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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 05/09/2025 04:55
Argentina necesita de una industria naval sólida, competitiva y de excelencia Vivimos en una nación bicontinental, un país que es el octavo del mundo en términos de superficie territorial, con un extenso espacio aéreo, un litoral marítimo inmenso, una comunicación hídrica de las más grandes del mundo y recursos estratégicos renovables y no renovables de gran valor para el desarrollo de la humanidad. Un país que mira hacia el Atlántico Sur, hacia las Islas Malvinas y la Antártida, cuya defensa de su soberanía necesita de una industria naval sólida, competitiva y de excelencia con empresas públicas y privadas que resultan centrales para la industria nacional, el fortalecimiento de la autonomía y el desarrollo local. Nuestra industria naval es motivo de orgullo, con más de 300 empresas, universidades y astilleros de los más importantes de la región, entre los que se encuentran: Tandanor, Astillero Río Santiago, Astillero Servicios Portuarios Integrados S.A., Astilleros Corrientes, Astilleros Mestrina S.A., Astillero Naval Federico Contessi y Cia. S.A., en Mar del Plata, el Arsenal Naval Puerto Belgrano, en la Base Naval Puerto Belgrano, el Astillero Coserena S.A., en Puerto Deseado, entre otros. Un sector que necesita del acompañamiento del Estado para crecer y establecer una relación sinérgica con el objetivo de producir valor económico y tecnológico e impulsar la innovación de la economía nacional en su conjunto. Por ejemplo, gracias al FONDEF, durante mi gestión como ministro de Defensa, se pudieron financiar muchos de los proyectos realizados en Tandanor, una empresa del sector público que supo ser un ejemplo de trabajo, industria, compromiso y defensa del interés nacional. Dedicada principalmente a la construcción, reparación y mantenimiento de buques sumamente importantes para nuestro país, como por ejemplo el buque hidrográfico Petrel y las lanchas de instrucción de cadetes (LICA) -desarrolladas en conjunto con Astillero Río Santiago-, también ha sabido diversificarse hacia la industria metal mecánica llevando a cabo proyectos como la planta de vehículos del Ejército en Fray Luis Beltrán y la casa habitacional para la base antártica Petrel. De esta manera, en lo que respecta a la industria para la Defensa, se evidencia el rol central que cumplen astilleros como Tandanor y Río Santiago en la reparación de buques, la construcción de remolcadores y lanchas para el servicio de hidrografía, pero también en la fabricación de unidades navales estratégicas. Hoy en día tenemos un gobierno nacional que implementa medidas que vulneran nuestra industria naval y erosionan nuestra soberanía, como por ejemplo el Decreto 273/2025, que libera la importación de barcos usados. Presentado como una simplificación burocrática, no hace más que abrir la puerta a una competencia desleal con bienes usados, poniendo en riesgo la viabilidad de sectores nacionales, en especial la industria naval. En los años 70, la importación masiva de buques pesqueros usados hizo que en una década la mitad de esas embarcaciones quedara fuera de uso y la mayoría de las empresas quebrara, demostrando que lo barato termina resultando mucho más costoso. Por otra parte, el Decreto 340/2025 -rechazado por ambas cámaras del Congreso Nacional- afectaba directamente a la Marina Mercante y al desarrollo de la industria naval, al permitir que flotas extranjeras operaran en el cabotaje nacional, lo que significaba una disminución en la protección del mercado interno y la pérdida de vigencia de convenios colectivos, al tiempo que ponía en peligro cerca de 20.000 empleos directos e indirectos. Lo que se disputa no es únicamente el futuro de un sector productivo, sino la capacidad que tiene el Estado para fijar políticas de transporte, garantizar el trabajo argentino y resguardar un espacio marítimo que, además de proveer recursos, constituye un elemento esencial de la soberanía nacional. El fortalecimiento de una marina mercante nacional es, ante todo, una cuestión de soberanía. Contar con una flota propia le otorga al país un control efectivo sobre sus rutas marítimas y comerciales, evita la dependencia hacia intereses extranjeros y asegura la autonomía en la toma de decisiones vinculadas al comercio exterior. Esta capacidad estratégica garantiza que el transporte de bienes esenciales y valiosos recursos se realice bajo bandera nacional, preservando la seguridad económica y territorial. En síntesis, la marina mercante no solo es un motor de desarrollo económico y proyección internacional, sino que también constituye un pilar esencial para proteger la soberanía del país. Tanto la reafirmación de nuestra soberanía como su necesaria defensa se asientan en la visión de una Argentina bicontinental que sostenga proyección hacia la Antártida y al Atlántico Sur. Los espacios marítimos continentales, insulares y antárticos argentinos superan los 6.600.000 km cuadrados, de los cuales el 56% corresponden a la plataforma continental, considerando solo el continente americano e insular. Asimismo, nuestra Zona Económica Exclusiva, una de las más extendidas del mundo, alberga importantes pesquerías comerciales, cuencas hidrocarburíferas y yacimientos minerales y potenciales fuentes de energías marinas renovables. La Argentina tiene un rol importante y estratégico en este siglo XXI, el siglo del Atlántico Sur, de las Islas Malvinas y de la Antártida. Su importancia a nivel mundial se debe, por un lado, a que es el octavo país del mundo en extensión, con un territorio continental de casi 2.800.000 km² más los 1.700.000 km² incorporados gracias al triunfo de la diplomacia argentina y de la Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental (COPLA), cuya presentación ante la ONU en 2009, además de sumar territorio, le otorgó soberanía sobre el fondo marino y el subsuelo. Por el otro, a los recursos estratégicos que posee, más aún si se consideran los territorios antárticos y del Atlántico Sur que albergan vastas reservas de minerales, hidrocarburos y agua dulce, siendo este último un recurso cada vez más crítico y necesario para la humanidad. Por otra parte, nuestro país tiene una ubicación geográfica privilegiada para el transporte marítimo y el comercio mundial, gracias a su proximidad con uno de los pocos pasos interoceánicos en el mundo: el pasaje del Pacífico al Atlántico. Tener una perspectiva bicontinental permite afrontar la recuperación del ejercicio efectivo de la soberanía argentina y nos obliga a poner el foco en los recursos naturales renovables y no renovables que tienen nuestras Islas Malvinas, y que están siendo explotados por el Reino Unido de manera ilegítima, recursos cuya relevancia estratégica resulta fundamental, no solo desde el punto de vista económico, sino también con respecto a nuestra integridad territorial. Asimismo, en materia de recursos, en el fondo de nuestro mar hay más minerales que probablemente en casi toda la superficie de la Tierra, lo que demuestra que tener una proyección estratégica es fundamental. Para llevar a cabo esa proyección tenemos que tener política, inversión y controlar y defender nuestro territorio. Además, es necesario superar la fragmentación territorial reflejada en la fractura entre la Argentina fluvial y la atlántica -que demuestra la importancia y la necesidad de que se concrete la realización del Canal de Magdalena-; en la que separa a la provincia de Tierra del Fuego con el resto del país y que hace que para pasar de la provincia de Santa Cruz, es decir, de la Argentina continental hacia Tierra de Fuego, haya que pasar por un país extranjero; y por último resolver la fractura entre esa provincia y la Antártida. Es por ello que tanto la Base Integrada de Ushuaia como la Base Petrel, -que volvió a ser permanente durante el gobierno anterior-, deberían ser prioritarias, ya que garantizan la presencia argentina en sus territorios antárticos, en el Atlántico sur y su conexión con su territorio americano. ¿Por qué es importante superar estas fracturas? Porque superar la separación entre la Argentina fluvial y la atlántica, la Argentina continental y la provincia de Tierra del Fuego y la Argentina americana y la antártica significa, en definitiva, dejar de tener una soberanía fragmentada. ¿Por qué es importante proteger a la industria naval y defender a la marina mercante? Porque un país que no tiene una industria fuerte no puede desarrollar de manera plena todo el potencial que posee y, de esta manera, encaminarse hacia el futuro de prosperidad que se merece. Porque ante todo, somos un gran país.
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