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» El Ciudadano
Fecha: 06/09/2025 15:57
En las islas deshabitadas de Japón, un equipo de investigadores descubrió un comportamiento insólito entre las pardelas cenicientas: estas aves no hacen sus necesidades mientras descansan en el agua, sino exclusivamente durante el vuelo. El hallazgo, publicado en la revista Current Biology, revela que los excrementos se expulsan cada 4 a 10 minutos, lo que no solo ayuda a mantener a las aves limpias, sino que también fertiliza las aguas marinas por debajo. Lo curioso es que el estudio no buscaba en un inicio registrar rutinas escatológicas. Leo Uesaka, de la Universidad de Tokio y autor principal, explica que estaba analizando cómo estas aves corren sobre la superficie del mar para despegar. “Mientras veía los vídeos, me sorprendió que soltaran excrementos con tanta frecuencia. Al principio me pareció gracioso, pero resultó ser más interesante e importante para la ecología marina”, comenta. La caca de las aves marinas, esencial para el medio ambiente Las heces de aves marinas son una fuente crucial de nutrientes. En costas e islas, enriquecen el suelo y estimulan la vida vegetal gracias a su concentración de nitrógeno y fósforo. Sin embargo, el impacto de este “fertilizante volador” en mar abierto había recibido mucha menos atención científica. Teniendo en cuenta que existen unos 424 millones de pardelas y especies afines, la magnitud de su aporte a los ecosistemas oceánicos podría ser enorme, alimentando al fitoplancton y, en consecuencia, a toda la cadena trófica marina. Para investigar este fenómeno, Uesaka y su equipo instalaron diminutas cámaras del tamaño de una goma de borrar en el vientre de 15 pardelas. Tras analizar casi 200 episodios de defecación, observaron que las aves descargaban prácticamente siempre en vuelo, y que a menudo lo hacían poco después de despegar. En ocasiones, incluso levantaban el vuelo solo para ir al “baño” y regresaban al agua en menos de un minuto. Esto sugiere que las aves evitan deliberadamente ensuciarse mientras flotan en el mar. El esfuerzo físico detrás de este hábito es considerable. “Las pardelas cenicientas tienen alas muy largas y estrechas, diseñadas para planear y no para batir. Despegar requiere aleteos vigorosos que las agotan. Eso significa que el riesgo de defecar sobre la superficie del mar supera el esfuerzo de volver a despegar. Debe de haber una razón de peso detrás”, explica Uesaka. Las hipótesis apuntan a varias ventajas: evitar ensuciar las plumas con sus propios desechos, no atraer a posibles depredadores con rastros visibles, o simplemente facilitar la expulsión en una postura más adecuada mientras vuelan. Sea como fuere, el patrón es claro: en vuelo, las pardelas defecan con una regularidad de entre 4 y 10 minutos, lo que se traduce en unos 30 gramos de excremento por hora, aproximadamente un 5% de su masa corporal. ¿Por qué mantienen este ritmo tan constante? El misterio aún está abierto. Uesaka planea continuar la investigación con cámaras y sensores de temperatura de mayor autonomía, combinados con GPS, para mapear con precisión dónde y cuándo liberan sus desechos las aves en alta mar. La meta es comprender mejor el papel de estas descargas rítmicas en la ecología marina y en el ciclo global de nutrientes. “Las heces son importantes”, recuerda el investigador. “Pero la gente no suele pensar en ello”.
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