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  • El asociativismo se convierte en clave para la producción de carne porcina en tiempos de cambio.

    Parana » Informe Digital

    Fecha: 01/09/2025 07:25

    En la producción porcina, la escala y la eficiencia son esenciales para mantener la competitividad. En Argentina, los altos costos de inversión y financiamiento, junto con las exigencias de bioseguridad, hacen necesario considerar estrategias colectivas. El asociativismo surge como una herramienta fundamental para que tanto pequeños como grandes productores puedan lograr un crecimiento sostenible. Este no es un concepto nuevo: en otros países se ha consolidado la práctica de dividir las fases productivas entre diferentes actores. Similar a lo que ocurre en la avicultura, donde una empresa produce pollitos y otras se encargan de alimentarlos, la porcicultura comienza a adoptar este esquema. La especialización reduce la inversión inicial, mejora la eficiencia y distribuye los riesgos. Un modelo común es separar la producción de lechones del engorde: quienes poseen cerdas reproductivas invierten en maternidad, mientras que otros se encargan de la fase de engorde. De este modo, cada uno se centra en lo que mejor sabe hacer, y un brote sanitario afecta solo a una parte de la producción. El asociativismo puede adoptar diversas formas contractuales. Algunos acuerdos se realizan a “costo abierto”, distribuyendo posteriormente los resultados; otros establecen un pago por plaza o por animal engordado. Cada modalidad se adapta a las características de los productores y al nivel de confianza entre ellos, pero todas persiguen el mismo objetivo: crecer de manera colectiva con menor inversión individual y mayor solidez para el conjunto del sector. Hasta ahora, el modelo ha tenido una buena acogida en nuestro país. Sin embargo, hay un paso que aún no hemos dado con la determinación necesaria: trasladar ese mismo enfoque al procesamiento industrial. Muchos productores que desean dar el salto a la comercialización invierten en frigoríficos propios, a pesar de que se trata de una actividad muy diferente a la producción primaria y que requiere desembolsos millonarios. No siempre es la decisión más acertada. El asociativismo ofrece una salida virtuosa: cada parte se concentra en lo que sabe hacer, mejora su eficiencia y reinvierte en su propio eslabón de la cadenaFPA Argentina cuenta con una capacidad de faena instalada que, en gran medida, permanece ociosa. Existen plantas frigoríficas que necesitan un volumen constante para operar de manera eficiente y que podrían convertirse en socios estratégicos de los productores. Subcontratar el procesamiento permitiría a los criadores destinar su capital al crecimiento de los planteles, mientras que los frigoríficos garantizarían un trabajo estable y un flujo asegurado de animales. No obstante, persisten viejos recelos entre ambos eslabones de la cadena: los productores temen quedar a merced de las plantas, y los frigoríficos dudan en comprometerse con convenios a largo plazo. Cambiar esta lógica es indispensable. En lugar de duplicar inversiones, deberíamos pensar en cómo aprovechar lo que ya tenemos. La construcción de un frigorífico puede demandar decenas de millones de dólares, un capital que en la mayoría de los casos rendiría más si se destinara a ampliar la producción primaria. A su vez, para un frigorífico resulta más seguro y rentable contar con contratos de servicio estables que depender exclusivamente de la compraventa de animales en el mercado. El asociativismo ofrece una salida virtuosa: cada parte se enfoca en lo que sabe hacer, mejora su eficiencia y reinvierte en su propio eslabón de la cadena. El productor amplía su criadero, el engordador optimiza sus instalaciones, la planta de alimentos gana escala y el frigorífico asegura continuidad. El resultado final es un sector más sólido, con mayor capacidad de generar empleo en el interior, transformar granos en carne y abastecer tanto al mercado interno como a la exportación. Este modelo no solo representa una estrategia de negocios, sino también una política de desarrollo territorial. La producción porcina se asienta principalmente en pequeñas y medianas empresas distribuidas en las provincias. Cada kilo de carne obtenido implica un uso más eficiente de la soja y el maíz locales, empleo rural de calidad y arraigo poblacional. La producción porcina se asienta mayormente en pequeñas y medianas empresas distribuidas en las provinciasGza. Aldolfo Franke Por supuesto, los desafíos existen. Es necesario construir confianza entre los actores, diseñar contratos claros y establecer marcos que aseguren la continuidad de los acuerdos. Sin embargo, la experiencia ya ha demostrado que es posible: los casos de integración en producción y engorde son cada vez más frecuentes y han mostrado resultados positivos. El siguiente paso debería ser replicar ese espíritu de cooperación en la fase industrial. La porcicultura argentina tiene un potencial enorme. Si logramos avanzar hacia un esquema asociativo más integral, el sector podrá crecer con menos riesgos, mayor eficiencia y mejores perspectivas comerciales. El camino ya está trazado: solo falta tener el valor de recorrerlo juntos. El autor es gerente general de Cabaña Argentina y presidente de la Federación Porcina Argentina

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