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Parana » NSA
Fecha: 01/09/2025 19:19
Estuvo presa injustamente en la peor cárcel de Irán y contó lo que vivió: “Me llevaron vendada a la torre de la horca” La periodista italiana Cecilia Sala volvió a su país en enero después de haber vivido escenas del infierno en Irán. Ahora, en un reportaje del Corriere della sera sobre su nuevo libro, la mujer relató detalles de su detención en ese país, incluido el instante en el que la amenaza de ejecutarla llegó muy lejos. Sala, que para el 19 de diciembre de 2024 -día en que fue detenida en Teherán- ya tenía una extensa carrera en coberturas de conflictos bélicos internacionales, fue aislada sin motivo aparente en la prisión de Evin. Tenía visa periodística, pero el gobierno iraní la acusaba de haber violado las leyes de la República Islámica. Fue entonces cuando varias organizaciones protectoras del trabajo periodístico denunciaron su detención «arbitraria e indefendible» y exigieron su liberación inmediata. El 8 de enero de 2025, después de meses de labor diplomática y de inteligencia, el gobierno italiano logró liberar a la mujer de 30 años. Sala volvió a Italia y fue acogida en persona por la Primera Ministra Giorgia Meloni y el Canciller Antonio Tajani. La detención en Teherán Según el Corriere, en las últimas páginas de su libro «Los niños del odio» sala relata cómo fueron sus días en la prisión de Evin. La primera ministra Giorgia Meloni abraza a Sala tras su regreso a Italia, el 8/01/2025. Foto: ANSA Estaba grabando un podcast para Chora cuando recibió la negativa de un guardia de la fuerza Revolucionaria Islámica con el que tenía una cita porque la ciudad estaba “demasiado contaminada”. Ahí intuyó que algo andaba mal. “Llaman a la puerta. Le digo que no necesito nada. Llaman de nuevo. Abro la puerta. Entiendo de inmediato lo que están a punto de hacerme. Me quitan el dinero, el pasaporte, el móvil. Me ponen una capucha. Me llevan. Y me doy cuenta de lo más aterrador”, introduce la mujer. «¿Cuál?», le pregunta el entrevistador. Y ella responde secamente: “No tener control sobre mi destino. Saber que ya no importas, que no puedes hacer nada por ti mismo, que estás en manos de gente en la que no puedes confiar, y que tu única esperanza es que la gente de tu país haga lo mejor por ti». Cecilia Sala llega a su casa después de ser liberada de la detención en Irán. Foto: REUTERS Sala, que en su celular tenía contactos de fuerzas disidentes, pensaba que la única manera de salvarse era negándolo todo. No sabía si iba a permanecer cautiva por días, meses o años. Sus primeros días en Evin Al llegar a la prisión de Evin, la desnudaron y la obligaron a pisar las banderas de Estados Unidos e Israel al pasar por el detector de metales. Oía los gritos de los torturados que salían cuando las puertas de las celdas de interrogatorio se abrían. “Incluso golpean a las mujeres a veces. No me pasó a mí. Pero había una gran mancha de sangre en la pared de mi celda. La derramó la mujer que estuvo allí antes. No sé si la golpearon o si se lastimó”, detalla. Sala presentó su último libro, «Los niños del odio» (I figli dell’odio) Foto: Chora Media vía REUTERS Al referirse a “se lastimó” es porque fue testigo de cómo su compañera de la celda de enfrente corrió dos metros y se lanzó de cabeza contra la puerta blindada “con la esperanza de romperse el cráneo y morir”. El infierno en la tierra En la celda no había nada. Ni cama, ni colchón, ni almohada. Solo un cubo de acero para hacer las necesidades. No le dieron libros y le sacaron los anteojos de ver. Frente a la pregunta de cómo es la vida en prisión, Sala contesta: «Es lo más difícil de explicar. El tiempo se dilata al máximo: parece que ha pasado una hora, pero solo han pasado diez minutos. El día y la noche no existen. La luz siempre está encendida, así que no puedes dormir». «Todo está diseñado para quebrarte y conseguir lo que quieren de ti. Una condición diseñada para volverte loco, para hacerte pensar lo peor, para hacerte dudar de todo y de todos. No tienes nada con qué distraerte. Solo puedes ahondar en tus miedos. Una tortura blanca». Ella sospechaba que la habían detenido por algún escrito del pasado, pero los iraníes querían que confesara que era espía. Una sentada frente a la Prefectura para exigir la liberación de Sala, el 29 de diciembre de 2024. Foto: EFE La interrogaron en inglés y en italiano, prometiéndole “falsas esperanzas”, pero también “aterrorizándola”. Solo pudo hablar una vez con Italia. Fue una llamada a su madre, que a sabiendas que no podía explayarse le preguntó tres cosas para que respondiera con «sí» o «no»: si tenía cama, si tenía colchón y si tenía almohada. “Se convirtieron en tres noticias, una forma de compartir mi situación, de concienciar al público. Cuando los carceleros se enteraron, se enojaron y me castigaron. Pero para entonces, ya había sucedido”. “¿El peor momento?”, le pregunta el interlocutor. Y Sala responde con una anécdota que es la vívida escena del terror: «Cuando me sacaron de la celda, con los ojos vendados y encapuchada como siempre, agarrada a la porra del guardia para no caerme, y me quitaron la venda y la capucha para enseñarme una horca (grúa). «Eso es lo que les hacemos a los espías», le dijeron. «Es algo que todos sabemos, pero les aseguro que ver la grúa colgada allí, en el patio de la prisión, fue increíblemente duro. Tuve un ataque de pánico y, por una vez, aunque me había prometido que nunca lo haría, acepté que me sedaran», completó Sala. La periodista pasó veintiún días en esa cárcel. “Tuve suerte, si te dejan sin palabras y confiesas, se acabó”. Sala camina en el aeropuerto de Ciampino, en Roma, tras ser liberada de su detención en Irán. Foto REUTERS Quiere volver al país donde vivió el peor momento de su vida, pero más adelante. “Ahora mismo no puedo regresar a Irán. Estoy seguro de que volveré antes de jubilarme. Y mientras tanto, la República Islámica habrá caído. No será fácil, y no ocurrirá mañana; pero el régimen caerá. Porque la gran mayoría de los iraníes son jóvenes. Y la gran mayoría de los jóvenes están en contra del régimen”.
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