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  • “Superbebés nazis” y “bastardos criados como cerditos”: el estigma de los niños nacidos en las maternidades del Tercer Reich

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 04/09/2025 04:53

    "Los niños de Himmler", otro costado del horror nazi. El destino de los niños nacidos en las maternidades nazis tras la derrota del Tercer Reich ha permanecido durante décadas envuelto en silencio y estigmatización. Muchos de estos menores, ocultados deliberadamente para evitar el escrutinio público, crecieron marcados por el estigma de haber sido considerados “superbebés nazis” o incluso “bastardos criados como cerditos”, según relata la escritora Caroline De Mulder. En países como Noruega, donde existieron diez de estos centros debido al interés racial de los nazis y la presencia de soldados alemanes, el tema se convirtió en un tabú nacional. De Mulder sostiene que estos niños representan a las últimas víctimas reconocidas de la Segunda Guerra Mundial, ya que, al finalizar el conflicto, los mayores apenas alcanzaban los diez años de edad. El propósito original era que estos pequeños, criados bajo el programa Lebensborn, se convirtieran en la élite futura del régimen, considerados hijos del Estado y sometidos a ceremonias de “Namesgebung”, el bautismo nazi. La novela Los niños de Himmler, escrita por Caroline De Mulder y publicada por Tusquets en 2024 explora con rigor documental y desde la ficción el funcionamiento de los hogares Lebensborn, creados por Heinrich Himmler en diciembre de 1935. Estos centros, concebidos como “fuentes de vida”, tenían el objetivo de incrementar la natalidad de niños con “buena herencia racial” para fortalecer las filas de las SS. El sistema ofrecía casas de maternidad y asistencia social a madres de hijos de miembros de la orden, priorizando la discreción y la selección racial estricta. Las mujeres, solteras o esposas de soldados de las SS, encontraban en estos hogares un entorno controlado para el embarazo y el parto, lejos de su entorno habitual y bajo la tutela de la organización si así lo deseaban. La trama de la novela se sitúa en 1944, en la maternidad real de Heim Hochland, la primera fundada en 1936 en la localidad bávara de Steinhöring y la última en operar hasta el final de la guerra. Los acontecimientos se narran a través de tres voces alternas: Helga, una enfermera; Renée, una joven francesa embarazada de un soldado de las Waffen SS; y Marek, un prisionero polaco del campo de Dachau que realiza trabajos en la maternidad, inspirado en el personaje real de Jan Karski. Uno de los episodios más impactantes del relato, basado en hechos reales, es el nacimiento de Jürgen, un bebé con problemas neurológicos que no supera el examen eugenésico impuesto por el médico de la maternidad, el doctor Gregor Ebner, Oberführer de las SS y amigo personal de Himmler. El niño es separado de su madre y trasladado para recibir un “tratamiento especial” (Sonderbehandlung), eufemismo utilizado para el exterminio. Una carta dirigida a Helga describe el procedimiento con frialdad: “Puedes estar tranquila. Asistí al paciente durante la desinfección misericordiosa. Mientras le daba de beber el remedio, lo tuve en brazos con mucho cuidado y hasta ternura. Siempre los cojo así en esos momentos. Además la morfina impide que sufran (…) En cuanto a su cuerpo, hace mucho tiempo que está en el laboratorio del hospital. Sin duda no queda ya nada de él; nada distinguible en todo caso”. La misiva concluye con una exhortación: “Nada de debilidad culpable. Dile a tu interna que olvide lo sucedido cuando antes y tenga más hijos gültig, válidos, para mayor gloria de nuestro Reich, ¡Heil Hitler!”. A la madre, además, se le practica la esterilización. Caroline De Mulder narra con ficción y realidad un hecho escalofríante. Caroline De Mulder subraya que las maternidades de las SS, pese a su apariencia pulcra y su abundancia alimentaria, compartían la misma lógica racista y criminal que los campos de concentración. “Funcionaba así, las maternidades de las SS eran la otra cara de la misma moneda de los campos nazis”, afirma la autora, quien destaca el contraste entre la limpieza y el orden de estos hogares y la miseria de los campos de la muerte. Heinrich Himmler, que visitaba regularmente tanto campos como maternidades, mostraba una sensibilidad particular hacia los bebés nacidos en estos centros, llegando incluso a ser padrino de unos 80 de los 20.000 niños criados en los Heime, especialmente de aquellos que nacían el día de su cumpleaños, a quienes imponía una daga como símbolo. El programa Lebensborn reflejaba la obsesión de Himmler por la cría y la herencia racial, influido por su formación en agronomía y su interés por la avicultura. El líder de las SS reguló minuciosamente todos los aspectos de las maternidades, desde la alimentación —recomendando gachas de avena— hasta la crianza, y calculaba que cada batallón de las SS podía aportar entre 200 y 300 hijos extramaritales al año. La misión de los miembros de la orden incluía tener el mayor número posible de descendientes, sin que los criterios morales tradicionales supusieran un obstáculo. La autora insiste en que los hogares Lebensborn no eran burdeles ni lugares de placer, como ha sugerido la fantasía popular, sino auténticas “fábricas de niños” o “granjas”, donde la sensualidad estaba ausente y el maquillaje prohibido. Las mujeres que acudían a estos centros no eran víctimas pasivas, sino voluntarias, aunque su gestación y el destino de sus hijos quedaban completamente instrumentalizados por el régimen. El papel de la mujer en el Tercer Reich se reducía a la procreación, circunscrito al lema “Kinder, Küche, Kammer” (niños, cocina, dormitorio). Las maternidades nazis. ( Wikipedia) El personaje de Helga resulta central en la novela, ya que encarna el “mal ordinario” de quienes obedecieron sin cuestionar, en contraste con el mal absoluto de los grandes criminales. De Mulder explica: “Estamos más familiarizados con el mal absoluto pero el ordinario, el de los que obedecieron como Helga, da más miedo, te demuestra hasta qué punto todos basculamos entre el bien y el mal. No quería una heroína, la mayoría de la gente no somos héroes”. Helga, adoctrinada pero no ciega, representa la tensión interna entre la obediencia y la conciencia. El programa Lebensborn también incluyó el secuestro de aproximadamente 200.000 niños en toda Europa, seleccionados por su “valor racial” para ser germanizados, una práctica que, aunque relacionada, respondía a una dinámica distinta y ha sido abordada en la literatura por autores como Michel Tournier. A pesar de la abundancia de investigaciones y publicaciones sobre el nazismo, De Mulder considera que el interés por este periodo no disminuye: “Nunca nos hemos curado de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto que está en su centro. Occidente sigue horrorizado y traumatizado por esa guerra y por la Shoah. La organización del exterminio es el mal absoluto y seguimos y seguiremos interrogándonos sobre cómo fue posible”.

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