Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • El centro del mundo

    » Diario Cordoba

    Fecha: 28/08/2025 05:18

    En mi pueblo se hace la recogida selectiva de la basura. Cada residuo tiene su día y cada vecino se compromete a sacarlo a la calle cuando toca. Por aquello del refuerzo positivo, quienes lo hacen correctamente obtienen una bonificación en el pago de la tasa pertinente. Para evitar engrasar las aceras, lo suyo es que las bolsas estén cerradas y dentro de un cubo, pero eso ya es demasiado pedir. Las personas que se sienten el centro del mundo sacan sus desechos cuando les da la gana y, para disimular y eximirse de toda responsabilidad, se alejan unos cuantos metros de su portal y los encasquetan al vecino. Anteponen su bienestar personal a la buena convivencia global. Olé. A los conductores egocéntricos les da igual molestar o propiciar incidentes colándose o haciendo giros inadecuados. Me caen especialmente mal los que usan el espacio del peatón o el de las personas con discapacidad en su propio beneficio. No son los más peligrosos, pero sí los más egoístas y un pelín mala gente. Abusar de su posición y de la vulnerabilidad del más débil es ruin, aunque solo sea por los dos minutitos que se tarda en entrar y recoger un paquete. Las aceras de mi pueblo (siempre vuelvo a él) son estrechas. Pasear con un carrito, en silla de ruedas o llevando un bastón son carreras de obstáculos. Si a esto se le añade que todos los chaflanes son invadidos por vehículos mal estacionados, el peatón queda excluido, por arte y gracia de unos carotas, de un espacio que le pertenece: el público. «Puedes quedarte con mi sitio si, también, te quedas con mi discapacidad» fue el mensajito que le dejó un usuario de un coche adaptado al listillo que ocupó una plaza especial. Más claro, agua. Un hombre barre la calle de delante de su casa todas las mañanas. Retira los restos de colillas, papeles y otras basurillas y finaliza la tarea echando un cubo de agua con lejía. Todo sería maravilloso si no fuera porque todos esos restos no acaban en su cubo de basura particular, sino en el rellano del portal de al lado. Paseaba yo por una de esas calzadas angostas cuando vi a dos vecinos llegar a las manos por este motivo. Hacer el esfuerzo por ponerse en la piel del otro e imaginar cómo sienta poner la patita fuera de casa y toparse con el doble de desperdicios es suficiente como para remediar la situación. Repite conmigo: no estoy solo en el mundo. He descubierto Massive, de Drake, gracias a mi hijo. La bailaría en bucle, pero no es necesario hacerlo en una playa virgen a la que he llegado después de caminar media hora al sol. Sufrimos para llegar al paraíso y anhelamos nuestra recompensa de silencio y placidez, pero no. Cinco macarras y un altavoz son suficientes como para arruinar un día que podría haber sido maravilloso. Drake no querría eso. Las normas que regulan nuestra convivencia son necesarias, pero el impacto que genera la conducta mayoritaria y las buenas maneras es mayor. Multemos a los que sacan la basura a destiempo, pero, sobre todo, dejémosles solos. Cuantos más seamos los que hacemos lo correcto y pensamos en los demás, más poder tendremos sobre los que se consideran el ombligo del mundo. *Periodista

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por