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Parana » Uno
Fecha: 09/09/2025 10:03
Con apenas 20 años, el concordiense Mariano Kremer empieza a hacerse un lugar en el rugby argentino. "Llevo el apellido con felicidad y orgullo", le dijo a UNO . Con apenas 20 años, Mariano Kremer , de Concordia, Entre Ríos, empieza a hacerse un lugar en el rugby argentino. Su apellido lo vincula inevitablemente con Marcos Kremer, referente de Los Pumas, aunque él busca construir una carrera propia. Lejos de vivir bajo una sombra, apuesta a crecer con esfuerzo, pasión y dedicación. Su recorrido comenzó en su ciudad natal, en clubes como Los Espinillos y Salto Grande, hasta llegar a Atlético del Rosario, donde empezó a darle forma a su rugby. Sin embargo, el llamado del rugby europeo llegó con una oferta que no podía dejar pasar: unirse a la Academia del Clermont de Francia, uno de los clubes más prestigiosos del rugby internacional y donde también juega su hermano. Para Mariano, esta propuesta no fue solo una oportunidad profesional, sino una puerta para crecer y desarrollarse, tanto en lo personal como en lo deportivo. La decisión de emigrar fue difícil, especialmente por la distancia con su familia y amigos, aunque, con visión y madurez, entendió que ese sacrificio formaría parte de su evolución. El otro Kremer que empieza a dejar huella Mariano Kremer (1).jpeg Al llegar a Francia, percibió de inmediato la diferencia en la intensidad y el ritmo del juego. El rugby en Europa es mucho más veloz, dinámico y exige un nivel de concentración mucho mayor. La adaptación no fue sencilla, y consciente de los nuevos desafíos, se preparó con la disciplina y el compromiso de un jugador decidido a no dejar pasar la oportunidad de mejorar. La exigencia física y técnica del rugby francés lo obligó a ajustar su estilo, a afinar su juego y a ser aún más riguroso en su preparación. En cada entrenamiento y cada partido, fue absorbiendo los matices del juego europeo, aprendiendo, evolucionando y adaptándose a un entorno más competitivo. En el campo, el tercera línea concordiense es un reflejo de su estilo de juego: intenso, imparable, siempre al límite. Su principal característica es la entrega total en cada acción. Ya sea en el contacto, en el tackle o en cada carrera hacia el balón, su compromiso con el equipo es inquebrantable. No se trata solo de la técnica o la táctica. Su rugby es un reflejo de su pasión por el deporte y de su deseo de superarse constantemente. La intensidad es su sello y su capacidad de entrega es la base de su juego. Cada vez que pisa el césped, lo hace con la convicción de que debe dar lo mejor de sí, sin escatimar esfuerzos. El apellido Kremer inevitablemente genera comparaciones y él ha aprendido a llevarlo con serenidad. Sabe que Marcos es una figura admirada en el rugby mundial, aunque también entiende que cada uno tiene su propio camino. No busca ser una réplica de lo que su hermano ha logrado, sino que aspira a escribir su propia historia. Con humildad y una madurez notable para su edad, sabe que su trayectoria será distinta y por lo tanto, única. Lo que le importa no son las expectativas externas, sino la satisfacción de saber que está trabajando con honestidad y pasión por su futuro. A pesar de la independencia con la que ha decidido desarrollar su prometedora carrera, el sueño de jugar juntos alguna vez sigue vivo. La posibilidad de compartir la cancha en el nivel más alto del rugby es una meta que ambos sueñan con alcanzar. Para ellos, sería un logro imborrable, un momento que quedaría marcado en sus memorias como uno de los grandes hitos de sus vidas. Pero por encima de todo, valora el proceso. Sabe que el verdadero desafío está en construir su carrera paso a paso, con base en el esfuerzo diario, la superación personal y el amor por el juego. El futuro de Mariano Kremer apenas está comenzando, y ya queda claro que su historia, a pesar de ser joven, tiene la fuerza para ser tan relevante como la de cualquier jugador consagrado. En cada partido, en cada entrenamiento, demuestra que lo único que realmente importa es la capacidad de darlo todo en la cancha. Con humildad, trabajo y pasión, está decidido a forjar su propio destino en el rugby, dejando en cada paso la huella de un jugador que, más allá del apellido, tiene una historia única que contar. En diálogo con UNO, Mariano se refirió a esta nueva etapa en el Clermont, la decisión de emigrar joven a Europa, los cambios que debió hacer en su juego, cómo se definiría como jugador, la relación con el peso de portar el apellido Kremer y la posibilidad de compartir cancha en el futuro con su hermano. Mariano Kremer.jpeg Actualidad. Mariano Kremer emigró a Europa decidido a afinar su estilo en un entorno más competitivo. Foto: Gentileza/Phot'Ovalie Mariano Kremer dialogó con Diario UNO —¿Cómo estás viviendo esta nueva etapa en el Clermont? —Estoy muy bien, contento, disfrutando y aprendiendo mucho. Me gusta todo lo que ofrece el club, sus comodidades y las cosas buenas que trae ser parte de una institución tan grande. En general, todo me parece muy lindo. —¿Te costó tomar la decisión de emigrar a Europa siendo tan joven o siempre fue lo que querías? —Al principio fue fácil. No me costó para nada decir que sí. Cuando llegó la oferta, la acepté porque vi una oportunidad, un futuro y un lugar donde podía crecer. Después, sí es duro separarse de la familia, los amigos y la gente que uno quiere. Pero son sacrificios que uno debe hacer en la vida. —Al llegar a Francia, ¿notaste que necesitabas cambiar algo en tu juego para adaptarte mejor? —Noté que el juego es mucho más fluido, intenso y con más ritmo que en Argentina. Por eso, me tuve que poner a tono físicamente. A nivel rugby, son muy estrictos y finos en los detalles, así que tuve que prepararme muy bien, tanto físicamente como rugbísticamente, para estar a la altura del equipo y poder jugar. —Si tuvieras que describirte como jugador en pocas palabras, ¿cómo te definirías? —Lo mío se trata de un juego intenso, de correr mucho y con gran entrega física. Soy áspero en el contacto y doy lo máximo en todos los aspectos, tanto en el tackle como en el ataque y en cada duelo. —¿Sentís que portar el apellido Kremer es un sello que te condiciona o lo vivís con tranquilidad? —Llevo el apellido con felicidad y orgullo. Marcos (Kremer) y yo somos dos personas distintas, dos jugadores distintos. Lo que él hizo es inalcanzable. Por mi parte, hago mi carrera por un lado, sin tener en cuenta lo que es él. —¿Alguna vez han hablado con tu hermano sobre la posibilidad de jugar juntos en el futuro? —Hemos hablado sobre la posibilidad de jugar juntos, de que algún día se nos presente esa oportunidad. Poder compartir un partido o lo que sea en el alto nivel sería increíble e inolvidable. Lo tenemos en mente los dos, es un sueño y ojalá se pueda cumplir.
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