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  • Tiburones en el corredor El Cóndor-San Antonio Oeste

    Rio Negro » Adn Rio Negro

    Fecha: 28/08/2025 05:06

    (ADN).- Con aguas que alcanzan los 200 metros de profundidad, el Golfo San Matías es el segundo más grande del país. En sus costas y fondos marinos conviven corrientes frías y cálidas que sostienen una gran biodiversidad. Para varias especies de peces cartilaginosos, este escenario representa un lugar fundamental en sus ciclos de vida. La doctora en Ciencias Marinas Nidia Marina Coller, vicedirectora del Centro de Investigación Aplicada y Transferencia Tecnológica en Recursos Marinos (CIMAS) e integrante del Grupo Condros y del Programa de Observadores Pesqueros (POP), explica que, “esta región se ha reconocido como un hábitat para los neonatos y una zona de cría para el pez gallo (Callorhinchus callorynchus) desde principios de la década de 1990. A partir de este año y por las características mencionadas, esta zona ha sido identificada como un área de interés para tiburones y rayas (ISRA, sigla en inglés)”. El corredor de los 5 grandes Entre la villa marítima El Cóndor -a pocos kilómetros de Viedma- y la localidad pesquera de San Antonio Oeste se forma un corredor marino donde conviven grandes especies que atraen tanto a la ciencia como al turismo azul. Delfines, lobos marinos, ballenas, orcas y tiburones integran lo que se conoce como los “cinco grandes”, un concepto que busca destacar el valor de esta franja de mar para la biodiversidad y la conservación. En este escenario, los tiburones ocupan un lugar central. Coller explica que, “de un total de 33 especies registradas en el Golfo San Matías, 14 son tiburones”. “Entre las especies comunes en esta zona están los tiburones gatuzo (Mustelus schmitti), cazón (Galeorhinus galeus), gatopardo (Notorynchus cepedianus), bacota (Carcharhinus brachyurus) y los chuchos Myliobatis sp”. La investigadora describe que en el ecosistema marino “estas especies tanto en el Golfo San Matías como en todos los mares del mundo cumplen un rol ecológico de suma importancia, ya que son depredadores topes, es decir muchos de ellos están en la cima de la cadena alimenticia. A su vez son reguladores de otras poblaciones de peces y la presencia de ellas en los ecosistemas nos da indicios de la salud de los mismos”. A la presencia de estas especies se suma la de rayas, aves y peces demersales (que viven cerca del fondo del mar) como la merluza común (Merluccius hubbsi), lo que resalta el valor ecosistémico y económico que representa este corredor para la región. Este corredor ha sido además señalado a nivel global como parte de las Áreas Importantes para Mamíferos Marinos (IMMA), reconocidas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) y otros organismos internacionales. Para entender por qué los tiburones son tan importantes en el Golfo San Matías, primero hay que mirar sus particularidades biológicas. Se trata de peces con esqueleto cartilaginoso en lugar de huesos, una condición que determina gran parte de su desarrollo. “Sus ciclos de vida presentan características muy particulares que las diferencian de otros peces, por ejemplo, poseen un esqueleto cartilaginoso, crecimiento lento, son longevos, poseen una talla de madurez tardía, gestaciones prolongadas y ponen pocas crías. Todo esto afecta negativamente a sus poblaciones ante cambios ambientales, de hábitat o explotación pesquera, con una baja resiliencia biológica”, explica. Conservación y amenazas A todo esto, el conocimiento científico no alcanza si no se traduce en medidas de manejo. Es por esto que en 2009 se aprobó en Argentina el Plan de Acción Nacional para la Conservación y Manejo de Condrictios (PAN-Tiburones), con el objetivo de investigar, conservar y concientizar sobre la vulnerabilidad de estas especies. Río Negro, a través del Grupo Condros, participa activamente en ese plan. “En el 2020 se promulgó una resolución provincial (Res. 093/2020) que promueve medidas de manejo y conservación para las especies afectadas por la pesca industrial en el Golfo San Matías, que implica la devolución de grandes tiburones vivos al mar, un límite máximo de captura de tiburones, rayas y pez gallo, y la prohibición de ciertas prácticas, como el aleteo, uso de bicheros para evitar dañarlos, la pesca nocturna, entre otras”, recuerda. A pesar de estos avances, la situación de varias especies sigue siendo crítica. “En el Golfo San Matías existen varias especies que según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza se encuentran críticamente amenazadas o en peligro, como el cazón (Galeorhinus galeus), el gatuzo (Mustelus schmitti), el pez ángel (Squatina guggenheim) y tres especies de rayas a lunares: Atlantoraja castelnaui, la ojona Atlantoraja cyclophora y la raya platana Atlantoraja platana”, advierte. La principal amenaza continúa siendo la pesca. Coller señala que “si bien existen medidas que tratan de mitigar su impacto, es difícil, ya que la pesca está dirigida principalmente a otras especies, y ellas son capturadas incidentalmente”, lo que en la práctica significa que tiburones y rayas terminan en las redes aunque no se los esté buscando. “También los cambios en el hábitat y las condiciones ambientales, ya sea por la actividad humana o por el cambio climático, pueden afectar a sus poblaciones”, señala la investigadora. Conocer para proteger Más allá de los datos científicos y las medidas de manejo, también se trata de cambiar la mirada social sobre los tiburones. Durante años quedaron asociados a imágenes de peligro, alimentadas por el cine y por noticias que reforzaron la idea de que son una amenaza. Sin embargo, en el Golfo San Matías la realidad es otra, y la investigadora invita a verlos desde otro lugar. “Es importante desmitificar la mala prensa que tienen estas especies en cuanto a los ataques. Sí hay que tenerles respeto y conocer sus comportamientos para evitar accidentes. Pero también hay que valorarlos por su rol en los ecosistemas y sus ciclos de vida”, plantea. Un botón de muestra basta para dimensionar esa fragilidad. “El bacota (Carcharhinus brachyurus) es un tiburón grande, muy codiciado por los pescadores recreativos y capturado por la flota industrial. Las hembras tardan alrededor de 21 años en reproducirse por primera vez y los machos unos 20 años, con un tamaño cercano a los 2,20 metros. Solo paren alrededor de 20 crías, después de 12 meses de gestación, para luego reposar durante un año”. El Golfo San Matías concentra un patrimonio natural único y, al mismo tiempo, vulnerable. La presencia de tiburones y rayas no solo revela la salud del ecosistema, sino también la responsabilidad de quienes habitan y gestionan estas aguas. Conocerlos en profundidad es el primer paso para entender por qué protegerlos no es una opción, sino una necesidad para el futuro de la región.

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