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» Elterritorio
Fecha: 03/09/2025 21:16
La artista puso en foco el discurso de odio que circula, pero valoró que siempre hay un colectivo que se une. Calificó al arte como motor de vínculos y dijo que hay que creer en uno mismo miércoles 03 de septiembre de 2025 | 7:00hs. Maflo, en su taller. De fondo, el cuadro homenaje a su abuela afrodescendiente. Foto: Guadalupe De Sousa Hay un espacio que invita a ser descubierto. Parece diminuto, pero también gigante por la energía que lo envuelve. Hay obras por doquier, un pequeño stand con libros, un patio colorido que acerca y un ambiente de bienestar. Maflo Martínez, la protagonista, suelta su calidez; acto seguido repasa sobre el cuadro que homenajea a su abuela Hilda afrodescendiente y la obra a la que le dio su impronta con algodón de palo borracho. Cuenta que hace poco conoció a su papá, situación para la que se preparó después de “mucho tiempo de trabajarlo en terapia”. Y reflexiona: “Más allá de las adversidades de la vida, me considero afortunada en afecto y oportunidades que supe aprovechar y que pienso seguir sacando provecho. Mi familia siempre estuvo y tengo una red de amigos, de contención increíble y esta experiencia de saber lo que significa el esfuerzo, de ver a mi familia para que yo pueda salir adelante, me hizo dar cuenta que salimos todos juntos, no uno nomás. Y eso marca mucho mi perfil artístico, de gestora cultural. Nadie se salva solo y esa herramienta interna lo llevo tanto para mi lado más íntimo como social”. ¿Ves una sociedad más individualista o que quiere empujar de forma colectiva? Hay una tendencia general en medios de comunicación a querer que la gente se piense más individual. Si trabajás todo el día y no tenés tiempo para un pensamiento crítico, te subís a la ola individualista. Pero en paralelo siempre hubo y van a seguir habiendo colectivos y personas que se unan para un bien común y que sí crean en la humanidad del otro. Hoy se inclina más a lo individual y no es casual. ¿Por qué? Porque hay un discurso que circula que el otro es culpable de todos mis males, hay una tendencia a ver al otro como el culpable de lo que acontece y no que nos podamos ayudar. ¿De dónde viene ese discurso? Del gobierno nacional. Pero no sólo de ahí, hay como una gran movilización discursiva a nivel mundial que lleva a la violencia, a la agresión, que la tenés ahí cerca. La herramienta de poder, porque te tocó una fibra, está ahí. Y eso me sorprende un montón, pero no es casual. Por eso los proyectos colectivos son importantes, los que buscan sortear estas situaciones más individuales y que se vea más allá que sí podemos construir algo juntos. Además de estos colectivos, ¿qué otras alternativas son fuertes para contrarrestar ese discurso? La educación, el arte, el encuentro con otras personas. Y empezar a hacer cotidiano una postura crítica frente a lo que nos atormenta en el celular, la televisión. Pero empezar a ver a las otras personas, a escuchar… y no mediado por un dispositivo tecnológico. No. Acercate, preguntá… o sea, acercarse a la humanidad del otro es acercarse a uno mismo. Todo se maneja por oposiciones, si hay una gran tendencia a la agresión o individualismo, de a poco va a haber una ola que viene de lo colectivo, organizaciones políticas. Que no todo está perdido… Quizás no veamos pronto la solución, pero no perder la esperanza en ese sentido. Confío que se puede. ¿El arte qué lugar ocupa en la sociedad y tu vida? En mi vida, lo artístico es central. Definirme como una artista visual es una decisión que lo tomé hace unos diez años. Que no sea un hobby o una isla, sino que circule y sea central en mi vida. De hecho es mi motor de proyección y de vínculo, ya sea con mis estudiantes, colegas, afectos. Para mí el arte es un motor de vínculos. La obra tiene esa posibilidad, te permite una lectura propia, de pensar. Y de repente ese avasallamiento por lo menos se pausa, cómo convivir con las obras. Y nos da un momento para poner en funcionamiento el músculo de la creatividad, que básicamente es resolver problemas. ¿Cuándo el artista siente un cosquilleo de satisfacción? Lo hablo en primera persona. Por cómo lo vivo, la práctica artista está expandida. No está concretada en la obra o en la exhibición, sino que está en todo el ciclo. Desde que uno tiene el impulso de crear algo nuevo, de aunar materiales para contar algo, cuando uno decide tomar una forma, material, narrativa, crea algo nuevo. Ese lenguaje y experiencia único que cada uno tiene, lleva un impulso y puede estar en una pintura o un montón de situaciones. Ese impulso de crear devela el ciclo de la práctica artística. Entonces en el impulso, en la producción, y después en la circulación se consagra la obra porque encuentra la posibilidad de nuevas narrativas. Pero ese momento lo da la institución, la comunidad artística - la galería o museo-, el mercado. Hay una parte importante, que la obra en sí nunca se cierra. Maflo preside la Asociación Misionera de Trabajadores de las Artes Visuales (Amtav). Y detalla que hicieron un relevamiento interno a los 130 socios, de los cuales respondieron 70. De esos, sólo una pudo afirmar que vivía de su producción. “Los demás, complementamos para poder subsistir. Pero sí sostenemos la identidad, soy artista y no puedo vivir porque hay un mercado que no sucede como en otros lados. Esto no deslegitima a que acá no haya personas que compren obras”. A ello, agrega que también hay estrategias para hacerlas circular. Pero se generan porque “acá no se da ese mercado que sí se da en otros lados. Entonces ese interés de compra que se concreta tanto en la parte privada como pública no sucede”. “Hay un mercado chiquito y otro con más capacidad de inversión, pero los emergentes necesitamos interés público, que eso quiere decir pensar políticas que incluyan el valor de la obra, de la formación. Por ejemplo, que haya invitaciones especiales para formar un coleccionismo local”, reflexiona. Menciona que recientemente se concretó ArteBA, la feria de arte más importante de Argentina y Latinoamérica, y eso se hace dentro de un marco estatal. Las inversiones son privadas pero el Estado sostiene la estructura. “Y sobre eso estamos trabajando acá, pero es muy a pasito de hormiga. El trato en general es que tengas que agradecer por el espacio de exhibición… y no: es un trabajo en conjunto. Porque ese espacio destinado a artes visuales, justifica el trabajo de los otros, pero no recibimos ninguna remuneración. Hay cuestiones a trabajar desde Amtav, siempre desde el diálogo y saber cuáles con las problemáticas directas”. ¿Cómo te llevás con el elogio? Me escapo un poco (risas). No me molesta, me gusta hablar de mis obras, el proceso. Pero no me gusta ocupar el lugar de genio creador porque no me considero así, sino que estoy en una red que me posibilita pensar y crear cierto tipo de obras, que son de mi autoría, pero al elogio le huyo un poco. ¿A veces está bien creérsela un poquito? Es necesario, para habitar y crecer. Pero creérsela bien, que uno puede, que con trabajo y dedicación las cosas salen. ¿Qué te gusta de Misiones? Su calidez… y no hablo del calor (risas). La calidez humana, necesitás algo y las personas te escuchan. No lo tenemos tan naturalizado. Hay un amigo artista de Kazajistán, que está ahora en Posadas, y me dice ‘la gente va feliz por la calle’. Esos contrastes son necesarios para darse cuenta, es un lugar de mucha fortuna donde uno vive. La artista pone énfasis en que “en un contexto de muchísima inestabilidad, yo elijo creer que siempre va a haber la intención hacia lo colectivo y poder salvarnos mutuamente, quiero creer que sí. Un poco de esta sensación que tengo hacia este contexto es por el lugar en el que nací, por supuesto que por mi familia. Es parte de mi experiencia”. ¿Dónde uno encuentra la felicidad? No creo que sea un lugar al cual llegás. Son estados a los que uno accede, sale, con vaivenes. Pero encuentro mucha felicidad en los gestos de ternura, hay algo que me conmueve muchísimo desde el dar, del don. Me refugio en lo artístico, la lectura y sobre todo en los amigos. ¿Hacés proyecciones a largo o corto plazo? Depende. Pero estoy aprendiendo a hacerlo a largo plazo. Un amigo hace tiempo me preguntó qué quería hacer a largo plazo. Respondí, ‘no sé qué va a pasar con Argentina’. Y me dice, ‘con más razón hay que hacer proyectos que intenten romper con la incertidumbre’. Eso de que todo es ya, que no sabés qué va a pasar mañana y no hay futuro. Estoy pensando en mis proyectos de acá a varios años, un poco para salir de esa lógica. ¿Cómo uno se reinventa día a día? Ahí lo artístico tiene algo fundamental. Todo el tiempo te invita a pensar, a mirar de nuevo las cosas. A mirar a la señora que te cruzás en la parada para tomar el colectivo, te invita a mirarla otra vez. Al lapacho que te lo cruzás ahora; el arte te da esa extrañeza por el cotidiano y desde esa extrañeza uno ve de nuevo, construye, se vincula. ¿Lo más atractivo es que uno descubre cosas todo los días? Sí, descubrir o verlo desde lo cotidiano. Puede ser una metodología para la inspiración, un impulso. Volver a ver una situación, darle vuelta. ¿Estás conforme con lo que lograste? Sí, estoy conforme. La ambición tiene mala fama, soy ambiciosa, pero no la que se considera que hace lo que sea. Si logro espacios, lo logro para mis colegas y también quiero que mi aura y mi proceso me acerquen a contar realidades que tal vez no llegan. Mi ambición está en que desde lo artístico se pueda cambiar un poco y eso no tiene techo. Mi momento lo trabajé mucho, no lo hice sola y tampoco voy a seguir haciéndolo. Y con eso mismo seguirá: caminando y trabajando. Perfil María Florencia Martínez Artista Posadeña (30), es profesora en Artes Visuales, artista y estudia Antropología. Preside la Asociación Misionera de Trabajadores de las Artes Visuales (Amtav). Pinta en óleo pero sus obras se expanden a otras materialidades. Algunas se conectan con bordados, otras con semillas de la región. Además tiene obras de escultura. Da clases y también forma parte del taller de arte de la Red Puente Federal (acompañamiento y contención a personas en situación de calle y consumo problemático).
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