05/09/2025 02:36
05/09/2025 02:36
05/09/2025 02:36
05/09/2025 02:36
05/09/2025 02:36
05/09/2025 02:36
05/09/2025 02:35
05/09/2025 02:35
05/09/2025 02:35
05/09/2025 02:35
» Misionesopina
Fecha: 03/09/2025 13:57
los pacientes con diabetes tipo 2 presentan obesidad; mientras que entre un 30 y 40% de las personas con sobrepeso desarrolla esta enfermedad metabólica. Estos datos reflejan un panorama preocupante, donde los estilos de vida sedentarios y la alimentación poco saludable se combinan con la falta de concientización, generando un círculo que aumenta el riesgo de múltiples patologías asociadas. “Estamos ante una pandemia realmente de la diabetes”, según Elizabeth Méndez, especialista en diabetes, quien alerta que más de mil millones de personas en el mundo viven con obesidad, y que esta cifra seguirá creciendo si no se implementan estrategias de prevención efectivas. La especialista explica que la obesidad y la diabetes están estrechamente vinculadas: mientras la primera aumenta el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, la segunda se ve agravada por el exceso de peso. Estos trastornos metabólicos comparten factores de riesgo comunes, entre ellos el sedentarismo, la mala alimentación y la escasa educación sanitaria. Sin una intervención temprana, los pacientes se exponen a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, respiratorias, hepáticas, osteoarticulares y oncológicas. Méndez advierte que la percepción social de la obesidad muchas veces se limita a lo estético. “Muchas personas buscan tratamientos para adelgazar sin medir sus niveles de glucemia, colesterol o presión arterial, preocupándose únicamente por cómo se ven en el espejo”, afirma. Sin embargo, el exceso de peso tiene implicancias médicas profundas: está relacionado con más de 200 enfermedades, incluyendo hipertensión, dislipidemia, insuficiencia cardíaca, hígado graso, problemas osteoarticulares, incontinencia urinaria, ansiedad y depresión. “El abordaje de la obesidad debe ser integral y supervisado por profesionales”, subraya Méndez, destacando que un tratamiento exitoso combina educación sobre hábitos de vida, seguimiento médico y, en determinados casos, terapias farmacológicas. Semaglutida y más allá En los últimos años, medicamentos desarrollados inicialmente para la diabetes, como la semaglutida (conocida internacionalmente como Ozempic), han demostrado eficacia en la reducción de peso. Estas drogas derivadas de hormonas digestivas, llamadas incretinas, actúan sobre el centro del apetito y la saciedad, favoreciendo la pérdida de peso y mejorando parámetros metabólicos. En Argentina, la semaglutida está disponible en versiones inyectables y orales, con dosis que se ajustan progresivamente según el perfil del paciente. A partir de octubre, se incorporará la versión de 2,4 mg, específicamente indicada para obesidad, autorizada por la Anmat y con experiencia previa en Europa y Estados Unidos. La especialista aclara que estas terapias no sustituyen la alimentación saludable ni la actividad física: “Si el paciente se limita a la medicación sin modificar su estilo de vida, los resultados no se sostienen en el tiempo”. Además, advierte sobre posibles efectos secundarios digestivos, que requieren seguimiento profesional para garantizar seguridad y eficacia. Tratamiento a medida “El éxito del tratamiento depende de un abordaje integral y personalizado”, explica Méndez. Los pacientes con diabetes tipo 2 y obesidad pueden requerir medicación de por vida, ajustada según la evolución clínica, sus enfermedades asociadas y factores de riesgo. El acompañamiento de un equipo multidisciplinario -médicos, nutricionistas y especialistas en actividad física- es esencial para maximizar los beneficios de la terapia farmacológica y prevenir complicaciones. La obesidad no solo incrementa la probabilidad de enfermedades cardiovasculares y metabólicas, sino que también afecta la respuesta a tratamientos oncológicos y la evolución de enfermedades hepáticas. Por ejemplo, el hígado graso asociado al exceso de peso se ha convertido en una de las principales causas de cirrosis hepática, desplazando al alcohol como factor predominante. Prevención Méndez enfatiza la importancia de intervenir desde etapas tempranas: “Los cambios de hábitos comienzan desde la panza de la mamá. El estado nutricional de los padres, incluso antes de la concepción, influye en la salud del niño y en generaciones futuras”. Promover una alimentación saludable, la práctica regular de actividad física y los chequeos médicos desde la infancia son estrategias clave para frenar la epidemia de obesidad y diabetes. La educación familiar y comunitaria se convierte así en un pilar central de prevención, complementando los avances farmacológicos y médicos. Futuro de la terapéutica Según Méndez, la investigación en fármacos metabólicos continúa avanzando rápidamente. Se anticipan terapias duales, triples y nuevas moléculas con mayor impacto en la pérdida de peso y el control metabólico, algunas comparables en eficacia a la cirugía bariátrica. Sin embargo, la especialista insiste en que la prevención y los hábitos saludables deben seguir siendo el eje del abordaje: “Mejoramos la calidad de vida desde la prevención y desde la educación familiar, combinando nuevas terapias con un seguimiento integral del paciente”. La diabetes y la obesidad son dos caras de una misma epidemia metabólica, que exige un abordaje completo, individualizado y sostenido en el tiempo. Méndez recuerda que, aunque los avances farmacológicos como la semaglutida ofrecen resultados prometedores, el cambio de hábitos, la educación en nutrición y la actividad física constituyen la base del tratamiento efectivo. La prevención, aplicada desde la infancia y a lo largo de toda la vida, es la estrategia más poderosa para reducir el impacto de estas patologías y mejorar la calidad de vida de millones de personas.
Ver noticia original