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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/09/2025 20:58
La llegada del bagre de cabeza plana reconfiguró los ecosistemas fluviales del este de Pensilvania y genera inquietud en la comunidad científica (Penn State) El bagre de cabeza plana (Pylodictis olivaris, conocido como flathead catfish en inglés), una especie invasora que puede alcanzar 1,5 metros de longitud y superar los 45 kilogramos, alteró el equilibrio ecológico del río Susquehanna en Pensilvania. Un estudio citado por Popular Science advierte que este depredador desplazó a especies nativas, modificado la red alimentaria local y se consolidó como el principal cazador en la zona, generando preocupación entre científicos y autoridades ambientales. Este pez se distingue por una cabeza amplia y plana, mandíbula inferior prominente y una aleta caudal cuadrada o ligeramente escotada. Los adultos suelen presentar dorso y costados de color oliva con manchas marrón oscuro o amarillentas. Considerado carnívoro obligado, se alimenta sobre todo de otros peces vivos, diferenciándose de otras especies de bagre. Originario de las cuencas de los ríos Missouri, Mississippi, Ohio y Grande, el bagre de cabeza plana no pertenece a los ríos del este de Pensilvania. Su presencia se documentó por primera vez en la década de 1990, con registros en el embalse Blue Marsh y en el propio Susquehanna. Con gran tamaño, poderosa mandíbula y hábitos carnívoros, la especie destaca por su capacidad de adaptación y su voracidad (Penn State) Desde entonces, la especie se expandió a los ríos Delaware y Schuylkill, donde carece de depredadores naturales. En otros estados, la introducción de este pez provocó la desaparición de especies autóctonas como el bagre bullhead y reducciones de hasta un 80% en poblaciones nativas, como el pez sol de pecho rojo. Profundo impacto ecológico y hallazgos científicos El estudio revela que el bagre de cabeza plana desplazó a depredadores tradicionales como el bagre de canal y la perca de boca chica, ubicándose en la cima de la cadena alimentaria. Olivia Hodgson, investigadora de la Universidad Estatal de Pensilvania, explicó: “Los bagres de cabeza plana crecen rápido en este sistema fluvial, alcanzan grandes tamaños y pueden consumir una amplia variedad de presas”. La experta también destacó que la ausencia de depredadores naturales les otorga un control significativo sobre el ecosistema. La investigación, publicada en la revista Ecology, empleó análisis de isótopos estables para examinar dieta y comportamiento de las especies afectadas. El equipo recolectó 279 peces —entre ellos, 79 bagres de cabeza plana, 45 percas de boca chica, 113 bagres de canal y 42 peces pequeños de nueve especies— junto con 64 cangrejos de río. Científicos alertan sobre cómo este pez invasor fuerza a las especies locales a modificar su dieta y sus hábitats, comprometiendo la recuperación del entorno (Penn State) Tras procesar las muestras, los científicos analizaron isótopos de nitrógeno y carbono en los tejidos, lo que permitió identificar tanto hábitos alimenticios como cambios de hábitat. El análisis reveló dietas más amplias y superpuestas en todas las especies de zonas invadidas, indicando una competencia directa por recursos y desplazamientos de hábitat. Hodgson puntualizó: “Esto sugiere que las especies residentes modifican su alimentación para evitar competir o ser depredadas por el invasor”. Según la hipótesis de disrupción trófica, la llegada de un nuevo depredador obliga a las especies nativas a modificar su comportamiento, dieta y función en la red alimentaria. Tales alteraciones pueden desestabilizar los ecosistemas, ya que la competencia y el solapamiento dificultan la recuperación de especies autóctonas. Ante este escenario, Pennsylvania Sea Grant, citado por Popular Science, recomienda medidas para frenar la expansión del bagre de cabeza plana. Estas incluyen identificar y reportar su presencia, evitar liberar ejemplares capturados y desechar adecuadamente el cebo vivo no utilizado. La prevención resulta, por ahora, la mejor estrategia para proteger los hábitats naturales y limitar los daños de la invasión, ya que el caso del bagre de cabeza plana en Pensilvania expone cómo la introducción de una especie invasora puede transformar tanto las poblaciones nativas como la estructura y dinámica energética de los ríos, según concluye el estudio.
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