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Parana » ER 24
Fecha: 02/09/2025 11:40
Adan Bahl y Guillermo Michel en Gualeguay: poca gente, mucho silencio y una choripaneada entre íntimos El paso de Adán Humberto Bahl y Gustavo Michel por Gualeguay dejó más sombras que certezas. La convocatoria fue mínima: un puñado de militantes rentados, caras conocidas del aparato y la incomodidad de un peronismo que ya no consigue llenar ni los locales partidarios. Muy lejos quedaron aquellas movilizaciones multitudinarias que alguna vez supieron darle épica a la resistencia. Desde las sombras, el multimillonario Hernán Vitulo –histórico socio político de Bahl, constructor de la actual sede de IOSPER en Gualeguay y protagonista de la trama de los Contratos Truchos– siguió cada movimiento. Nada se hace sin su venia, nada prospera sin su sello. Así, el cierre de la jornada fue una escena casi caricaturesca: una choripaneada reservada entre íntimos, como si el “pueblo” pudiera reducirse a un banquete de favores cruzados. LA DUPLA QUE NO PRENDE La sociedad Bahl–Michel no despierta interés. Ni moviliza, ni entusiasma. Por el contrario, simboliza lo peor de un PJ que debería ser resistencia y lucha, pero que hoy se exhibe como un espejo de sus miserias: Bahl, representante más emblemático de la cleptocracia peronista de los últimos veinte años, y Michel, la cara de un modelo que ya nadie quiere defender: Massa, el SIRA, el “Plan Platita” y la impunidad de un sistema que solo piensa en sostener privilegios. ESPÍAS Y SERVICIOS El cuadro se agrava cuando se recuerda que Entre Ríos es hoy una provincia repleta de dirigentes espiados por los servicios de inteligencia. El caso de Facundo Cabrera, procesado por espiar nada menos que a Stiusso y a la jueza Arroyo Salgado, expone hasta dónde llega la decadencia. En ese barro se mueven los Michel y los Bahl, entre negocios con Vitulo, encuestas en rojo y actos que solo entusiasman a los de siempre. BALANCE El paso por Gualeguay confirma lo que ya era un secreto a voces: el ex oficialismo perdió la calle. Sin épica, sin gente y sin credibilidad, redujeron la política a un ritual de marketing y comida rápida. Pero ni el sushi disfrazado de choripán ni los shows de aparato alcanzan para tapar la realidad: Bahl y Michel son la postal viva de un peronismo que dejó de representar al pueblo para convertirse en caricatura de sí mismo.
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