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» Derf
Fecha: 28/08/2025 14:17
Se cumplió una semana de una de las noches más oscuras que recuerde el fútbol sudamericano en mucho tiempo. Lo que debía ser una cita deportiva entre Independiente y Universidad de Chile, en el estadio Libertadores de América, terminó en una sucesión de incidentes, enfrentamientos y calamidades que poco tienen que ver con la pelota y dejó un saldo de heridos y detenidos que marca un precedente en la historia de la Copa Sudamericana. Ahora, con la investigación en marcha, salieron a la luz algunos testimonios de quienes vivieron el drama en primera persona. Gabriel Silva Riesco es representante de futbolistas, abogado y agente FIFA: viajó a Buenos Aires para disfrutar de una noche de copa en suelo argentino y reconstruyó todo lo sucedido con Clarín. Estaba en la popular del club trasandino, sufrió en primera persona los incidentes y terminó detenido: pasó una noche en una comisaría de Sarandí donde los golpes y el maltrato continuaron. «Nos decían que habíamos asesinado a una niña de siete años, que íbamos a cobrar», recordó. El hincha chileno que cayó al vacío y fue atacado en el piso «Viajé con un amigo, Martín. Vinimos solos, a ver un partido de copa internacional y a tener esa experiencia de ver un partido llamativo en el extranjero. Estábamos cerca del Obelisco y tomamos un Uber que nos dejó a cuadras de la cancha», comenzó contando Gabriel. En las horas previas, él y su amigo accedieron al estadio sin problemas: «Andábamos sin vestimenta de la U. y llegamos con anticipación, no vimos nada raro. Nos habían advertido que fuéramos con cuidado, pero era un clima festivo, con mucha alegría e ilusión». «Había visto el partido del día anterior, entre Racing y Peñarol, y ya me había parecido extraño que hubiese hinchas locales en la bandeja de abajo, y también la poca cantidad de policías y seguridad privada que había dentro del estadio. Sólo había un cordón de seguridad en el ingreso, pero dentro no había nada», enfatizó. «Hice esas observaciones sin pensar que iba a terminar así». Crónica de una noche de horror: el comienzo de los disturbios Los primeros proyectiles por parte de los hinchas de la U. de Chile fueron arrojados cerca de las 10 de la noche. «Al final del primer tiempo empezó la ‘embarrada’, en la parte izquierda de la tribuna y yo estaba detrás del arco», recuerda Gabriel. Y agregó: «Fue un enfrentamiento que se hizo cada vez más tenso y directo, sobre todo con las personas que estaban en el codo». Foto Marcelo Carroll – CLARIN «La barra de la U. lanzó una bomba de estruendo al codo (de Independiente) que detonó e hizo que desalojaran allí, salvo algunos hinchas de Independiente que siguieron ahí batallando y tirando objetos», remarcó. Un rato después se desencadenaría el horror. «La policía entró a desalojar el otro codo, donde estaban las familias de los jugadores de la U. y los dirigentes y ahí nos llegó el rumor de que los hinchas de Independiente estaban tratando de ingresar a nuestra galería», añadió. «La barra de la U. hizo una especie de muro de contención, pero fue cuestión de minutos mientras intentaban reanudar el partido y no se logró porque los enfrentamientos no se detuvieron, cuando el altoparlante dijo que los hinchas de la U. desalojemos la galería», detalló. «Ya en ese momento la tensión era muy alta, pero empeoró cuando nos cayó una bomba de estruendo a nuestro sector. No a la galería misma, sino al sector de los accesos. Ahí la gente empezó a correr. Teníamos a los barras de Independiente muy encima y para salir del estadio nos protegíamos de las cosas que nos caían, botellas, objetos… poníamos los brazos para cubrirnos», siguió contando el abogado. Corridas, golpes e insultos: el momento de la detención Foto Marcelo Carroll – CLARIN En medio de los incidentes, Gabriel y su amigo intentaron salir del estadio y se encontraron cara a cara con la Policía, que estaba apostada en el ingreso. «Alcanzamos a caminar uno o dos minutos para acercarnos a la salida. Y había hileras de policías y seguridad privada esperándonos. Ahí comenzó lo más brutal y extraño. En vez de querer contener la situación, resguardarnos o ayudarnos, que es lo que cualquier persona esperaría de la policía, comenzaron a agarrarnos a palos». «Sin hacer nada más que dirigirme a la salida, cuando me di cuenta me cayeron tres policías encima que me redujeron con una llave y me pusieron boca abajo con las manos en la cabeza. Me pegaron palos y fueron uno o dos minutos que estuve en el suelo recibiendo algunos golpes pero el tiempo se me hizo eterno», relató. «Les comenté que estaba ahí por trabajo, que soy agente FIFA, pero no escucharon nada y después de un rato me llevaron al carro policial, fui de los primeros. Desde la puerta del carro veía muchos hinchas boca abajo mientras la policía y la seguridad les daba patadas en la cabeza, golpes de puño y palos. La verdad que era una escena horrible, propia de una cárcel o una guerra. No nos dieron ninguna explicación, se observaba que estaban pegando como si lo disfrutaran, se les veía en el rostro», recordó. Entre los detenidos había más de cien personas, en su totalidad simpatizantes de la U. de Chile. Gabriel fue uno de los primeros por lo que presenció toda la secuencia hasta que finalmente fue subido al camión. «Había padres con sus hijos, mujeres, pero no hicieron ningún tipo de distinción. No estábamos metidos en disturbios, estábamos saliendo del estadio, fue al azar. Al que agarraban lo cagaban a piñas y se iba detenido». Foto Marcelo Carroll – CLARIN «Debe haber pasado una hora y media, el tiempo que estuvimos esperando en el carro policial, que cada vez se iba llenando más. Era para aproximadamente quince personas y yo creo que éramos cuarenta, todos aplastados, sin ventilación y desesperados», reconstruyó con bronca. Luego añadió: «Arriba del carro nos pidieron que entregáramos los celulares y nos trasladaron a la comisaría de Sarandí, donde llevaron al mayor contingente. Yo llegué en el primer carro». De ir a un partido a pasar dos noches en una comisaría «Al llegar tuvimos que esperar hasta que comenzaron a hacernos bajar de a uno, íbamos directo a la comisaría. A medida que pasábamos nos golpeaban, a todos», denunció Gabriel. «Una vez dentro tuvimos que hincarnos con las manos en la nuca, y nos quitaron todas nuestras pertenencias. Aunque no fue mi caso, a algunos hinchas los hicieron desnudarse y uno solamente escuchaba porque no podías mirar. Nos tenían con la mirada hacia abajo y cualquiera que levantaba la cabeza o atinaba a mirar… palo en la cabeza», contó. El maltrato en la comisaría que denuncia Silva Riesco resulta atroz: «Eran humillaciones constantes… Amenazas… Cuatro o cinco policías nos decían que habíamos asesinado a una niña de siete años. ‘Ustedes se creen ‘chorros’, mataron a una niña de siete años, ahora van a tener que cobrar, van a ver cómo es la cosa acá en Argentina, no van a salir con vida’. Era una agresión psicológica brutal y teníamos mucho miedo, después de la golpiza uno a uno estuvimos tres horas o más en la misma posición, hincados». El audio del hincha de la U de Chile «Había compañeros que decían que no aguantaban porque estaban operados o tenían problemas. Pero recién antes de que amanezca, cuando cambió el turno, los policías que llegaron nos permitieron sentarnos o ponernos de pie, ir al baño y tomar agua. Fueron cuatro horas con unos policías salvajes», remarcó. Y siguió: «Esa noche se violaron derechos humanos, se humilló a los hinchas, nos torturaron física y psicológicamente. Con el cambio de turno llegó la comida y empezó a llegar el agua. Un policía de investigaciones chileno nos comunicó que estaban haciendo lo posible por nuestra liberación y que estaban con nosotros». Por la mañana, la situación comenzó a normalizarse pero ellos permanecían detenidos. «Ya había cámaras, y llegó la cónsul de Chile. Se nos informó que había que tener paciencia porque el fiscal daría la orden para saber qué iban a hacer con nosotros. Habrán llegado las dos de la tarde y seguíamos reclamando a los policías que al menos nos habilitaran más lugar hasta que nos dieron otras habitaciones dentro de la comisaría. Éramos cien detenidos aproximadamente». «Todos firmamos un acta, donde pusimos nuestras firmas en ocho páginas que nunca nos dejaron leer. Un compañero pudo revisar un poco y nos comentó que se nos acusaba de lesiones, daños… pero nos hicieron firmar obligados. La sensación era de una angustia terrible», recordó con tristeza. El reencuentro con su amigo fue durante el traslado a otra comisaría de Avellaneda, donde Gabriel y aproximadamente otros veinticinco hinchas de origen chileno pasaron la segunda noche. «Cuando nos llevaron pude ver a mi amigo Martín, que alcanzó a zafar del policía que lo estaba agarrando cuando me detuvieron y pudo escapar, le dije que por favor le avisara a mi papá que estaba bien». Después de la barbarie en Avellaneda: las imágenes del estadio de Independiente destruido La incomunicación de los detenidos con sus familiares y amigos fue la peor parte de esa noche de encierro. Gracias a la filtración de fotos y videos en redes sociales, muchas personas pudieron enterarse del paradero de sus allegados. «Estando acá, en otro país, la familia no tiene noticias y piensa lo peor. Ellos llamaron a los hospitales. Después salieron las noticias falsas de que había gente muerta y se imaginaron lo peor. Lo más angustiante para todos los que estábamos ahí era la incomunicación con nuestras familias y la falta de información. Nunca se nos explicó por qué nos habían detenido», enfatizó. En la segunda comisaría de Avellaneda el trato fue menos violento pero el deseo lógico era el de por fin recuperar la libertad. «Estábamos un poco más tranquilos porque ya se nos estaba diciendo que al día siguiente íbamos a ir a declarar a la fiscalía y podíamos quedar libres. Eso nos dio más fuerza para pasar esa noche. Los policías nos trataron mejor, nos dieron algunos colchones para poder sentarnos, nos llegaron cajas de pizza, pudimos comer y conversar un poco más tranquilos», recordó. «A eso de la medianoche llegó un policía a avisarnos que nos comenzarían a liberar uno a uno. Salí y vi a mi amigo esperándome y fue una mezcla entre emoción y pena pero también alegría por estar afuera», le contó Gabriel a Clarín. Y concluyó: «Poder estar de vuelta en mi país es la mayor tranquilidad. Obviamente con el paso de los días fui dimensionando todo esto porque estuve con mi familia y traté de llenarme de amor pero no tuve la tranquilidad para realmente reflexionar y llorar. Fue traumático, ahora queda enfocarme en el trabajo y salir adelante de esto».
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