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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 05/09/2025 10:55
Jane Fonda celebra su mejor etapa a los 87 años, redefiniendo la vejez como un periodo de plenitud y autenticidad (REUTERS/Mario Anzuoni) Jane Fonda afirma a los 87 años que atraviesa el periodo más feliz y satisfactorio de su vida. La reconocida actriz y activista sostiene que la madurez puede convertirse en la etapa de mayor bienestar, desafiando cualquier estereotipo tradicional sobre la vejez. En declaraciones publicadas por CuerpoMente, Fonda define este momento vital como su “tercer acto”, marcado por la autenticidad y la plenitud. En lugar de asumir la vida como un arco —donde después de la adultez solo queda el declive—, Fonda propone la metáfora de la escalera: “Envejecer es como subir una escalera”, destaca, insistiendo en que cada peldaño es una nueva oportunidad de crecimiento y autodescubrimiento. Esta visión, que compartió en TEDxWomen y fue retomada por CuerpoMente, invita a considerar los últimos tramos vitales no como el epílogo, sino como un capítulo nuevo y valioso. Bienestar inesperado y crecimiento interior en la madurez La actriz y activista sostiene que la madurez puede ser la etapa más feliz, desafiando estereotipos sobre la vejez (AFP) La actriz respalda su visión con referencias a la llamada “curva de la felicidad”. Subraya que muchas personas mayores de 50 años reportan sentirse mejor, con menos estrés y ansiedad que en etapas previas. “No es lo que esperaba, la verdad”, admite Fonda, remarcando que estos años pueden ser los más felices de la vida. Atribuye esta tendencia positiva, en parte, a una mayor capacidad de adaptación y a una mirada más serena sobre la existencia. Fonda narra que su experiencia personal también cambió: durante sus cuarenta años, despertaba cada día con pensamientos negativos. Esa inquietud se desvaneció después al adentrarse en el “tercer acto”. Fonda propone ver la vejez como una escalera de crecimiento y autodescubrimiento, no como un declive inevitable (Foto AP/Chris Pizzello) “Descubrí que cuando se vive la vejez desde adentro, el miedo se disipa. Te das cuenta de que sigues siendo tú mismo, quizás incluso más”, revela en entrevista con CuerpoMente. Para ella, la vejez no significa perder la identidad, sino afianzarla. Resiliencia, perdón y el potencial de las mujeres mayores En el discurso de Fonda, el desarrollo interior, incluso en presencia de las dificultades físicas, sigue ocupando un lugar central. Cita el ejemplo de Neil Selinger, un abogado retirado diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Según su relato: “A medida que mis músculos se debilitan, mi escritura se fortalece. A medida que pierdo el habla, recupero la voz. A medida que menguo, crezco. Tras perder tanto, finalmente comencé a encontrarme a mí mismo”. Este testimonio, recogido por CuerpoMente, sugiere que la vida interior puede intensificarse, sin importar las circunstancias físicas. La experiencia personal de Fonda muestra que la vejez puede fortalecer la identidad y disipar el miedo (REUTERS/Mario Anzuoni) Alcanzar esta plenitud implica para Fonda revisar y reconciliarse con el pasado. Aprender a perdonar, a los demás y a sí misma, fue fundamental: “Puede que descubras, como yo, que muchas cosas que antes creías que eran tu culpa, muchas cosas que antes pensabas sobre ti mismo, en realidad no tenían nada que ver contigo”. Este proceso permite liberarse de cargas antiguas y avanzar hacia la sabiduría. “No son las experiencias las que nos hacen sabios. Es reflexionar sobre ellas lo que nos hace sabios y nos ayuda a sentirnos completos”, añade. En la parte final de su reflexión, Fonda insiste en el papel de las mujeres mayores y su potencial para transformar la sociedad. Muchas inician la vida sintiéndose plenas, pero la presión social durante la pubertad puede llevarlas a buscar la aceptación externa. Fonda destaca la importancia del perdón y la reconciliación con el pasado para alcanzar la plenitud en la madurez (EFE/Nina Prommer) El “tercer acto”, para Fonda, brinda la oportunidad de reencontrar esa autenticidad original y, con ello, impulsar un cambio cultural más amplio. Si las mujeres mayores consiguen redefinirse y realizarse plenamente, su ejemplo puede inspirar a las generaciones jóvenes a repensar sus propias expectativas sobre longevidad y sentido de la vida. Así, la vejez se presenta como una etapa de realización personal y un motor de transformación cultural y social.
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