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  • Verbenas y películas

    » Diario Cordoba

    Fecha: 15/09/2025 12:06

    La semana pasada estuve en la verbena de un pueblo. No es que fuese buscándola, sino que duermo en ese pueblo cuando tengo la mala suerte de tener que trabajar. Así las cosas, aprovechando la ocasión, algunos compañeros salimos a dar una vuelta al terminar la jornada. Cenamos entre puestos de churros y perritos calientes, y el camarero nos señaló los fuegos artificiales al traernos la cuenta. Después nos fuimos a la explanada en la que estaba el escenario, flanqueada por carpas, en cada una de las cuales había una peña (todas tenían nombres ingeniosos del tipo «Peña Superbebiendo»). Empezó a sonar la música, y aquello parecía una gala de Operación Triunfo. El despliegue de pantallas y coreografías era descomunal. No sé cuántos músicos, cantantes y bailarines había. Y no paraban: antes de terminar una canción, empezaban la siguiente. El popurrí de géneros era digno de elogio: cumbia, rumba, pop. No era un concierto, sino una catarata. Iluminados por tiras de bombillas que conformaban una cúpula al estilo circense, brincábamos entre desconocidos. En las peñas se podía jugar a la ruleta (los premios eran bebidas o la elección de una canción). Se paró la música para jugar al bingo. Vendedores ambulantes pasaban entre el público vendiendo desde chapas hasta sombreros de colores. Las cervezas costaban un euro; las copas, cuatro. El cachondeo, lógicamente, era inevitable. La primera vez que miré el reloj eran ya las cinco de la mañana. Al día siguiente leí una noticia que alentaba a probar la vida en el pueblo. También se lleva la alabanza de lo rural en libros y películas. Lo cierto es que a veces le cuesta a uno creer al prójimo. Lo ve pronunciándose sobre temas variados y le resulta imposible no pensar que lo hace más por narcisismo o interés que por convencimiento. Sorprende, eso sí, la capacidad de algunas ideas para calar en miles de personas y, al mismo tiempo, mantener la pátina de autenticidad; uno las hace propias y se siente único y subversivo, en absoluto guionizado. Así son las cosas. Cada uno desempeña su papel lo mejor que puede. Este teatro, en cambio, tiene un coste: descubrir las desventajas que ocultan las idílicas consignas. Ese es el peaje que tienen que pagar los turistas de lo ajeno. Porque la vida en un pueblo no se descubre en una verbena ni en dos semanas de vacaciones. ¿Lo pasé de maravilla? Por supuesto. ¿Preferiría no tener que moverme de Córdoba? Por supuesto. Si uno no quiere precipitarse, es mejor dejar las películas aparte. Por la tarde, por cierto, quise ir al cine, pero no había cine. *Escritor

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