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Caseros » Genesis 24
Fecha: 03/09/2025 02:12
La censura previa es inadmisible: la Constitución de Urquiza y Alberdi no hace ninguna excepción. Instamos al Gobierno Nacional a no recorrer ese camino autoritario que no tiene retorno. “Malos tiempos corren cuando hay que argumentar lo obvio y defender lo evidente”. La frase (y sus variantes) han sido atribuidas a diferentes pensadores: Unamuno, Brecht, Orwell… Sea quien fuera su autor, expresa la desazón y a la vez la convicción de las personas apegadas a valores que creían consolidados y de pronto se encuentran con una realidad en la que desde el poder se apunta a destruir consensos valiosos para la convivencia. La Constitución de Urquiza y Alberdi, nuestra liberal Carta Magna, prohíbe la censura previa desde 1853. Por si algún mandatario necesitaba tenerlo suficientemente claro, lo establece en dos artículos. En el artículo 14, donde reconocer la libertad de prensa “sin censura previa”, y en el artículo 32 donde prohíbe específicamente al Congreso dictar leyes que puedan restringir esa libertad. Una de las virtudes de la Constitución es que, como ley máxima, no requiere de especialización para leerla y comprender lo que ordena. Es decir: no hay ninguna duda de que un juez (ningún juez, y mucho menos un juez civil y comercial) puede establecer una medida de censura previa. Más insólito es que sea el Poder Ejecutivo quien le pida medidas de ese tipo a un magistrado. Y resulta por completo delirante que a eso lo impulse un gobierno que dice regirse por ideales liberales. No cabe analizar las justificaciones y argumentos del Gobierno porque degradan el debate público, ya que son un insulto a la inteligencia de la ciudadanía: parecen extraídos de una película de espías (satírica por supuesto). Pero volvemos a comprobar algo que he advertido públicamente desde el inicio de la gestión de Javier Milei: la única libertad que le interesa a este Gobierno es la de los capitales. Y eso no es liberalismo ni siquiera en forma de caricatura. Vuelvo a citar a Alberdi: “No es liberal el que no sabe respetar a su contradictor, su refutador, su disidente. La libertad, en su sentido más práctico, es la contradicción, la refutación, el disentimiento, el veto de cada ciudadano, opuesto a los actos del poder, no el veto del poder puesto a la sanción de la opinión, que es la ley de las leyes, la luz de la Constitución”. Y lo hago desde la autoridad moral que me permite el haber sido, en mi gestión como intendente, aquel que jamás levantó el teléfono para cuestionar una nota, una información, un adjetivo o una opinión; el respeto a la libertad de prensa se expresa en esa actitud, y se potencia cuando desde la gestión se impulsa o se colabora con tres elementos que están en la esencia de esa labor: la comunicación social, la circulación de la palabra, el pensamiento crítico. Por eso no fue casualidad ni capricho el haber apoyado o promovido en la Histórica, el Congreso de Comunicación, la Feria de la Palabra y las Jornadas de Filosofía. Hace unos días, un destacado analista político argentino definió de manera inigualable el riesgoso camino que la sociedad argentina podría transitar si no ponemos un freno firme y claro, sin violencia y sin hesitación, a las tentaciones autoritarias del Gobierno nacional: “No son un gobierno fascista, pero tienen muchas ganas de serlo”, señaló. Sin caer en el pensamiento conspirativo, no es arbitrario suponer que hay medidas que el Gobierno impulsa a modo de prueba, para ver hasta qué punto la sociedad argentina aceptaría retroceder en ese sentido. Pero nuestro pueblo, estoy convencido, ha hecho carne de los valores de la democracia y el pluralismo. Nuestra gente en varias ocasiones demostró haber entendido dos axiomas propuestos por dos de sus líderes más importantes en los últimos cien años: Juan Perón, cuando convocó a “que todos sean artífices del destino común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie”. Y Raúl Alfonsín cuando, citando al filósofo italiano Norberto Bobbio, lanzó la idea de que “los males de la democracia solo se solucionan con más democracia”. Aunque sean tiempos difíciles, aunque sean malos tiempos, no dejemos de defender lo obvio, ni de argumentar lo evidente. La Argentina, sus valores, sus consensos, son mucho más trascendentes que la vulgar tentación autoritaria de un gobierno mendaz y opaco. Estemos a la altura del desafío que nos impone desde la historia nuestra propia Constitución. Martín H. Oliva Senador Provincial Comparte esto: Twitter Facebook
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