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  • El Papa León XIV proclamó santo al dominico Pier Giorgio Frassati

    Basavilbaso » Riel FM

    Fecha: 07/09/2025 13:00

    Este domingo miles de peregrinos llegaron hasta la plaza del Vaticano desde todo el mundo para la Misa de su canonización, presidida por el Papa León XIV a las 10:00 (hora de Roma), del socio de Acción Católica Pier Giorgio Frassati, definido por Juan Pablo II como el “santo de las ocho bienaventuranzas”. En su homilía, León XIV subrayó que la vida de Pier Giorgio Frassati representa una luz para la espiritualidad laical. Comprometido con los pobres, activo en la vida social y política de su tiempo, el joven dominico entendió la fe como un compromiso abierto al mundo: “Para él la fe no fue una devoción privada”. Pier Giorgio Michelangelo Frassati nació en Turín, Italia, el 6 de abril de 1901. Su madre, Adelaide Ametis, era pintora. Su padre, Alfredo, fue fundador y director del periódico La Stampa y tuvo una importante influencia en la política italiana, llegando a ocupar los cargos de senador y embajador en Alemania. Desde temprana edad, Pier Giorgio se unió a la Congregación Mariana y al Apostolado de la Oración, y obtuvo el permiso para recibir la comunión diaria (algo poco común en aquella época). Desarrolló una profunda vida espiritual que compartía sin reservas con sus amigos. La Sagrada Eucaristía y la Virgen María eran los dos pilares de su mundo de oración. A los 17 años ingresó en la Sociedad de San Vicente de Paúl y dedicó gran parte de su tiempo libre a atender enfermos y necesitados, cuidar huérfanos y asistir a los excombatientes de la Primera Guerra Mundial. Decidió convertirse en ingeniero de minas, estudiando en la Real Universidad Politécnica de Turín, con el propósito -según confesó a un amigo- de “servir mejor a Cristo entre los mineros”. Aunque consideraba que sus estudios eran su deber principal, estos no le impidieron involucrarse en la vida social y política. En 1919 se unió a la Fundación Estudiantil Católica y a la organización Acción Católica. También fue un miembro muy activo del Partido Popular, que promovía la doctrina social de la Iglesia basada en la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII. Lo poco que tenía, Pier Giorgio lo daba a los pobres: incluso usaba el dinero de su pasaje de autobús para la caridad y luego corría a su casa para llegar a tiempo a las comidas. Consideraba a los pobres y a los que sufrían como sus “amos”, y a sí mismo como su servidor, lo que veía como un privilegio. Su caridad no consistía solo en dar cosas, sino en darse completamente. Su fuerza provenía de la comunión diaria, de frecuentes vigilias de adoración nocturna, de la meditación del “Himno de la Caridad” de san Pablo (1 Corintios 13) y de los escritos de santa Catalina de Siena. Muchas veces renunciaba a pasar vacaciones en la casa de verano familiar en Pollone, porque decía: “Si todos se van de Turín, ¿quién cuidará de los pobres?” En 1921, fue figura clave en Ravena, ayudando con entusiasmo a organizar la primera convención de Pax Romana, una asociación que buscaba unir a todos los estudiantes católicos del mundo para trabajar juntos por la paz universal. El montañismo era uno de sus deportes favoritos. Las excursiones a la montaña que organizaba con sus amigos eran también oportunidades para el apostolado: los conducía a la misa, a la lectura de la Biblia y al rezo del rosario. También solía ir al teatro, a la ópera y a los museos. Amaba el arte y la música, y podía recitar de memoria extensos pasajes de Dante. Su gusto por las epístolas de san Pablo alimentaba su ardor por la caridad fraterna. Los encendidos sermones de Girolamo Savonarola y los escritos de santa Catalina lo impulsaron en 1922 a ingresar en la Orden Seglar Dominicana (Tercera Orden de Santo Domingo). Eligió el nombre de Girolamo en honor a Savonarola, su héroe personal. “Soy un ferviente admirador de este fraile que murió como un santo en la hoguera”, escribió a un amigo. Al igual que su padre, fue un fuerte opositor al fascismo y nunca ocultó sus ideas políticas. Llegó incluso a enfrentarse físicamente, primero con comunistas anticlericales y luego con fascistas. En una manifestación organizada por la Iglesia en Roma, se plantó frente a la violencia policial, levantando aún más alto la bandera que los guardias habían arrebatado a un compañero, y utilizó el mástil para defenderse de los golpes. Poco antes de recibirse en la universidad, contrajo poliomielitis, que los médicos sospecharon había adquirido de los enfermos que atendía. Desatendió su propia salud porque su abuela estaba muriendo. Tras seis días de terrible sufrimiento, falleció el 4 de julio de 1925, a los 24 años. Su última preocupación fue por los pobres. En la víspera de su muerte, con una mano paralizada, escribió un mensaje a un amigo pidiéndole que llevara medicamentos a Converso, un enfermo al que visitaba. Su funeral fue multitudinario. Las calles de la ciudad se llenaron de gente humilde que su familia no conocía: eran los pobres a quienes había servido durante siete años. Muchos de ellos, a su vez, se sorprendieron al descubrir que aquel joven santo era heredero de la influyente familia Frassati. En 1989, el papa Juan Pablo II, tras visitar su tumba original en Pollone, expresó: “Quise rendir homenaje a un joven que supo dar testimonio de Cristo con singular eficacia en este siglo nuestro. Cuando yo era joven también sentí la influencia de su ejemplo, y como estudiante me impresionó la fuerza de su testimonio”. El 20 de mayo de 1990, en la Plaza de San Pedro colmada de fieles, el Papa beatificó a Pier Giorgio Frassati, llamándolo el “Hombre de las Ocho Bienaventuranzas”. Al exhumar su cuerpo el 31 de marzo de 1981, fue hallado incorrupto. Tras su beatificación, sus restos fueron trasladados desde Pollone a la catedral de Turín. Hasta hoy, miles de peregrinos, especialmente jóvenes y estudiantes, acuden a su tumba para pedir favores y el valor de seguir su ejemplo.

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