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  • La amistad que superó el tiempo: resolución del asesinato de Ángela Samota 20 años después de su muerte

    Parana » Informe Digital

    Fecha: 01/09/2025 07:31

    Encontrar justicia tras décadas de incertidumbre es una excepción en la crónica policial estadounidense. El asesinato de Ángela Samota en 1984 evidenció las limitaciones de la tecnología forense de la época y la persistente incapacidad de la policía local para resolver crímenes violentos. Lo que distingue este caso no es solo su desenlace judicial, sino también el papel fundamental de una amistad universitaria y el impulso ciudadano ante una investigación estancada. Este caso representa un claro ejemplo de cómo los lazos humanos pueden perdurar a lo largo del tiempo y a pesar de la falta de avances institucionales. Ángela Samota, una joven de 20 años, se encontraba estudiando ingeniería eléctrica y ciencias de la computación en la Southern Methodist University (SMU) en Dallas, Texas. La noche del 12 de octubre de 1984, salió a una discoteca junto a dos amigos. Después de dejar a cada uno en su casa, detuvo su automóvil para saludar brevemente a su novio antes de ingresar sola a su departamento. The Dallas Morning News y BBC News informaron que alrededor de la 1:45 a.m., Samota llamó a su novio para contarle que un hombre extraño le pedía entrar a su hogar para utilizar el teléfono y el baño. Esa fue la última comunicación de Ángela Samota. Preocupado, su novio intentó contactarla varias veces sin éxito y, finalmente, se presentó en persona junto con la policía. Los agentes encontraron el cadáver de Samota en su dormitorio. La joven había sido violada y recibió 18 puñaladas. Según el informe de autopsia citado por BBC News, el corazón de la víctima fue extraído y colocado sobre su propio pecho. La brutalidad del crimen y la ausencia de testigos directos limitaron las posibilidades de avance en la investigación. El análisis de semen, sangre y saliva encontrados en la escena resultó inútil para incriminar a los tres sospechosos iniciales. La causa quedó estancada durante más de veinte años. La evolución de la ciencia forense y la perseverancia de una persona ajena al sistema policial marcaron un punto de inflexión en este caso. Sheila Wysocki, antigua compañera universitaria y amiga cercana de Ángela Samota, nunca aceptó el cierre del expediente. Según relató ella misma a BBC News, su empeño por llamar la atención de las autoridades incluyó cerca de 750 llamadas al Departamento de Policía de Dallas a lo largo de dos décadas. Convencida de la necesidad de actuar, estudió investigación criminal privada y logró obtener la licencia profesional. Ya como investigadora privada, insistió en la revisión del material forense del archivo. En 2006, una detective asignada reabrió formalmente la causa: las muestras de ADN archivadas desde 1984 se integraron a las bases de datos del sistema estadounidense. El resultado fue inmediato. Los rastros genéticos señalaron la presencia de Donald Bess, un delincuente sexual reincidente que, según registros de CNN, estaba en libertad condicional en el momento del asesinato de Samota. El inicio de la amistad entre Ángela Samota y Sheila Wysocki se remonta a 1982, cuando ambas ingresaron a la Southern Methodist University. Compartieron residencia estudiantil y vivencias típicas de la vida universitaria estadounidense. Según BBC News, la relación atravesó etapas de cooperación académica y la construcción de lazos personales profundos. La muerte violenta de Samota impactó de manera irreversible la trayectoria de Wysocki, quien abandonó la universidad y enfrentó años de trauma y obsesión por esclarecer el crimen. Su testimonio resalta el efecto duradero de los crímenes no resueltos en los entornos cercanos a las víctimas. El rostro detrás del caso emergió gracias a la prueba científica. Donald Bess, el sospechoso identificado a partir del ADN recuperado en la escena del crimen, ya cumplía una condena por violación en otro caso. Como documentaron los medios locales, fue liberado tras cumplir veinticinco años de condena, y su historial criminal incluía múltiples abusos sexuales. En 2010, tras el juicio, un tribunal texano lo declaró culpable del asesinato y violación de Ángela Samota, imponiéndole la pena de muerte. La persistencia y la acción privada de Sheila Wysocki, junto con el avance en la identificación genética forense en Estados Unidos, cerraron una herida abierta en Dallas. El expediente del caso Samota, citado por BBC News, se convirtió en objeto de crónicas, reportajes y documentales, constituyendo una referencia obligada en la historia de los feminicidios impunes resueltos por la sociedad civil.

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