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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 17/09/2025 08:09
LA FÓRMULA - SARAB - LAS CUATRO RESPUESTAS DE LA SUPERVIVENCIA En un nuevo episodio de La Fórmula Podcast, la antropóloga española Sarab Rey profundizó en cómo los patrones de comportamiento humano se forman desde la infancia y condicionan gran parte de nuestra vida adulta. Explicó que el cerebro, en sus primeros años, se programa para garantizar la supervivencia y que esas respuestas tempranas tienden a repetirse en la adultez aun cuando ya no exista un peligro real. Además, reflexionó sobre la posibilidad de “recablear” el cerebro gracias a la neuroplasticidad, aunque advirtió que se trata de un proceso arduo que requiere conciencia, incomodidad y constancia. También habló sobre el impacto del estrés crónico en el cuerpo, la necesidad de un descanso activo y el valor de la espiritualidad como herramienta de conexión y transformación personal. El episodio completo podés escucharlo en Spotify y YouTube. Sarab es una antropóloga, empresaria, madre y apasionada por el estudio del comportamiento humano, la neurociencia, la espiritualidad y la salud emocional. Además de su formación académica, comparte sus reflexiones públicas en redes sociales y medios audiovisuales sobre temas como la identidad, los patrones de infancia, la depresión, la fe y cómo reconfigurar nuestra mente para vivir con mayor conciencia. — Sos antropóloga, sos especialista en comportamiento humano, especialista en neurología, también. Me encantaría que me cuentes si te parece qué significa ser especialista en comportamiento humano. — Significa, partir de un interés enorme por entender por qué y para qué hacemos las cosas. De comprender la línea tan fina que hay entre el consciente y el inconsciente, entre esas decisiones que creemos que tomamos, pero que están mucho más condicionadas biológicamente de lo que creemos, y discernir entre lo voluntario y lo involuntario. La mayoría de nosotros vivimos en piloto automático. Vivimos ejecutando una y otra vez patrones de comportamiento que demostraron funcionar en la infancia o recientemente, y que el cerebro va lanzando una y otra vez. Y luego te lanza el pensamiento consciente de: “¡Ah! Sí, hice esto porque...” Pero esa justificación viene después. Al final, el cerebro prima la eficiencia energética. Para tu cerebro hacer una cosa diferente de como lo has hecho hasta ahora, le implica tener que hacer una inversión calórica en crear nuevas conexiones neuronales. Si ya hay una manera en la que has estado haciendo las cosas y sigues viva, que es lo único que le importa tu cerebro, que sigas viva, no es que me leí un libro de hábitos y ahora voy a cambiar mis hábitos. Tu cerebro te dice: “No, no vamos a invertir calorías en crear un nuevo hábito cuando los que tienes te mantienen viva”. El cerebro se adapta y cambia incluso en la adultez, aunque con esfuerzo y constancia (Imagen Ilustrativa Infobae) — Y esos hábitos no solamente son hábitos de actividades que uno hace, sino maneras de entender la realidad, ¿no? —Exacto. Todo al final se resume a la identidad. Identidad entendida como quién creemos que somos, quién creemos que son los demás, qué creemos que es posible para nosotros, qué creemos que merecemos, qué sentido de la dignidad tenemos, qué merecemos, qué no merecemos. O sea, la identidad al final es con lo que nos movemos en el mundo y el filtro a través del cual lo procesamos todo. Por ejemplo, yo puedo decir: “Oye, es que, eh, este tipo de trabajo es algo que yo no voy a hacer, porque mi identidad está que eso no es algo que sea para mí”. O decir: “Yo jamás podría llegar a esto, porque mi identidad se ha escrito a nivel inconsciente, que eso no es algo que yo pueda conseguir o que la gente como yo pueda conseguir por mi sexo, el color de mi piel, mi cultura”. Todo eso se nos escribe y nos condiciona a unos niveles que luego a la hora de tomar decisiones nos limita un montón. — ¿Es verdad nuestros patrones neuronales se crean hasta los 7 u 8 años y que después los repetimos toda la vida o vamos más o menos por los mismos caminos? ¿O es un mito? —Es así. Si bien el cerebro es neuroplástico y tenemos la capacidad de generar nuevas conexiones neuronales hasta la muerte cerebral o hasta que tengamos una enfermedad degenerativa, lo que es la construcción del cerebro y el desarrollo de muchas funcionalidades ocurre entre los cero y los 21 las chicas, los 25 los hombres. Siendo entre los cero y los seis, siete el momento más intenso, porque es cuando ocurre la primera poda neuronal. El cerebro nace, imagínate, con un 100 % de posibilidad. Esa eficiencia neuronal hace que tu cerebro esté determinando en esos primeros seis años qué estructuras me van a servir y cuáles no me van a servir. Y las que no me sirven, las podo. Y centro la energía en desarrollar las habilidades que el entorno me muestra que voy a necesitar entre esos cero y esos 6 años. Luego, en la adolescencia ocurre una segunda poda neuronal, que es cuando empiezo a verme en relación a las personas que me rodean, empiezo a socializar. Como en la película Intensamente cuando en el cerebro de Riley entran y empiezan a romperlo todo. Eso es la poda neuronal. Literal, se cortan, se quitan, se desconectan cosas para conectar cosas nuevas. Y luego esto es muy bonito porque hay una tercera poda neuronal que le ocurre a las mamás después de dar a luz. El cerebro de la mamá se reconfigura. Esa frase que dicen las mujeres después de dar a luz: “Es que no me siento yo misma. De pronto pierdes la memoria”. Estás pasando por una adolescencia neurológica, tu cerebro se está volviendo a reconfigurar y ya no vas a volver a ser la misma técnicamente porque no vas a volver a tener el mismo cerebro que tenías antes de ser mamá. LA FÓRMULA - SARAB - DESCANSO ACTIVO — ¿De los cero a 7 años, el propósito de esa primera poda es poder entender el mundo? —Es sobrevivir. Fíjate que en este entorno tan privilegiado en el que vivimos es estadísticamente irrelevante. Pero en la mayor parte del mundo y en prácticamente toda la historia humana, sobrevivir a los cinco años es muy difícil. De hecho, los ratios en países en vías de desarrollo hoy en día es que uno de cada dos niños muere antes de cumplir los cinco años. Entonces, el cerebro está diseñado para optimizar al máximo la supervivencia. ¿Qué es lo primero que asegura la supervivencia de un niño entre los cero y los cinco años? La presencia de los adultos que le rodean. El cerebro del niño está diseñado para hacer lo que sea necesario para que los adultos que te rodean te presten atención. Y aquí entra una cosa que es muy dolorosa, porque si siendo tú un bebé con tus necesidades, los adultos que te rodean no te hacen caso porque están ocupados con otras cosas, empieza el cerebro a determinar: “Si me porto mal y rompo cosas, mamá me mira y me hace caso”. Entonces, ahí es donde se empiezan a escribir a nivel inconsciente patrones de comportamiento que el cerebro interpreta como necesarios para la supervivencia, pero que quizá son malos para tu dignidad o son malos para cómo te vas a comportar posteriormente en el mundo. — Me impresiona que a tan temprana edad, de la que casi no conservo recuerdos, se definan rasgos que influyen en cómo funcionamos hoy. ¿Qué otros comportamientos humanos problemáticos pueden tener origen en esa etapa de supervivencia? — El cerebro tiene como cuatro respuestas pregrabadas de supervivencia. La primera es buscar ayuda de los demás. Si ahora mismo entrara por la puerta una persona con un arma, probablemente nos meteríamos debajo de la mesa y a la que fueran a apuntar, tú me mirarías a mí buscando ayuda. El llamar la atención de los demás. Si yo hago así como: “Que mate a la Argentina, que yo tengo dos hijos y tengo que volver a mi casa”, porque el miedo nos hace muy egoístas. Por ejemplo, es muy peligroso intentar rescatar a alguien que se está ahogando en el mar. Cuando literalmente estás a punto de morir, te estás ahogando en el mar, si tú vas a intentar sacar a esa persona, el cerebro de esa persona dice: “Una escalera”, y te hunde a ti para poder sobrevivir. Claro, esa persona no se levantó esa mañana diciendo: “Voy a asesinar a alguien”, pero en ese momento el cerebro te vuelve muy egoísta. Entonces, si ahora mismo entrara alguien, aquí cada uno de nosotros miraría por su supervivencia primero y si matan al otro, luego lloramos, pero te vuelves muy egoísta, ¿no? La segunda respuesta es el sometimiento. Hazme lo que quieras, pero no me mates. Si eso no funciona, el cerebro activa la lucha o la huida, que ahí es donde lleva todos los recursos posibles a los músculos de los brazos y de las piernas para luchar mejor o para correr más rápido. Y se lo quita al sistema límbico, que es donde se gestiona la empatía, a la corteza prefrontal, que es donde se gestionan todas las capacidades más elevadas. Y si eso no funciona, el cerebro finge su propia muerte, que es la inmovilización, la disociación, que biológicamente sienta las bases de la depresión. Porque un cerebro que tira la toalla y determina que ni sometiéndose, ni luchando, ni huyendo, puede sobrevivir, ¿qué hace? Me voy a quedar quieto para que nadie me vea. Voy a bajar el metabolismo, se me quitan las ganas de comer, de hablar con los demás, las ganas de moverme y de vivir. ¿Qué pasa con estas respuestas? En función de cómo haya sido tu entorno en la infancia, tu cerebro va a aprender cuál de ellas es más efectiva. Por eso hay personas que cuando eres adulto y te enfrentas a un problema, tienes la tendencia de gritar, de enfadarte, de retar a la otra persona. Esa es la lucha. Otras personas, huyen, igual no sales corriendo, pero te anestesias en redes sociales. Bebes alcohol, trabajas muchas horas, te compras muchas cosas, huyes de sentir eso y buscas otras cosas. O te disocias. ¿Sabes esta gente cuando te gritan y te quedas así y te desconectas y te vas y estás recibiendo los gritos, los insultos y no reaccionas? La infancia define gran parte de los patrones que repetimos durante la vida adulta (Imagen Ilustrativa Infobae) — Una vez que elijo una, ¿la utilizo en todos los aspectos de mi vida o es según la situación? ¿A veces puedo recurrir a la huida, otras a la lucha, o si existe una que está muy marcada en mí y tiendo a repetir en todas las áreas de mi vida? — Generalmente tenemos preferencia por una, pero las otras siguen estando disponibles y solemos hacer un combinado. Cada uno tenemos nuestros patrones. Suele haber preferencia por una o dos, pero es una cosa muy personal. Hay gente que igual ya solo tiene una o tiene varias. ¿Cómo es posible que en un mundo en el que nuestra vida no corre peligro a diario, o sea, gracias a Dios vivimos en un mundo en el que morir de hambre, frío, calor o violencia es complicado. Vivimos esclavos de esas respuestas de supervivencia, porque nuestro cerebro no distingue entre lo que pensamos y lo que pasa de verdad. Si tú ahora imagínate me empiezas a gritar, mi cerebro vería en los sentidos, determinarían el tono de tu voz, tus gestos, tus microexpresiones faciales y dirían: “Está agresiva, estamos en peligro”. Se encenderían un montón de cosas en el cerebro y sacaría una de las respuestas que yo tenga predeterminadas. Ahora, ¿qué pasa si cuando terminemos esta entrevista vuelvo y le cuento a las chicas en la oficina y nos van: “Pues Mili me gritó, me ta, ta, ta, ta, ta”? En mi cerebro se vuelven a conectar las mismas neuronas que se conectaron mientras que tú me gritabas. El cerebro no distingue entre lo que está ocurriendo y lo que estamos pensando, porque todo se procesa, a mayor o menor intensidad, como conexiones neuronales. Es nuestro discurso mental el que cronifica las respuestas de supervivencia. —Y por ejemplo, si tal vez alguien creció en una casa con padres ausentes y necesitaba usar o existían violencia y usaba la lucha para llamar la atención. Ahora que esa persona ya es adulta, ¿sigue reaccionando así? ¿Se puede formar un nuevo camino neuronal? — Es posible. Es duro, trabajoso y cuesta mucho esfuerzo. No es recablea tu cerebro en siete días. Eso no existe. Es un proceso gracias a la neuroplasticidad. El cerebro tiene la capacidad de generar nuevas caminos neuronales, nuevos patrones de comportamiento, pero requiere vencer mucha resistencia interna. Tú imagínate que tienes un director financiero en el cerebro que lleva... Yo tengo 40 años. Lleva 40 años invirtiendo calorías en crear una autopista de neuronas, ¿vale? Para que cada vez que alguien me grita, yo respondo sometiéndome. Ahora yo llego y le digo al director financiero: “Es que me he leído un libro de autoayuda o he escuchado un pódcast y es que este patrón lo tengo que cambiar”. Y el director financiero te dice: “¿Y la inversión que llevamos haciendo cuarenta años? ¿Qué hacemos con ella?”. O sea,¿ me estás diciendo que te has leído en un libro una cosa y ahora me estás pidiendo que rompa esta autovía que te lleva manteniendo con vida todo este tiempo y te haga una carretera nueva? No. Entonces, tienes que vencer una y otra vez la resistencia del cerebro y de manera consciente, cada vez que te llega un impulso y detectas que estás sintiendo miedo, cada pensamiento llevarlo cautivo, pensar y decir: “Ok, esto no es peligroso. Voy a salir de la autovía y voy a tomar una decisión consciente de reaccionar de otra manera”. Y ahí estás forzando a tu cerebro a generar una nueva conexión neuronal. Y de a poquitos, a medida que vas reforzando un comportamiento y lo vas haciendo una otra vez, otra vez, vas añadiendo más neuronas a esa carrera y lo que empieza siendo un caminito de piedras, luego es una carretera, es una carretera más grande, hasta que llega un día que por desuso la autovía, dice el cerebro: “Venga, ok. Esto lo destruimos porque ya no nos sirve”. Pero es una tarea ardua, larga y que sobre todo requiere mucha incomodidad. Y el problema es que vivimos en una sociedad que nos ha convertido la comodidad en sinónimo de felicidad. Soy más feliz si en vez de ir a comprar, me traen las cosas a casa. Soy más feliz si en vez de esforzarme y leer una cosa larga, la inteligencia artificial me hace un resumen y no tengo que pensar. Hacer nuestro cerebro más vago, más cómodo, lo que hace es que también perdamos la capacidad de controlar y de tener dominio propio. LA FÓRMULA - SARAB - LA IDENTIDAD FALSA — Antes de poder hacer todo ese esfuerzo, uno tiene que poder reconocer lo que me está pasando o que está repitiendo un patrón. La mayoría de la gente vive sin poder nombrar las cosas que le pasan y detectar qué le está sucediendo, ¿no? — Exacto. Así es. Por eso la terapia, el autoconocimiento, o sea, el entender por qué hacemos lo que hacemos es superimportante y diagnosticar es fundamental. En mi caso, cuando me diagnosticaron me dijeron: “Tienes depresión mayor”. Yo entendí que lo que tenía era un síndrome de estrés postraumático complejo, empecé a investigar, a leer todo esto, a aprender sobre el efecto del trauma en el cerebro y entender esto que te acabo de contar. ¿Qué pasa? Que luego hay un segundo paso, que es una vez que tengo el diagnóstico, que da mucha paz tenerlo, lo segundo es tomar acción y decir: “Tengo esto, me pasa esto”. La salida no es quedarme en: “¡Ay! Es que tuve una infancia muy dura”. Okey, lo siento mucho y es horrible. Nadie tendría que tener una infancia difícil. Lo siguiente que tienes que hacer es tomar la decisión de vivir la incomodidad diaria de recablear tu cerebro. Salir de la posición de víctima, que durante un tiempo es necesario. Saber lo que te pasó, ponerle nombre a lo que te pasó, llorar. Pero luego hay un punto de: “Ahora voy a ser una superviviente y para ser una superviviente voy a empezar a tomar decisiones difíciles todos los días”. — ¿Qué pensamientos o mecanismos podemos poner en práctica para recablear el cerebro y alcanzar el bienestar? — Hay un estudio hermoso que hicieron en la universidad de Berkeley. Ellos llevan como 20 años estudiando científicamente la felicidad. Han hecho un montón de estudios. Y descubrieron cuál era la práctica diaria que tenía mayor y mejor impacto a corto, medio y largo plazo en la salud mental de las personas, que era la práctica de la gratitud. ¿Sabes esto que, que lo habrás oído de hacer como tres frases de gratitud diaria por la mañana o por la noche antes de acostarte? Funciona justo porque fuerza a tu cerebro a acordarte de: “Sí, hoy llovió y me dejé las llaves y me pasó no sé qué y no conseguí no sé cuántos”. Pero como dicen los chilenos: “Pucha, ¿qué cosas buenas me han pasado? ¿Por qué tengo que dar...?” El forzarte a buscar por qué dar las gracias tiene un impacto tremendo porque además, a lo largo del día te va cambiando el foco. Y vas empezando a poner más foco en las cosas por las que te sientes agradecido y vas generando esos estados neuroendocrinos, esas realidades biológicas, químicas, de hormonas en tu cuerpo. Porque lo que pensamos no solo nos afecta en el cerebro. Cuando yo siento miedo en el cerebro, me pasan cosas en el estómago, me pasan cosas en el sistema circulatorio, en el sistema respiratorio. El miedo lo siente todo el cuerpo, el enfado lo siente todo el cuerpo. La gratitud la siente todo el cuerpo también. La neuroplasticidad permite generar nuevos hábitos y respuestas emocionales (Imagen Ilustrativa Infobae) — Viste que hoy se usa mucho, la frase: “Me junté con tal persona y me dio una energía negativa”. No podemos describir tal vez con acciones o palabras el sufrimiento que nos genera una persona o una situación. ¿Eso tiene que ver con que el cuerpo tal vez puede intuir o saber cosas antes de que nuestro cerebro lo haga? — Ahí hay tres cosas. La respuesta biológica, o sea, a nivel del cuerpo, es que normalmente una persona que te da mala vibra es una persona que te sientas con ella y se pasa el 80 por ciento del tiempo que os estáis tomando el café hablándote de sus problemas. Y funcionan nuestras neuronas espejo, a no ser que seas psicópata, sociópata o hayas desarrollado narcisismo, todos somos empáticos y a todos nos afecta lo que nos cuentan. Si tú te pasas una hora escuchando los problemas de una persona, tu cerebro empieza a vivir la realidad neurobiológica de que eso te está pasando a ti y estás empatizando con esa persona. Luego tenemos la parte que yo te diría más espiritual, más de alma. Cuando estamos con personas que están todo el rato negativas, que están muy bajas, eso permea también. Y al final nos lleva a nosotros, nos arrastra, nos baja. Obviamente, te pasa algo horrible y para eso está la gente que te quiere, para recogerte, para escucharte, para abrazarte, para validar lo que te está pasando. Pero una cosa es que te pase algo puntual y otra cosa es que tener problemas se convierta en tu identidad. Hay un montón de gente que convierte sus problemas en su identidad. Y de pronto son la hija de una persona enferma y la enfermedad de su papá, de su mamá, de su hijo, de su hermano, de quien sea, les empieza a definir como identidad. O son la persona que sufrió abusos durante la infancia, o son la persona que lo que sea, que le han despedido del trabajo. Claro, ¿qué pasa? Nuestro cerebro está continuamente buscando validación de los demás. Y el mundo nos enseña que nuestra identidad se basa en cómo responde la gente que nos rodea a quién somos. Si de pronto tu cerebro se da cuenta de que cuando tienes problemas, la gente te presta más atención. La gente te dice: “Venga, eres super valiente, tía, lo estás haciendo super bien”. Que es hermoso y es lo que se le tiene que decir a alguien que está pasando por algo malo. O sea, no estoy negando eso. El problema es cuando tu cerebro determina y sientes que cuando mejor te trata la gente es cuantos más problemas tienes. Es muy fácil que si no tienes una identidad sólida, tu cerebro haga así y diga: “Somos la hija de la persona con Alzheimer. Somos la madre del niño con problemas. Somos la esposa del hombre con... Lo que sea. Somos la amiga de...” LA FÓRMULA - SARAB - EL FINANCIERO DE NUESTRO CEREBRO — Quería preguntarte también cuáles son las implicancias de tener estrés crónico en el cerebro por mucho tiempo. — Es un desastre. Es horrible. Lo que llamamos estrés, es la cronificación del modo de lucha o huida, que es la activación del sistema nervioso simpático. Esta activación del sistema nervioso está diseñada para que podamos luchar físicamente o correr muy rápido para huir. ¿Qué quiere decir? Que está diseñada para llevar todos los recursos posibles, literal, a los músculos de los brazos y de las piernas, quitándoselos a: sistema reproductor. Si estás corriendo delante de un león, no es momento. Sistema digestivo, de hecho, y aquí perdonadme la expresión, pero es una cuestión científica, esa expresión de cagars* de miedo, es literal. Cuando el miedo llega a determinado nivel, el, el cerebro da la orden de evacuar, abre esfínteres, sale todo, vomitas o evacuas por abajo todo. ¿Para qué? Porque con un estómago vacío se corre más rápido. Literal, o sea, es una cuestión de aerodinámica, es una cuestión de funcionalidad. A nivel inmunitario, se le quitan recursos también al sistema inmunitario, que eso explica, por ejemplo, el: “¿Por qué cada vez que me voy de vacaciones enfermo?” Porque has estado sosteniendo y cuando bajas, ¡Pum! Y le quita recursos a la corteza prefrontal. La capa exterior de nuestro cerebro es la capa en la que residen las funcionalidades cerebrales más elevadas, que son la creatividad, el pensamiento estratégico, la colaboración con otras personas, la empatía, todo eso reside ahí. Pero a la vez es la que más energía gasta. Entonces, si yo necesito poner el foco, por ejemplo, esto no sé si era una leyenda urbana, pero esta mamá que levantó un coche para sacar a su bebé debajo. Esa fuerza sale de quitarle la fuerza a todo lo demás. Esto es una medida extrema. Quitarle recursos al cerebro, al sistema inmunitario, al sistema digestivo y al sistema reproductor, es una medida extrema que se permite porque esa activación está diseñada para durar minutos máximo, pero que nuestro estilo de vida, el mundo en el que vivimos lo cronifica y vivimos así horas, días, semanas y meses. ¿Qué nos pasa? Que tenemos problemas de fertilidad, que tenemos problemas digestivos, que de pronto la comida nos sienta mal, desarrollamos intolerancia, nos cargamos la microbiota, o sea, nos pasan cosas horribles, que se nos baja el sistema inmunitario y que vivimos como orangutanes. En muchos entornos laborales, si no te ven corriendo, yendo de un lado para otro, que estás super ocupado haciendo un montón de llamadas, quedándote el último... Se presupone que no estás trabajando bien. Incluso en redes sociales, toda esta movida, aquella hora de levantarse a las cinco de la mañana y hacer burpees y tal y no sé qué, y hacer mil cosas y estar super ocupado. O sea, hay una validación cultural a vivir en un estado de hipervigilancia continuo que hace que sea más tóxico todavía. Yo personalmente sentía que era más válida como persona porque estaba estresada. Que era el estrés el que me hacía de cara a los inversionistas que tenía en los proyectos, de cara a mi equipo, de cara a mis socios, de: “Es que merece la pena porque ella se esfuerza un montón. Y es que a veces sientes, es que si la gente que me rodea no ve que estoy, que no me da la vida, se van a pensar que no soy profesional”. Cuando biológicamente lo más productivo que podemos hacer es descansar, dormir bien, tener periodos de descanso activo. Descanso activo es una cosa muy específica. Tirarse a ver series no es descansar. Tirarse a ver series es anestesiar. Mientras que miras redes sociales no estás descansando, estás anestesiando, estás como pulsando el botón de pausa y en cuanto lo sueltes y apagues la serie o apagues las redes sociales, ¡bum! Sigues igual, o sea, no estás regenerando, no estás restaurando. ¿Qué es un descanso activo? Un descanso activo es el descanso en el que entrenamos estar aquí y ahora. Porque cuando estoy viendo cosas de manera pasiva. El descanso activo es hacer cosas que requieran que tu atención esté aquí y ahora. Leer. Si uno se pone a leer y piensas en otra cosa, no te enteras de lo que estás leyendo. Hacer deporte, cocinar, coser, tejer, hacer cosas de jardinería, hacer cosas con las manos, cosas que requieran que tu cerebro esté aquí y ahora. Hablar con alguien, salir con tus amigas a tomarte un café, una cervecita, lo que sea, pero estar presente y estar escuchando de manera activa a tu amiga. Y como veíamos antes, que sea un entorno constructivo, que no vayas a quedar con amigas, que os paséis criticando a mil personas y acabes con el cortisol alto. Estar con familia y una cosa que se nos ha olvidado como sociedad: no hacer nada. Literal, en el trayecto del bus, no sacar un libro, no sacar un móvil, no hacer absolutamente nada. Sentarse y mirar por la ventana del autobús. Cambiar viejos hábitos mentales implica incomodidad y compromiso diario (Freepik) — Voy a hacerte la última pregunta que le hago a todos los invitados y es si nos puedes contar algo que en el último tiempo te sorprendió, te conmovió, te dejó pensando. Es una idea que tal vez tienes dando vueltas en la cabeza. Puede ser lo que sea que quieras compartir. — Pues a mí me sirve un montón la oración. La oración no tiene estructura, es una conversación con tu padre continuamente, con Dios. Pero al final tiene como unos elementos que son la gratitud, que es antes de comer, “gracias señor por estos alimentos” y entonces te acuerdas de las personas que lo prepararon, te acuerdas de las personas que no tienen comida. Antes de irte a dormir, “gracias Dios porque hoy me diste la oportunidad de lo que sea”. Y luego tiene una parte también de arrepentimiento, de revisar a lo largo del día: “Esto lo podía haber hecho mejor”. Y entonces vas tomando conciencia de qué errores cometes. Los sabes perdonados porque todo quedó consumado y perdonado en la cruz y te sabes con la paz de poder decir: “Perdóname”. Y el pedirle a Dios que te vaya perfeccionando: “Ayúdame a tener más paciencia, a tener más templanza”. A mí a veces me puede el mal genio. Entonces, pedir ayuda es como una manera hermosa de ser muy consciente de todas las bendiciones que recibes a diario y de qué impacto tienes en las personas que te rodean e irte todos los días intentando caminar en parecerte más a Cristo e irle pidiendo a Dios: “Ve perfeccionándome, examíname, muéstrame todo lo que hay en mí que no te gusta y ve ayudándome a vivir con más paz”.
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