de los destratos. En otro bloque se inscriben los gobernadores de Provincias Unidas, que compiten con La Libertad Avanza en sus distritos: son Martín Llaryora (Córdoba), Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Carlos Sadir (Jujuy), Claudio Vidal (Santa Cruz), Ignacio Torres (Chubut) y Gustavo Valdés (Corrientes). El caso de Torres es peculiar, porque mantiene una relación más o menos amigable con Santiago Caputo gracias a la común amistad con los inquietos hermanos Neuss. Un tercer alineamiento es más resbaladizo: lo llaman el “Grupo Move”, que es el nombre de la consultora del mismo Caputo, que sería contratada por esas provincias. Allí estarían Rolando Figueroa (Neuquén), Alberto Weretilneck (Río Negro), Raúl Jalil (Catamarca) y, se asegura, Sergio Ziliotto (La Pampa). La lista es hipotética, por la naturaleza del agrupamiento. Como siempre, la política está viciada por paranoias: ¿es verdad que hay gobernadores que fueron amenazados con recibir menos aportes del Estado nacional porque se resistieron a contratar a la empresa del “Mago del Kremlin”? Habladurías. Los interrogantes sobre los indicadores económicos abren una incógnita inquietante: ¿el Congreso tratará la ley que envió el Poder Ejecutivo o pedirá que se elabore otra, con otras nuevas pautas? La pregunta es pertinente porque, como se advirtió ayer, los diputados y senadores con los que deberá lidiar Milei son mucho menos concesivos. En partidos aliados, como Pro, aparecen disidencias. La más dramática fue ayer la de Silvia Lospennato. No porque su posición contraria a los vetos fuera demasiado corrosiva. La señal de que el oficialismo atraviesa una hora dramática en el parlamento la proporcionó Cristian “Pucho” Ritondo con su violenta reacción frente a Lospennato. Es natural que Ritondo esté más exaltado que de costumbre: es uno de los mariscales de la derrota bonaerense, en especial porque los intendentes que tiene como aliados perdieron en sus municipios. Por supuesto, el conflicto es más profundo. El jefe del bloque del Pro llevó a su partido a una alianza que, a la luz de la nueva escena, parece catastrófica. En el momento en que un sector importante del electorado anti-kirchnerista distinta de LLA, Pro cerró sus puertas para subsumirse en el oficialismo. El caso Lospennato, de todos modos, es una muestra interesante de lo que puede suceder. Su conducta frente a la Presidencia no es una consecuencia de las malhadadas estrategias de Ritondo y de Diego Santilli. Lospennato fue maltratada por las autoridades, en especial por Milei, durante la campaña porteña. Algo similar a lo que sucedió con Luis Juez hace pocos días. En la gran escalera de la Casa Rosada debería fijarse un cartel con esta leyenda: “No pise a nadie al subir. Se lo puede encontrar al bajar”. Uno de los grandes enigmas de la vida pública de estos días se refiere al poder predictivo de las elecciones bonaerenses. ¿Fueron la primera estación de un calvario de derrotas para Milei? Es imposible saberlo, porque se trató de comicios tan atípicos que no hay forma de compararlos. Ni del pasado ni del futuro. Es verdad que, si se dan por ciertas algunas informaciones, la Casa Rosada enfrenta malos augurios. ¿Es cierto que en Córdoba la imagen del Presidente se derrumbó? Por la idiosincrasia de ese electorado, que le dio un triunfo arrasador a Macri cuando perdió la presidencia, sería un cambio de primera magnitud. Mañana Milei estará allí. Se podría suponer que la derrota bonaerense de LLA fue un episodio local, determinado por factores que pueden revertirse. Sin embargo, tuvo un efecto tan impactante sobre el paisaje general que deterioró el clima público, sobre todo el económico, hasta niveles que modifican el significado de los comicios de octubre. Ahora una victoria de Milei en las elecciones generales serviría, no ya para lanzar a su administración hacia una nueva frontera de reformas, sino para reubicarla en la situación en la que estaba antes de ese fracaso. El mensaje que emitió el Gobierno después de la caída hace juego con esa gravedad. Milei salió a escena a ofrecer un mayor gasto “humanitario” en relación con los jubilados, los discapacitados y el sistema educativo. Una promesa incierta, porque se basa en un presupuesto de fantasía. Una curiosidad: frente a ese discurso del lunes, los vetos que los diputados oficialistas defendieron ayer quedaron anacrónicos. Milei prometió también iniciar una etapa de consenso, negociando con la “casta”. Y envió un presupuesto al Congreso con una pauta de superávit fiscal más modesta que la que se había pactado con el Fondo. Es decir, a partir de la derrota bonaerense, el Presidente parece haber renunciado a la esencia de su experimento. Parece haber renunciado a ejecutar una reforma radical. No tanto porque le falte vocación. Lo que se redujo es el margen de maniobra. Para ponerlo en términos más convencionales: la Argentina está ahora frente a otro Milei. Un Milei gradualista. Con perdón de la palabra.
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