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  • “Vas poder”: el lema que sostuvo a Andy Bursten tras la muerte de su marido y que hoy guía su vida

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 12/09/2025 04:35

    Ellas - Andy Bursten Andrea Bursten es una figura multifacética de la escena argentina, reconocida por su destacada carrera como modelo en los años 90 y por su resiliencia ante las adversidades personales. Tiene 51 años y es madre de Francesca y Stefano, fruto de su matrimonio con el empresario Federico Ribero, quien falleció en 2013 tras una batalla contra el cáncer de pleura. Luego de su partida, Andy se volcó al mundo de la gastronomía para continuar con su legado. Se convirtió en empresaria y asumió la gestión de seis locales. A pesar de las dificultades, demostró su capacidad de reinventarse y liderar con éxito nuevos proyectos. Su trayectoria combina elegancia, profesionalismo y creatividad, consolidándola como referente tanto en la moda como en las redes sociales y en el ámbito empresarial. Andy Bursten: "Desde que me quedé sola con mis hijos, lo que predominaba al principio era el miedo. Tenía miedo de enfrentarme a la vida sola". (Maximiliano Luna) Luli: — ¿En qué etapa de tu vida estás hoy? Andy: — Yo siento que estoy siempre en evolución y creo que esa es la idea y es lo que quiero para mi vida. Estoy tranquila, con mi trabajo de siempre, con mis restaurantes, estoy con proyectos para el año que viene con mi hija, cuidándome mucho y haciendo deporte, como siempre. Soy inquieta y a veces necesito desafíos nuevos. Ahora se me ocurrió que quiero correr. Yo entreno mucho, casi todos los días, pero correr es otro deporte. Así que ahora estoy entrenando para una carrera cortita que me anoté para dentro de unos días y estoy haciendo foco en eso. Obviamente, después mi vida, mis hijos, mi casa. Pero en la parte personal, estoy haciendo foco en que tengo ganas de salir a correr y que me gustó, que encontré el espacio. Luli: — No sé cuál es tu situación amorosa, pero dicen que los grupos de running son el spot ideal para conseguir pareja. ¡Es el nuevo Tinder! Andy: — No estoy en pareja, pero tampoco sé si tengo ganas de estarlo (risas). Por ahora salgo a correr sola o con mi profe. Todavía me falta porque las distancias que corro son cortas y los grupos, en general, corren media maratón o 15K, yo todavía no estoy en esa. Pero bueno, ¿quién te dice? En algún momento se pueda dar... Luli: — Me hablabas de los restaurantes, que son espectaculares, y los tenés desde hace muchos años. ¿Cómo fue meterte en la industria gastronómica? ¿Había sido por Fede? Andy: — Sí, en realidad los heredé. Mi familia y yo vivimos de mis restaurantes, tengo seis lugares en los centros comerciales. La verdad que todo funciona muy bien, son marcas muy instaladas. Yo hace 12 años que tomé la posta, pero la empresa debe tener entre 25 y 30 años. Luli: — Y qué bueno que lo pudiste continuar... Andy: — No me quedó otra, Luli. Yo no sabía nada, no tenía idea. Pero tengo un socio que es una maravilla de persona y de socio, y junto con él, de a poco, me fui metiendo, aprendiendo, lo fui siguiendo, porque la verdad que la tiene súper clara. Aprendo mucho de él y sigo aprendiendo. Fue un gran compañero y la verdad que el trabajo en su momento también me ayudó mucho a poder procesar todo lo que estaba viviendo. Lo tomé como una posibilidad de algo nuevo y de aprender algo nuevo. Y hoy es de lo que vivimos, así que... Luli: — ¿Y los chicos se metieron también? Porque tus hijos ya son grandes. Andy: — Sí, enormes. Francesca tiene 23 años, está estudiando. Se recibe el año que viene de Interiorismo. Y mi hijo trabaja en un restaurante, es barista, sirve un café delicioso. Así que lo estamos preparando. Seguramente, Fefo, sí tome la posta y en algún momento, tal vez yo descanse un poco y él empiece a laburar conmigo o a hacer la suya. Luli: — Imagino que en esos momentos difíciles que tuviste que atravesar la gente desde el amor intentó acompañar y darte algún consejo. Pero a veces te termina asustando más que ayudando. ¿Cómo lo viviste? Andy: — Igual me asustaba sola. Todo el proceso, desde que me quedé sola con mis hijos, lo que predominaba al principio era el miedo. Yo tenía miedo de enfrentarme a la vida sola, de criar dos chicos sola, de la economía sola. Fue un renacer y fue una oportunidad, también. Fue mucho crecimiento, pero al principio era miedo. Yo tenía miedo de todo: si iba a poder, si no iba a poder, cómo iba a hacer con los dos chicos sola, con un negocio que no conocía, ocupándome de cosas que nunca me había ocupado, las inversiones, pagar las cuentas... Encima me quedé viviendo en la casa familiar y en un momento dije: “¿Qué hago yo acá sola?” Era la casa donde habíamos vivido con Federico. Ahí tomé la decisión de irme y fue un alivio. Yo vivía en tortugas, pero trabajaba en el centro. Así que me fui al centro. Siento que ese realmente fue empezar de cero otra vez. "El tiempo y el amor curan y sanan", señaló Bursten. (Maximiliano Luna) Luli: — Qué profundo habitar un renacer. Algo que en su momento te debe haber roto. Pero para quienes están pasando una situación similar, escucharte es inspirador. Andy: — Recibo muchos mensajes de mujeres que se quedan sin su compañero, que quedan viudas. No puedo dar consejos porque cada experiencia es muy personal y cada uno lo vive como puede porque nadie te enseña esto. Yo nunca me imaginé lo que me sucedió. Nunca me imaginé que me iba a quedar sola a los 40 años con dos chicos de 8 y 11. Ni mi peor pesadilla. Lo que sí siempre digo es: el tiempo y el amor curan y sanan. No hay mucho más que eso, sinceramente. El tiempo es fundamental porque uno necesita ese proceso para entender, aceptar y volver a empezar. Y el amor que te rodea es fundamental. La gente a veces quiere evitar ese dolor o que el tiempo pase rápido. Y uno no lo puede modificar. Para mí la aceptación es súper importante para poder empezar otra vez una vida nueva, porque es una vida nueva. No sé si soy inspiradora o no. Peor yo hoy tengo una vida linda. Pude construir una vida amorosa, una vida de familia, una vida personal y profesional. Pude hacerlo. Luli: — ¿En algún momento sentiste que no ibas a poder? Andy: — Sí. Sobre todo en el final de Fede y principio de la vida. Fue un proceso muy largo, de casi dos años. Nosotros desde el minuto uno, sabíamos que él no estaba bien. A mí el médico me había dicho que no iba a estar todo bien. Pero la cabeza, viste cómo es. “Este señor que me está diciendo esto, pero vamos para adelante”, decía. Y como Fede tenía esa personalidad tan fuerte, tan aguerrido, le puso todo y más para poder curarse. Pero lamentablemente no dependía de él. Hizo desde su lugar todo lo que pudo, sobre todo por sus hijos, más que por él te diría que por sus hijos. Puso el cuerpo, no sé cuántas veces, la cantidad de intervenciones, de quimioterapias y de rayos que recibió ese cuerpo... Pero bueno, el final en realidad estaba cantado desde el principio. Él en su momento no quiso tal vez escuchar su diagnóstico y quiso, como siempre, ponerle todo. Luli: — Y vos acompañaste. No es que él se lo guardó. Vos estabas al tanto de todo. Andy: — Yo lo acompañé y estaba al tanto de todo. Pero me decían que era tan importante el hecho de acompañar desde un lugar positivo y no victimizarse o decir: “Pobrecito”. En eso estoy en paz, porque acompañé, hice cosas que tal vez ni tendría que haber hecho porque correspondían o a los médicos o enfermeras, pero yo quería tratar de hacer todo lo que podía: aprendí a curar las heridas de las operaciones, a darle inyecciones para elevar su sistema inmunológico, hacía los traslados. Creo que acompañé el 99% del tratamiento. Estaba ahí con él. Sentía que era donde tenía que estar. Él me decía: “Quiero que hagas un poco tu vida”. Y yo le decía: “Mi vida es esto, es acompañarte hoy en este lugar”. No me interesa lo demás. Yo durante un año y medio también me hice la tonta. Recién tome conciencia de lo que me había dicho el médico un año y medio antes, seis meses antes. Un día que tuve una entrevista con el médico y me dijo: “Ya está. No tengo más nada para hacer”. Ahí dije: “Bueno, ahora es otro tipo de acompañamiento”. Vivió seis meses más después de eso y la verdad que fueron feos, muy duros, por la enfermedad, el deterioro físico. Mis hijos eran muy chiquitos. Pero igual lo recontra acompañaron. Los dos fueron súper guerreros. Pero los últimos seis meses fueron muy complejos, muy difíciles realmente. Luli: — ¿Vos lo seguís teniendo presente? ¿Lo pensás cuando ves a los chicos crecer y avanzar en distintas etapas de la vida? Andy: — Sí. En cada evento importante de la vida de mis hijos, yo me lo imagino ahí. Como que me imagino su expresión, qué diría o cómo se sentiría. Es como que trato de traerlo ese rato y después lo suelto otra vez. Luli: — Me resulta muy conmovedor. ¡Qué capacidad el poder entrar y salir de esa nostalgia! Andy: — Sí, pero porque pasó mucho tiempo. Al principio no me era tan fácil bajarlo y soltarlo. Hoy ya más experiencia, más tiempo, siento que lo puedo traer un rato, imaginármelo puntualmente en alguna situación y después volver a soltarlo y seguir con mi vida. Y eso se convirtió en algo que trae alegría también, ¿eh? La ausencia es dolor, pero digo: “¿Cómo hubiese sido él en este momento...? ¿Qué hubiese dicho? ¿Cómo hubiese actuado?” No sé, me lo imagino. En diálogo con Luli Fernández, Andy relató el desafío de criar sola y aprender a gestionar un negocio familiar. (Maximiliano Luna) Luli: — Más allá de todos los recuerdos y de todo lo que has vivido con él, qué dicha de que te haya dejado esos dos hijos hermosos, ¿no? Andy: — Ni que hablar. Mis dos soles, mis dos motores. Son mi vida. La verdad que lo que a mí me costó fue ayudarlos a duelar porque nadie te enseña. Ni yo sabía cómo. Más que decirles algo me acuerdo que era acompañarlos. Durante mucho tiempo no se podían dormir solos. Tenían miedo, tenían angustia y les costaba expresarlo. Me acuerdo que el primer año fue durísimo y había que poner mucho el cuerpo. Luli: — Dijiste que es muy difícil aprender a transitar un duelo porque nadie te enseña. ¿En qué te refugiaste vos? ¿Qué sentís que fue lo que te funcionó? ¿Terapia, meditación, constelaciones? Andy: — Hice todo eso, pero tiempo y amor. El amor de mis hijos, de mi familia, de mis amigos, que son familia para mí, me ayudaron. Después, obviamente, el tema de una pareja también. Yo tenía mucho miedo de no volver a enamorarme. Tenía 40 años cuando enviudé. Tenía pánico de no volver a sentir amor nunca más por un hombre. Y cuando me enamoré, también fue como un alivio. Dije: “Bueno, pude”. Y sin culpa ni nada de todo eso. Habían pasado cuatro años. Yo seguí con la alianza puesta hasta que me enamoré. Cuando me volví a enamorar, me saqué la alianza. Aparte usaba la mía en el dedo y la de él colgada en una cadena. Me saqué primero la que tenía colgada de él, la guardé y cuando sentí que me había vuelto a enamorar, dije: “Es hora de guardar la mía”. Y así fue. Fue una decisión mía. Me acuerdo que a mi pareja ni siquiera le molestaba que yo tuviese la alianza puesta. Luli: — Es que también la vida sigue... Andy: — Es que sí, la vida es de los vivos y continúa. Y es necesario que la vida continúe, porque si no te quedás en un lugar… Primero que soy un ejemplo para mis hijos. ¿Qué iba a hacer? ¿Quedarme tirada en la cama llorando toda la vida? No ayudaba a nadie: ni a mí ni a ellos. Igualmente, no tengo esa personalidad. Soy como: “¡Vamos! Hay que hacer, hay que moverse, hay que seguir”. A veces, esa actitud fue medio ficticia en algún momento o como obligada. Pero bueno, sentí que no me quedaba. Luli: — ¿En algún momento te enojaste? Andy: — Sí. Luli: — ¿Con él? Andy: — En realidad te puedo decir sí, me enojé con él. Pero no tengo nada para reprocharle porque hizo todo para poder seguir en este mundo. Todo y más. Entonces, era un enojo ridículo. Me enojé con la vida, pero no me duró mucho. Hasta que entendí que no me servía de nada. Me lo saqué el enojo o lo transformé a otra cosa, porque sinceramente no me servía de nada. Luli: — ¿En qué sentís que te transformó todo lo que viviste? Andy: — Yo siento que soy otra persona, que estoy más evolucionada, soy más empática, más amorosa. Siento que tuve que salir afuera. Yo estaba bajo su ala, era más su mujer y acá tuve que salir a la vida yo, Andrea. Y me redescubrí en alguien que me gusta ser. No es que antes no me gustaba quién era, pero no tenía tanta conciencia. Hoy estoy más plantada, sé qué es lo que quiero y qué es lo que no quiero. Luli: — ¿Sentís todavía una conexión con él en algunos momentos? Andy: — Yo siento que está, siento que está por ahí. Siento que sí. Son mis ganas también, ¿no? Es medio inexplicable... Luli: — Es que esos amores tan profundos siguen de alguna u otra manera conectados. Andy: — Sí. 20 años estuvimos juntos porque me puse novia muy chica. Me puse novia a los 21, a los 22 convivimos, a los 24 nos casamos. El tenía cuatro años más que yo. Y a los 40 enviudé. Luli: — Andy, cuando llegamos al final de la nota me gusta hacer dos preguntas que, en este caso, creo que van a ser muy simbólicas. Una es: si te pudieses tomar un mate con vos, con la Andy de hace 15 años atrás, ¿qué le dirías? Andy: — Vas a poder. Y me acuerdo en la última charla que yo tuve con él de despedida. Él estaba obviamente preocupado sobre todo por los chicos. Y yo le dije: “Quedate tranquilo, yo voy a poder”. Se lo decía a él, pero me lo decía a mí también. Y pude. Y acá estoy. Obviamente, con mis errores, como todo el mundo, pero siento que pude armar una vida linda a pesar del dolor, de su ausencia, de los problemas con los chicos a lo largo de estos años. Pude ir resolviendo, a veces sola, a veces con ayuda, pero siento que estoy plantada en un lugar y que estoy bien. Luli: — ¿Y si pudieses revivir un instante de tu vida? Como cuando uno saca del arcón de los recuerdos una foto, un momento que viviste. ¿Cuál sería? Andy: — Y seguramente algún momento de los cuatro, algún momento lindo, placentero, familiar, que tengo miles. Pero seguramente algún viaje todos juntos, disfrutando. Eso extraño, esa parte es como... Los viajes son especiales. Ahora viajamos los tres y la pasamos espectacular. Pero a veces sentís que falta esa pata.

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