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    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 14/09/2025 02:55

    Javier Milei y Luis Caputo El ministro de Economía Luis Caputo advirtió el martes a empresarios del sector asegurador que “en 2027 la opción es esto o el comunismo”. La afirmación podría atribuirse al estado de shock posterior a la sorpresiva y contundente derrota electoral. Pero hay algo más que eso. Antes que él, el propio presidente Javier Milei calificó muchas veces como “enano soviético” o “enano comunista” a Axel Kicillof, el triunfador de la elección bonaerense. El cancionero de la exitosa campaña libertaria de 2023 incluía un hit cuyo estribillo decía: “No me importa el kirchnerista, el macrista, el radical, queda claro en la Argentina: ¡Comunismo o libertad!”. Así que la expresión de Caputo obedece a una tradición y tal vez en la cúpula del Gobierno teman de verdad que el comunismo sea una amenaza real para el futuro argentino. Hay, realmente, muchas razones para fundamentar por qué es absurdo calificar a Kicillof como comunista. Da cierta pereza enumerarlas. Pero lo relevante no es la precisión conceptual de Caputo sino los efectos letales de su acusación. Si su interlocutor fuera un empresario sereno o informado, se dará cuenta que el ministro exagera demasiado, o que está desesperado, o pensará que desvaría. No se irá tranquilo de la charla. Si, en cambio, el interlocutor piensa que el comunismo es una amenaza real y que el resultado electoral lo acerca peligrosamente, se irá aún menos tranquilo que el anterior. Uno huirá asustado por el ministro, el otro asustado por la posibilidad de quedar atrapado por la cortina de hierro. No parece un método para promover la confianza en el país, mucho menos en tiempos tan turbulentos, donde el dinero es tan necesario para que el Gobierno sobreviva. Esa reacción de Caputo refleja bastante la manera confusa con que el oficialismo reaccionó ante la sorpresiva paliza del domingo. En principio, el Presidente anunció que no retrocedería un milímetro, que se pondría al frente de todo –como si antes no lo hubiera estado-, y dejó trascender que solo si lo matan abandonaría el modelo económico, cosas que ya había dicho antes en público. Decidió, entonces, vetar la ley universitaria y la ley de emergencia pediátrica, pese a que ambos temas –especialmente el segundo- contribuyeron a construir la imagen de crueldad con la que carga. Anunció también la conformación de una mesa política con los mismos integrantes que la semana anterior. Elevó la cartera de Interior a la categoría de Ministerio, pero colocó al frente de esa estructura al mismo hombre que estaba antes. Además, celebró una tibia manifestación de apoyo del Fondo Monetario, igual que lo venía haciendo antes del domingo. Milei con Caputo, Francos y Catalán Parecía que nada cambiaría. Pero no fue así. El Presidente sí retrocedió en el área económica con una lógica que revela un intento, tal vez acertado, de interpretar el resultado electoral. En 2023, con un consumo y una inflación mucho más altos, en medio del caos y el desprestigio, con un ministro inflacionario de candidato, el peronismo obtuvo 46 por ciento en la provincia de Buenos Aires. Ahora, con ambos parámetros muy bajos, Milei recibió apenas el 33 por ciento. O sea: la inflación baja reditúa sólo si va acompañada por el crecimiento del consumo o, al menos, no convive con su caída vertical. En la Argentina de Milei y Caputo eso no sucede. Esta semana se conoció un buen número de inflación, 1,9 por ciento. Pero, al mismo tiempo, la Corporación de la Mediana Empresa difundió datos tremendos sobre el derrumbe de ventas minoristas. Desde principios de año, se redujeron casi todos los meses, y suman alrededor de un veinte por ciento de caída, sin que hubiera una guerra ni nada por el estilo. Entonces, Luis Caputo decidió dejar que bajara la tasa de interés para darle aire a la economía. El problema es que ese anuncio está rodeado de tantas contradicciones que puede enloquecer más a los actores económicos. Allá lejos y hace tiempo Caputo supo explicar que la inflación era siempre y en todo momento un fenómeno monetario. Se suponía que el ajuste, y la decisión de no emitir más, produciría estabilidad de todos los precios, incluido el del tipo de cambio. En las semanas previas a las elecciones, en cambio, explicó que subía las tasas porque existía una conspiración en marcha para generar inestabilidad antes de las elecciones. O sea que la inflación ya no era de origen monetario sino que podía obedecer a conspiraciones preelectorales de origen difuso. “Es una medida de corto plazo, porque la libertad arrasa en las elecciones y ahí todo se serena”, proclamó. Ahora volvió a cambiar: resulta que la tasa generaba situaciones muy duras y, entonces, es cuestión de bajarla, y que las elecciones no son tan importantes. Ya no hay más conspiración preelectoral, porque si la hubiera sería suicida bajar las tasas.. “Se sobredimensionó el efecto de las elecciones”, dijo el ministro, que era precisamente quien había sobredimensionado el efecto de las elecciones cuando pensaba que las ganaba. Suben la tasa, bajan la tasa, pronostican éxitos electorales que resolverán todo, dicen que las elecciones no importan, regulan el tipo de cambio, liberan el cepo, anuncian un crawling peg hasta fin de año, lo eliminan en abril, se abrazan eufóricos por la “salida exitosa” del cepo, sufren por la salida del cepo, gritan que el dólar flota, intervienen el tipo de cambio, desarman las lefis, provocan a la gente para que compre dólares si quieren, reponen los pasivos remunerados, regulan los encajes, regulan más los encajes, suben de nuevo la tasa, bajan de nuevo la tasa y así hasta el infinito. Esa hiperactividad llegó hasta el paroxismo el viernes cuando, después de cerrados los mercados, la Comisión Nacional de Valores emitió una resolución muy opaca, incomprensible, que corrigió un par de horas después con otra resolución opaca e incomprensible. Ambas afectaban la libertad de las agencias de bolsa para manejar fondos. ¿Qué otra cosa se les va a ocurrir para que todo el mundo intente proteger su riqueza de las idas y vueltas de “las tres anclas”? En ese contexto, la baja de tasas puede generar un problema serio de tensión cambiaria y eso no solo afectará la actividad sino muchas otras cosas. De hecho, el viernes el dólar rozó el temido techo superior de la banda. Y eso cuando todavía es muy tentador para los grandes inversores pasarse a pesos hasta días antes de las elecciones y aprovechar el interés vigente. El equipo económico enfrentará otro desafío tremendo cuando, a días del 26 de octubre, todo ese caudal se dirija al dólar ante la inminencia de una devaluación fuerte. ¿26 de octubre? Falta una eternidad para eso. Luis Caputo y el titular del BCRA Santiago Bausili Si uno mira la foto, el proyecto libertario parece herido de muerte. La tensión financiera, la falta de consenso social, el aislamiento político, el creciente descrédito internacional, los escándalos de corrupción y la sangría interna constituyen un combo muy exigente para los mejores equipos políticos, y este no es uno de ellos. Eso no significa que el desenlace sea inminente. No tiene por qué serlo. Los dos últimos gobiernos atravesaron procesos similares pese a lo cual entregaron el poder en tiempo y forma. Lo que sí está en cuestión es el relato según el cual la Argentina inició un camino diferente en 2023. Desde 1983 hubo solo un caso en el que un presidente perdió las elecciones de medio término pero fue reelecto: ocurrió con Cristina Kirchner en 2011 luego de la derrota de 2009. El método para la resurrección consistió en aplicar una política expansiva muy audaz, cuyo símbolo máximo fue la creación de la asignación por hijo (AUH), que hoy ya nadie discute. En cualquier caso, luego de las elecciones de octubre, salgan como salgan, Milei y los suyos se verán obligados a un replanteo profundo de las cosas. Es imperativo que reconstruya muchas de las relaciones dañadas, y recomponga su equipo con personalidades creíbles y serias: no es tiempo de gordos tuiteros, ni de “peaky blinders” ni de insultos tremendos, ni de recaudadores voraces, ni de domadores de mandriles. Durante demasiado tiempo se consideró que podían ser razonables cosas que no lo eran. El resultado electoral sugiere que tal vez deba buscar una combinación donde la inflación no sea tan baja y el consumo mejore un poco. No es necesario ser comunista ni socialdemócrata para eso: hasta el hiperortodoxo Carlos Rodríguez lo sugiere en su movediza cuenta de X. Lo otro sería morir con las botas puestas: la construcción de un relato ficticio de victimización para quedar como un héroe deglutido por las fuerzas del mal, esas cosas que por momentos parecen nublar el pensamiento de Javier Milei. No sería, realmente, un camino criterioso. Aunque la inteligencia artificial pueda transformarla en un episodio heroico, una derrota es una derrota. Y no es bueno para un país, encima uno tan golpeado, que los presidentes terminen mal.

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