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» SL24
Fecha: 14/09/2025 17:30
Facebook Twitter LinkedIn WhatsApp La detención de Waldo Bilbao en Rosario expuso una vez más la trama del narcotráfico que opera en torno a los puertos del Gran Rosario y el contraste con un sistema de inteligencia que muchas veces parece estar más enfocado en operaciones políticas o empresariales que en desarticular a los grandes grupos criminales. Bilbao, de 45 años, estaba tercero en la lista de los prófugos más buscados de la provincia de Santa Fe. Fue capturado en un departamento del barrio Martín, a pocas cuadras del Monumento a la Bandera, donde vivía junto a su pareja, Guadalupe Torres, que cumple prisión domiciliaria en ese mismo edificio. Según reveló un informe de Germán de los Santos en AIRE de Santa Fe, durante meses gendarmes se limitaron a tocar el portero eléctrico para verificar la presencia de Torres, sin ingresar nunca al departamento donde se escondía uno de los fugitivos más peligrosos del país. La escena de su captura tuvo ribetes cinematográficos: al notar el ingreso de las Tropas de Operaciones Especiales, Bilbao intentó escapar por un hueco del lavadero trepando por caños internos del edificio. Los agentes lograron reducirlo de una pierna y concretaron la detención. Campo Timbó, la base de operaciones Junto a su hermano Brian, aún prófugo, Bilbao controlaba dos aeródromos clandestinos —uno en Campo Timbó, en Oliveros, y otro en Carrizales— desde donde bajaban avionetas cargadas de cocaína provenientes de Paraguay y Bolivia. La organización tenía alcance internacional: en 2024, en Medellín fue detenido Julián David Correa Posso, piloto colombiano ligado a estas operaciones. El country Campo Timbó, un barrio privado de lujo a orillas del río Carcarañá, funcionaba como base de operaciones para el aterrizaje de avionetas y la logística vinculada al narcotráfico, a escasos kilómetros de las terminales portuarias del Up River. Mirá también Madrugada trágica en Rosario: una mujer murió al chocar contra una columna Un entramado de negocios para lavar dinero Según la investigación, la banda lavaba dinero en múltiples rubros: inmobiliarias, radios, teatros de rock, publicidad callejera, taxis, bares, concesionarias de autos e incluso una planta de biodiésel. En 2018, desembarcaron en Rosario con una franquicia de Vorterix, que incluía un teatro donde se pagaban cachets a artistas muy por encima de los valores del mercado. También fueron vinculados a Juan Carlos Vargas, corredor inmobiliario y dueño de la firma Adelante, sponsor de las camisetas de Newell’s y Central. Las inversiones llamativas también alcanzaron a Glycine Max SRL, dedicada al biodiésel, y a empresas de taxis como “Taxideral” y “Remitaxi”. Todo ese entramado, según los investigadores, era un mecanismo para blanquear ganancias del tráfico de cocaína. Una señal de alarma El caso Bilbao expone la sofisticación de las organizaciones narco que operan desde el corazón de Santa Fe, pero también deja en evidencia fallas en el control y la inteligencia estatal. La pregunta de fondo, como resalta el informe de AIRE de Santa Fe, es por qué se tardó tanto en atraparlo si se escondía en un lugar controlado y cómo se explica que los allanamientos en Campo Timbó nunca lograron incautar droga, a pesar de que en las avionetas halladas se detectaron rastros de cocaína. La captura de Waldo Bilbao puede marcar un quiebre en la causa, pero su hermano Brian y otros prófugos de la organización siguen en libertad, lo que mantiene abierta la trama narco que conecta pistas clandestinas, lavado de activos y puertos del Up River.
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