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» Diario Cordoba
Fecha: 12/09/2025 08:45
Pienso mucho. Demasiado. Eso me dice L. Tiene razón, pero no se lo digo. Hay cosas que no le digo, o le digo poco, como te quiero, aunque lo haga. Es cierto. Mi mente está en continuo movimiento. Solo para, mi cabeza, la loca de la casa, cuando leo, y no siempre. A veces, los primeros párrafos de una lectura, incluso de un libro al que llevo semanas dedicada, son como los tramos iniciales de una escalada, me cuesta colocar los pies en la posición adecuada, hay riesgo de caída, verdín por todas partes. No es porque me cueste concentrarme. Al contrario. Pero, durante esos minutos, recuerdo palabras, gestos, momentos, escenas que han dado forma al día. Es memoria fotográfica, lo que tengo, y también (para)textual. Puedo recordar frases exactas, mías y de otros, y luego me las repito en bucle cuestionándome su motivación, por qué alguien me contó lo que fuera, si yo respondí lo que debía. Las últimas noches, presa de un insomnio que se vino conmigo de vacaciones y ha decidido quedarse para ver cómo empieza el año, que, como defendía Carmen Laforet, comienza el 1 de septiembre y no en enero, le he dado vueltas a una pregunta que este verano me han hecho dos de las personas más importantes de mi vida, las que le dan sentido. ¿Eres feliz? Eso me preguntaron, sin un contexto previo más allá de mi siempre frágil estado de ánimo, en diferentes situaciones, días distintos, sin saber que a ambas les inquietaba lo mismo. Una pregunta a la que yo no contesté. Me defendí con la risa nerviosa a la que recurro si no quiero enfrentarme a la realidad del lenguaje, a su construcción, con sus argumentos. Necesitaba tiempo y me amparé en el qué cosas se te ocurren aun sabiendo que no volvería a hablar con ellas de eso, no las respondería, cobarde, del modo directo y honesto que ellas habían empleado para trasladarme su preocupación por mí, por mi bienestar. Recurriría, una vez más, a la escritura. Pensé, primero, en ese desvelo tan eterno como el retorno nietzscheano, en la declaración de amor que encierra esa pregunta, únicamente comparable, en mi realidad de insomne irredenta, a la que también contiene ¿Has dormido bien? Luego llegué a la conclusión de lo excepcional del planteamiento, extraordinario, no solo porque haya muy poca gente que sea capaz de trasladárnoslo, ya que es fruto de la generosidad, la empatía y la entrega, sino porque es probable que ni siquiera nosotros nos atrevamos a hacerlo. Es una pregunta que asusta por el abismo al que te acerca. Te saca del cotidiano vivir sin pensar al que te aboca una sociedad a la que lo único que le preocupa es que consumas y te encuentres, de pronto, viendo un vídeo de TikTok en el que la influencer María Pombo presume de que no le gusta leer. ¿Soy feliz, ahora? Lo desconozco. Es un estado al que se llega sin aspirarlo, ni pretenderlo. Sí sé quiénes me hacen feliz, y qué cosas: leer (lo siento, María), escribir, las canciones de Kath Bloom, el pelo de colores de Agnès Varda, su cine, o esos versos de Francisco Brines que anuncian el cambio de estación: «Subo a dormir, en esta noche última, y me siento contento, y aun feliz, porque mañana partiré temprano». *Periodista y escritora
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